De la instalación a la arquitectura
La trashumancia artística de Agustina Otero (San Adrián del Valle, León, 1960) y Leopoldo Ferrán (Irún, Guipúzcoa, 1963) les ha instalado en una idílica pradera de Ituren (Navarra), en un privilegiado refugio a los pies del monte Mendaur, donde la pareja de creadores se afana en la culminación de su última y más ambiciosa obra escultórico-arquitectónica. Es un "muro vegetal" que envolverá toda la fachada de la ampliación del Museo San Telmo de San Sebastián. Es una gran celosía formada por paneles de aluminio fundido de 1,8 por 0,6 metros que formarán una "piel metálica" con elementos vegetales que pretende "reinterpretar el paisaje del monte Urgull e integrarse en él a través de la arquitectura", explica Ferrán.
Algunas de estas placas se encuentran ya en su estudio, colocadas en la pared y expuestas en el jardín, para "comprobar su reacción con el ambiente". Después de catorce años trabajando con las instalaciones e ideando formas con el espacio, los dos artistas están en estos momentos volcados con la fachada del nuevo edificio museístico que irá adosado a los muros de arenisca del Urgull, junto al Cantábrico. "Será un conjunto artístico-arquitectónico muy potente para San Sebastián", asegura Otero. Fuera del estudio han improvisado una suerte de taller vegetal donde realizan pruebas de cultivo y experimentan con las especies -musgos, líquenes, mentas y otras plantas- que asomarán en un futuro por los cientos de orificios "estratégicamente colocados" que salpican todo el contorno de aluminio.
El estudio de Ferrán y Otero está invadido por baúles de madera con las esculturas que van y vienen de museos y galerías. Sus obras, explica Ferrán, tratan siempre de "entablar un diálogo permanente con el medio físico": "Nos gusta la idea de la acupuntura del espacio". Tras dos años en Florencia, otros dos en París y una estancia "inolvidable" en el sur de Senegal, el equipo de artistas ha establecido su estudio en el norte de España, primero en Hondarribia (Guipúzcoa) y después en Ituren. Han logrado apartarse de los métodos usuales para combinar la escultura y la pintura con el vídeo y la fotografía para tratar de erigirse en unos "investigadores del espacio". Una nube de alambre de espino suspendido a un metro del suelo; unos pergaminos de cabra sujetos por alambres; un laberinto de pasarelas elevadas que chocan contra los muros; 36 esferas de aluminio entrelazadas por hilos muy tensos... Son algunas de las instalaciones de Ferrán y Otero, dos artistas que se consideran como gusanos, porque "los artistas, como los gusanos, deben penetrar en el interior de las cosas y trabajar de dentro a fuera".
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