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Entrevista:ALMUERZO CON... BERNARDÍ ROIG

"Hay que agitar las aguas del arte. Si no, atufan"

Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965) ha aterrizado en Madrid directamente de Venecia. Coincidiendo con la Bienal, ha inaugurado en la Galleria d'Arte Moderna en Ca Pesaro una exposición con 15 instalaciones que en octubre se podrán ver en el IVAM de Valencia. Son sus famosas esculturas de personajes blancos realizadas a tamaño natural, cargadas de fluorescencias y de intenciones sexuales más que explícitas. Sus hombrecitos han impactado casi tanto como las fotografías de Berlusconi en su palacete sardo, aunque en el caso del artista mallorquín la prensa italiana sí que ha podido informar ampliamente.

Roig llega al restaurante sediento. Pide una cerveza tirada como se hace en Madrid y en vaso de tubo, "porque si no me da un hipo incontrolable". Pero no hay vaso de tubo, y el mallorquín tendrá que conformarse con degustar la cerveza en un vaso alto, pero con la boca demasiado ancha. No importa. Superado el disgusto de encontrarse por sorpresa con una ciudad inactiva por más fiestas de las que esperaba y frustrados sus planes de trabajar en la fundición con algunas de las piezas que arroparán la presidencia española en la UE, parece dispuesto a aguantar cualquier cosa.

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Simpático y un punto hiperactivo, Roig se deja asesorar por el dueño del local, Carlos Torres. Enterado de que aquí se trabaja la "cocina de mercado" -es decir, productos frescos muy escogidos y de temporada-, decide compartir una burrata (queso de búfala) con tomate, perrechicos y unos guisantes de lágrima de Guetaria que celebra con gran entusiasmo. Pequeños y brillantes como una esmeralda, la legumbre viene coronada con un huevo escalfado que potencia su suavidad y sabor.

En pleno entusiasmo degustativo, Roig confiesa que hay dos temas que últimamente le ponen un poco nervioso: la colección del Reina Sofía y el pabellón de España en la Bienal dedicado a Miquel Barceló. "No opino del Reina Sofía porque no he podido ir todavía. He oído muchas opiniones en todos los sentidos, y lo que me parece bien es que se agiten las aguas del arte. Cuando las cosas viven estancadas, que es lo que ocurría antes, acaban atufando". Respecto a Barceló, asegura: "De verdad que no me ha dado tiempo a acercarme. Ahora volveré y lo veré. Lo mismo que pienso hacer un recorrido detenido por toda la Bienal y las 82 exposiciones paralelas abiertas estos días". Añade que lo único que tienen en común es ser mallorquines. "Cuando yo empecé, en 1983, con 17 años, era el momento de su gran despegue internacional. Era Dios. No caben rivalidades. Son mundos diferentes".

Bernardí Roig acoge con entusiasmo la raya que ha pedido como plato principal, un pescado no tan frecuente en la cocina balear. Ésta, en concreto, viene de Galicia. Lo que no le agrada es probar la selección de atún que comparten los otros dos comensales. Mientras espera el postre, recuerda los años que sobrevivió en Madrid jugando en el casino con el método de el jornalero. "El truco es saberse retirar cuando tienes la cantidad. Cuando había ganado 5.000 pesetas, me marchaba. Así, cada día durante tres años. Luego ya empecé a tener clientes, pero me sigue gustando jugar".

Bernardí Roig disfruta en los pequeños restaurantes.
Bernardí Roig disfruta en los pequeños restaurantes.CLAUDIO ÁLVAREZ

La Buena Vida. Madrid.

- 1 burrata: 17,50 euros.

- 1 perrechicos: 25.

- 1 guisantes de lágrima Guetaria: 26.

- 2 atunes: 49.

- 1 raya: 22,50.

- Agua y cerveza: 8,50.

- Vino: invitación de la casa.

Total con IVA: 158,90 euros.

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