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Reportaje:

El desván olvidado del niño Picasso

El Ateneo de Málaga lucha por dignificar el aula donde daba clase el padre del pintor

Fernando J. Pérez

Un mocho de fregona usado corona la tarima de madera desde donde daba clase de dibujo José Ruiz Blasco, padre del pintor malagueño-universal Pablo Ruiz Picasso. El estrado está arrumbado, junto a varios caballetes, bastidores, banquetas, taquillas e incluso una pizarra de finales del siglo XIX en la sala de dibujo de la antigua Escuela de Bellas Artes, en el convento de los jesuitas de Málaga. El aula, rectangular y de 100 metros cuadrados, lleva años convertida en un trastero lleno de polvo, aunque mantiene intacta la magia de haber sido un lugar de creación. Una placa de mármol negro con letras doradas anclada a la pared reza: "Aquí estudió, de niño, Pablo Ruiz Picasso". Otra placa, de madera, tirada en el suelo, tiene la misma inscripción, aunque alguien, con un bolígrafo rojo escribió debajo: "mentira".

Picasso recordó siempre la escalera que conducía al aula de su padre
La restauración y puesta en valor de la sala costaría unos 100.000 euros

El Ateneo malagueño, actual ocupante del convento jesuita, se ha embarcado en una campaña para dignificar uno de los pocos vínculos de Picasso con su ciudad natal. El pintor, nacido en Málaga en 1881, vivió aquí hasta los diez años, cuando su padre obtuvo la plaza titular en el instituto de La Coruña. En aquel tiempo, por su edad, no podía estar matriculado en la Escuela de Bellas Artes, por lo que decir que estudió formalmente en esa aula resulta aventurado. Lo que sí es seguro es que el padre impartió lecciones de dibujo allí y es muy probable que Picasso, siendo aún muy niño, le acompañara a alguna de sus clases. De hecho, Christine Picasso, nuera del artista, ha referido en alguna ocasión a Antonio Morales, presidente del Ateneo, el recuerdo infantil que tenía Picasso de la magnífica escalinata de mármol de tres tramos que desembocaba en el aula de dibujo. La leyenda incluso dice que tenía un rincón reservado en el aula, pero de eso no hay la menor evidencia histórica.

En cualquier caso, la sala donde quizá, sólo quizá, Picasso diera alguno de sus primeros pasos en el dibujo copiando manos y cabezas de corte clásico, es ahora un desván comido por el olvido. El valor económico de los objetos que contiene la sala de dibujo no es muy alto, pero el valor histórico es claro: "No son reproducciones de banquetas y caballetes, sino que son las mismas que había en la Escuela de Bellas Artes cuando Picasso era niño", afirma Antonio Morales. Una lámpara de la sala incluso recuerda a la que alumbra toda la escena del Guernica.

El Ateneo ha empezado a moverse entre instituciones públicas para conseguir los alrededor de 100.000 euros que calculan que se necesitan para "poner en valor" tanto la sala de dibujo como la antigua biblioteca. También pretenden rescatar del abandono la sala "de colorido", situada en un palomar del vecino colegio Prácticas Nº1, propiedad de la Consejería de Educación de la Junta.

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La antesala del aula de dibujo contiene unas cabezas clásicas, bustos y las antiguas taquillas donde los alumnos guardaban las tablas con sus dibujos. "Gran parte de estos objetos, los mejor conservados, fueron llevados a la antigua escuela de Bellas Artes de San Telmo, en la barriada de El Ejido y a la casa natal de Picasso", recuerda Morales, cuyo objetivo es rescatarlos para recrear las aulas de dibujo y colorido de la manera más fiel posible a como estaban hace más de un siglo. Una vez restaurada, el aula donde trabajó el padre de Picasso, podría pasar a formar parte del itinerario del pintor en la capital malagueña, una atracción turística y cultural que parece también caída en el olvido.

Además de los humildes objetos de la época, a la llamada sala Picasso han ido a parar multitud de trastos que estorbaban en el Ateneo, como ordenadores viejos, focos o velas. En la antesala hay cuadros donados a la institución cultural malagueña por artistas como Enrique Brinkmann, Dámaso Ruano o Eugenio Chicano. La restauración de todo ese espacio supondría adecentar definitivamente el convento jesuita, un magnífico edificio del siglo XVI y, además, convertir al Ateneo en un equipamiento cultural completo, con la posibilidad de exponer las más de 300 obras que atesora y que ahora están almacenadas por falta de espacio. "En Málaga todavía no existe una galería representativa del arte actual de la ciudad. Es una oportunidad", afirma Morales.

La idea del presidente del Ateneo pasa por convertir la biblioteca anexa al aula de dibujo en una sala de lectura "abierta las 24 horas". La institución podría haber solicitado ayuda a empresas privadas, pero a Morales le parece más oportuno que esta intervención, para dignificar un legado vinculado al malagueño más ilustre, parta de la administración pública. La pelota está ahora en su tejado.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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