"Salí del armario cuando murió mi tío, Harvey Milk"
Probablemente, Stuart Milk no fuese este hombre tan cabal en apariencia, tan seguro de sí mismo pero humilde, tan apasionado pero dialogante -como deja traslucir frente a un particular gazpacho- si, un día, con 15 años, no se hubiese sentado a conversar durante horas con su tío. Que no era otro que Harvey Milk, concejal de San Francisco, el primer cargo público abiertamente homosexual elegido democráticamente.
"Yo ya sabía que era gay, pero algo me atormentaba más. Le dije: 'Me siento tan diferente...". Durante aquella charla, Stuart, que ahora tiene 48 años, fue contándole: si sus amigos inventaban mil y una torturas para los animales que encontraban, él sólo quería salvarlos. Era una manera de decirle que estaba confundido y solo, "que no me quería a mí mismo", asegura, "que no era como él, tan extrovertido, tan resolutivo".
El sobrino del concejal asesinado es también un activista gay
Dos años después, en 1978, su carismático tío, "un hombre que no dudaba en hablar ante centenares de personas con la esperanza de convencer tan sólo a uno o dos", el tipo que le enseñó que es imposible odiar a alguien cuando le conoces, fue tiroteado por otro concejal. "Él, como en la película [Mi nombre es Harvey Milk, la cinta por la que un increíblemente caracterizado Sean Penn consiguió un oscar], sabía que le iban a matar. Nos lo contó a mi padre, su hermano, a mi madre y a mí". Y cuando murió Harvey, Stuart, con 17 años, salió del armario.
Han pasado tres décadas. Stuart sobresale, y no sólo por sus casi 1,90 de estatura. Recibe hoy en Madrid un premio de los activistas españoles a otro luchador que el fin de semana pasado se plantó frente a los fusiles de la policía turca en Estambul, que no dejaba avanzar la marcha del orgullo.
Delega en la otra comensal la elección del menú precisando que no come carne y pregunta, pregunta mucho. Él, que es un ubicuo viajero, vicepresidente de una empresa de formación que vive en un pequeño pueblo de Florida con alcalde gay, se pasma en un restaurante de Chueca -el barrio que cuelga hoy las banderas del orgullo- ante el gazpacho de remolacha y el vino catalán. Que apenas probará, en favor de la conversación: "España está dirigiendo el mundo en derechos".
¿Y es un ejemplo también el caso español para Estados Unidos? "Ojalá podamos crear lo mismo. Lo nuestro es como una carretera con un armadillo muerto encima de la línea central. No nos atrevemos a pasar de un lado a otro. En mi país, los gays pueden gozar de cierta libertad desde hace décadas. Pero no tienen derechos. Y en España, viniendo de una situación más modesta, los han conseguido". Y por eso, tiene en el punto de mira a Obama. "Han pasado cinco meses y no ha cumplido nada. Pide paciencia. Pero ya veremos".
Es hora de saber lo que el tío Harvey, el juerguista, el vividor, hizo por aquel chaval atormentado. "Me hizo entender que mi visión, que yo vivía como excluyente y odiosa, era beneficiosa para el mundo. Solía telefonearme y me decía: '¿Cómo está mi medicina?'. Me puso en el camino".
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