Drogas e infidelidades en el divorcio de Ingrid Betancourt
La ex candidata secuestrada seis años mantiene un duro pleito con su ex marido
"Lo que pasó en la selva que se quede en la selva". Fue una de las primeras peticiones de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt tras ser rescatada después de pasar seis años en las cárceles de las FARC, en la selva. Pero lo que ocurrió allí se ha convertido en comidilla y alimenta ahora el proceso de divorcio de esta mujer de 46 años.
La revista Caras dedica la portada de la edición que hoy se publica al sonado divorcio. La versión que recoge la revista cuenta detalles de un proceso blindado hasta ahora. Entre ellos, que Juan Carlos Lecompte, el ex marido, no acudió a las cuatro reuniones pactadas para hablar del divorcio, planteado para hacerse de manera rápida con un argumento obvio: "Separación de cuerpos de hecho". De 12 años de matrimonio, ella pasó la mitad secuestrada.
Lecompte dice que si no acudió a la primera cita en Miami en diciembre fue porque su padre estaba hospitalizado. "Como no firmé el documento de divorcio el día que ella quiso, me demandó". Pero el ex marido no da detalles de los términos de la querella, que llegó el día de la muerte del padre. Desde entonces los dos no se hablan, lo hacen sólo a través de sus abogados. El proceso se enredó y hoy, en vísperas de cumplirse un año de la exitosa Operación Jaque -el 2 de julio- que devolvió a la libertad a Ingrid y a 14 rehenes más, la historia amenaza con convertirse en culebrón con denuncias de más de 40 puntos que sacan todos los trapos sucios al aire.
Lecompte acusa a Ingrid Betancourt de infidelidad. Y ella responde que él, además de serle infiel, consumía drogas. Lecompte dice con rabia y dolor que Ingrid le dio una "bofetada pública" cuando regresó del cautiverio y, ante las cámaras de todo el mundo, le ignoró y se fue sin él a París.
Mientras la pelea sigue en los tribunales, Ingrid está en África escribiendo un libro sobre su dolorosa experiencia. Él ha vuelto a lo suyo, la publicidad. "Los cambios que se viven en un secuestro son tan profundos que una de sus consecuencias es la separación de las parejas. Son procesos privados. De lo contrario, hacen más difícil el de por sí doloroso proceso de readaptación", dice Olga Lucía Gómez, directora de País Libre, organización que trabaja contra este delito. Y recuerda tajante: "El secuestro no termina con la liberación".

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