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AL CIERRE
Columna
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D-Day

Cuando llegaron las lanchas a la playa, los soldados chapoteaban en un charco de vómitos en el que flotaban condones sin usar, pues los capellanes castrenses les habían afeado que los llevaran cuando podía aguardarles la muerte. De imágenes como esa está hecha la guerra. También de atrocidades, como la del estadounidense que remata con su carabina a un alemán caído al grito de "¡Esto cuidará del bastardo!". Y de momentos absurdos: el teniente sentado en el camino de salida de la cruel Omaha con una pierna mutilada a la altura de la rodilla y que aconseja fríamente: "Soldado, vaya con cuidado con esas minas".

Mañana es 6 de junio, el Día D, el aniversario del desembarco de Normandía. No está mal recordar que hubo momentos más duros que los nuestros: ayuda a estar a la altura de las circunstancias. Yo lo celebraré, el aniversario, continuando con la lectura de D-Day, de Antony Bevor (Viking / Penguin). Sí, ya ha aparecido en inglés (¡y lo tengo!) el nuevo, tan esperado libro del autor de Stalingrado (en castellano se publicará en septiembre). Es apasionante. La historia nos la han contado mil veces, especialmente Cornelius Ryan en El día más largo, en el que se basó la película (vienen a la cabeza los clic-clic de los grillos metálicos de los paracaidistas y la cara de estupefacción ante lo que se le viene encima de Curd Jurgen en el papel de Blumentritt), y Spielberg en Salvar al soldado Ryan, claro. Pero Bevor hace que suene nueva y diferente. Aporta novedades sorprendentes: la presencia de civiles franceses, hombres y mujeres, luchando en las filas alemanas y liquidados por las tropas aliadas; las atrocidades de éstas con los prisioneros germanos. Pero lo más impresionante es su forma de hacernos sentir presentes en aquel día ensangrentado: los cuerpos como de cera de los caídos flotando en la orilla en el vaivén de las olas o el sip-sip de las balas de ametralladora contra la arena húmeda.

El libro me lo ha regalado Mike, mi profesor de inglés, con el que el martes dejamos el past perfect para hablar de su tío, que, precisamente, desembarcó en Normandía: se dio de cabeza con la rampa y eso le salvó la vida, pues al caer las ráfagas le pasaron por encima. Un afortunado chapuzas. Feliz D-Day.

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