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El teatro Arnau se desmorona a la espera de ser vendido

La Iglesia Cristiana China, dueña de la sala, pide tres millones al Ayuntamiento

Blanca Cia

El teatro Arnau del Paral·lel se desmorona día a día. Canalones rotos, trozos de techumbre que caen, torrentes de agua cuando llueve. Dos años después de que el Ayuntamiento de Barcelona anunciara a bombo y platillo que se hacía con la propiedad del viejo teatro. que lleva cerrado una década, todo sigue igual. "Este edificio es muy viejo [1903], lleva cerrado mucho tiempo, nadie ha reparado nada y los desagües y las cornisas se han ido rompiendo. Así que cuando llueve, nos cae el agua a chorro. Cualquier día de éstos se caerá algo, alcanzará a alguien y todo serán lamentaciones", dice Juan Fernández, titular del bar El Retiro, uno de los locales ubicados en los bajos del teatro barcelonés.

El Consistorio descartó la vía de la expropiación por su lentitud

La centenaria sala de espectáculos es propiedad de la Iglesia Cristiana China de Barcelona desde 2006. "Queríamos adecuarla como centro de culto y presentamos el proyecto, pero el Ayuntamiento no nos dio permiso", explica Juan Sun, portavoz de la comunidad cristiana china. Ese colectivo tiene actualmente un local en la derecha del Eixample que utilizan, también, como centro de culto. Son unos 2.000 feligreses evangélicos. "Pero es pequeño y como no cabemos tenemos que hacer dos oficios", añade.

El Ayuntamiento no mostró interés por el teatro Arnau hasta después de que la Iglesia China lo comprase a la familia propietaria. De hecho, con anterioridad, el edificio tuvo una opción de compra de una empresa que quería transformar el teatro en un geriátrico. "Llegaron a presentar tres proyectos diferentes y ninguno fue aceptado por el Ayuntamiento. Al final, desistieron. Y así estuvo hasta que lo compró la Iglesia China", explica el titular del bar. El precio: en torno a 1,5 millones de euros. Fue entonces cuando el Consistorio reaccionó -algo que le ha pasado en más de una ocasión, como en la compra del polideportivo de la Philips en la Zona Franca y las naves de Fabra i Coats, en Sant Andreu; ambas adquiridas primero por Renta Corporación- y anunció que expropiaba el Arnau para convertirlo en un equipamiento cultural que revitalizaría el Paral·lel, junto con la vecina sala Paral·lel y el nuevo Molino, en construcción.

La vía de la expropiación fue descartada poco después por ser lenta, alegó el Ayuntamiento, y se optó por negociar la compra del equipamiento. En julio de 2007, la Comisión de Urbanismo dio el visto bueno al proyecto y anunció que la sala abriría el año pasado. Un año después, el teatro sigue cerrado y ni siquiera se ha pactado el precio de su venta. "Llegamos a un acuerdo y fijamos que la compra se cerraría a finales del año pasado pero nos pidieron más tiempo", explica Sun, el representante de la comunidad china. El precio establecido fue de tres millones de euros. No hubo acuerdo, porque es una cantidad que parece "excesiva", precisaron fuentes de Urbanismo. Otras fuentes municipales, sin embargo, sostienen que la compra del Arnau ha dejado de ser prioritaria porque ahora no hay disponibilidad económica.

Mientras, el estado del edificio se degrada día a día. Los tres locales que funcionan en los bajos -dos bares y una floristería- han pedido a la propiedad que adecente, al menos, la cornisa, desagües y canalones. "Pedimos permiso para hacer obras menores y arreglar esos desperfectos, pero tampoco nos lo dan", argumenta Sun. El distrito de Ciutat Vella ni confirma ni desmiente que exista esa petición de licencia. Sin embargo, la concejal Itziar González asegura que requerirá a la propiedad que arregle lo que hay que arreglar. "Si no lo hace actuaremos de forma subsidiaria", sostiene.

Ni el encargado del bar El Retiro ni Juan Noval, arrendatario de la floristería de los bajos del teatro, dan crédito a las promesas del Ayuntamiento ni tampoco se creen que compre el Arnau. Desde la barra del bar, Noval sentencia: "Esto es como el perro del hortelano: ni comen ni dejan comer".

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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