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Entrevista:ALMUERZO CON... JOSEP COLL

"En Cabo Verde hay ocho ministras, son las más preparadas"

Cuando Cabo Verde dejó de ser colonia de Portugal y proclamó la independencia, en julio de 1975, Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales calificaron de imposible, sin viabilidad económica, aquel pequeño país formado por 10 islas en medio del Atlántico, a cuatro horas de Lisboa y a tres de Fortaleza (Brasil). La realidad ha desmentido a los agoreros, cuenta sonriente en el jardín de su residencia en Praia, capital caboverdiana, Josep Coll (Torroella de Montgrí, 1957), embajador de la Comisión Europea en aquella pequeña nación de África Occidental desde hace dos años. "La trayectoria de Cabo Verde en 33 años ha sido extraordinaria. Era uno de los países más pobres de África. Hoy está en los puestos de cabeza en los indicadores de desarrollo humano de Naciones Unidas, por detrás de Suráfrica, Namibia y Seychelles".

El embajador de la Comisión Europea dejó la gris Bruselas sin mirar atrás

"Trabajaba en la gris Bruselas y, un día, salió la convocatoria de una plaza en Cabo Verde, país que no conocía", recuerda el jefe de la delegación de la UE, cuando llega a la mesa el primer plato, una ensalada de congrio, que ha comprado él mismo en el mercado de Praia. Tras su paso por Bruselas y Barcelona, donde estuvo siete años al frente de la oficina de la UE, este gerundense habla con entusiasmo de su primer destino africano, a pesar de sus limitaciones. "Sin una gran adaptación al medio puedes tener dificultades. No hay cines ni teatros, bueno, acaban de inaugurar una sala que funciona los fines de semana. Pero la música es extraordinaria. Es una pena que en España y Europa no se conozca bien". Es cierto, suena Cesaria Evora y poco más. "De los barrios más pobres salen excelentes músicos, que aprenden de los padres y los abuelos porque no hay una sola escuela de música". Los caboverdianos bailan al ritmo de músicas que van del zouk y funaná, que suenan a tope en los hiaces (camionetas de transporte colectivo), a la mazurca y la polca.

Hablando de música llega el segundo plato. Unos canelones, según la receta de la tía Juanita. La señora pasó un mes en Cabo Verde con su sobrino y enseñó a Laura, la cocinera, algunos de los platos más célebres del repertorio catalán. Por eso es posible comer en la residencia del "embajador europeo" escudella, macarrons, fideus o un buen rostit. "Me gusta cocinar y controlar lo que se cuece en los fogones", dice Coll. "Hacemos un pato a la naranja indescriptible". Después de dar buena cuenta de los canelones, no cabe la menor duda.

La conversación regresa a los avances de Cabo Verde, pese a que el país no lo tiene fácil. Un par de datos para ilustrar su fragilidad: el 82% de los alimentos son importados, sólo el 10% del área terrestre es cultivable. La dependencia es notable: el 80% de las decisiones de inversión del Estado están basadas en financiación exterior, de la cooperación internacional.

"Pese a las dificultades, Cabo Verde es de los mejores de la clase", dice Coll. Tanto en desarrollo económico como humano. "La cohesión social, la educación gratuita en una nación tremendamente joven [17 años de edad media] y, sobre todo, la paridad de géneros". Basta ver la composición del Gobierno, ocho mujeres en un Gabinete de 15 ministros. "Han ido a buscar a estas mujeres porque son las más preparadas".

Residencia del embajador de la UE

- Ensalada de congrio.

- Canelones, mouse de frutos rojos.

- Vino borgoña blanco.

- Cafés.

Cortesía del embajador.

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