_
_
_
_
Reportaje:

La última noche de Younes B.

Un hombre que dormía bajo el Viaducto muere desangrado por un corte en el cuello durante una pelea

Nadie se atreve a tocar el colchón de Younes B, marroquí de 34 años. Como mucho, la señalan, de lejos. "Ésa, la de la manta roja". Tarde o temprano, Driss, marroquí de treintaitantos que en realidad no se llama Driss, tendrá que acercarse. "Younes dormía a mi lado", dice, y señala otro camastro unos pasos más allá. Driss asegura que no estaba cuando, hacia las tres de la madrugada de ayer, se formó una pelea en la calle Segovia, bajo el Viaducto. Alguien empuñó una botella. Golpeó con ella en la cabeza a Younes y, con el vidrio roto, le rajó el cuello. El corte le alcanzó la arteria carótida, informó un portavoz del Samur. Murió tres horas después, desangrado, en el hospital Clínico.

"El trabajo está fatal", le dijo a un periodista la semana pasada

Es mediodía y dos hombres de tez morena comparten vino tinto de cartón sentados en un murete bajo el Viaducto. Cuando algún coche deja una plaza de aparcamiento libre, uno de ellos se planta en el hueco y se lo señala a los conductores. Incluso les recomienda -"gira más, más, más, ¡vale!"- la mejor manera de estacionar. Luego pone la mano. "Muchas gracias, amigo". Conocen a Younes. Él también se sacaba unas monedas aparcando coches en la calle Segovia. "Buena gente", coinciden. "Está muerto", informan. Y no, ellos tampoco vieron nada.

"Dormía allí arriba", dicen señalando un saliente bajo uno de los pilares del Viaducto. "Él era su amigo", dicen, y apuntan a Driss, que escucha la conversación a una distancia prudencial. "Bueno, amigo... Amigo de dormir", precisa el aludido. Younes era "simpático". No parecía que nadie tuviera motivos para tomarla con él. No estaba metido en drogas -"sólo bebía vino"-, ni tenía enemigos. Últimamente dormía bajo el puente con otras tres personas. "No siempre los mismos; la gente va al albergue una semana, luego vuelve...". Estaba legal en España, donde vivía "desde los 14 ó 15 años". Tenía familia en Madrid. "Dos hermanas y un hermano, creo".

A las dos de la tarde de ayer nadie le había reclamado en el Instituto Anatómico Forense, donde iban a practicarle la autopsia. Sólo un empleado de la mezquita de la M-30 se había interesado por él. Driss se temía que la Policía no hubiera podido localizar a la familia. "A lo mejor tiene algún número ahí", decía, señalando una bolsa arrugada de Ikea llena de cachivaches. "Pero yo no voy a tocar".

"Buena decoración, ¿eh?", le dijo Younes a un redactor de este periódico que hacía un reportaje sobre el Viaducto la semana pasada. Se refería a las vistas de la Almudena que tenía desde su cama. Le contó que ya no iba a la oficina del paro. "¿Para qué? El trabajo está fatal. Recojo chatarra por las calles y la vendo los domingos en el Rastro. Me da para café y tabaco". Después le pidió un euro para un café.

Said, marroquí de 31 años, se enteró de la muerte de su amigo por la tarde, al salir "del Calcuta", el comedor de la parroquia de Santa María de la Cabeza. "Buena gente", dice él también de Younes. "Le vi anteayer, en el Rastro. Llevaba chatarra para vender". Hacía mucho tiempo que se conocían. "Él llevaba tres años viviendo aquí y creo que su familia no lo sabía. Debían pensar que estaba en un albergue". Aunque era "simpático", Younes "siempre estaba muy triste", relata. "Escuchaba, pero hablaba poco. No estaba bien. Tomaba pastillas del médico. Le pasó algo con una chica. Un amor antiguo. No lo quiso contar nunca". Younes había trabajado de albañil "con su cuñado de Getafe". Pero el trabajo se acabó. Ahora, añade Said, "cobraba el paro o algún subsidio".

La policía cree que a Younes le asesinó un compatriota, probablemente uno de los que duermen por la zona. "Parece que fue por una discusión", confirmó ayer una portavoz, "pero no se sabe nada más del móvil". A última hora no se habían producido detenciones. Los compañeros de camastro de Younes, a excepción de Driss, no aparecieron por allí en todo el día. "Esos tienen que saber qué pasó; tuvieron que verlo", dice Said con la mirada puesta en los lechos bajo la bóveda. "Fue una noche movida, con el fútbol. Hubo mucho jaleo por la calle y muchos borrachos", recuerda, como para buscar una explicación. A falta de una, culpa al Viaducto: "Con tantos muertos, este puente está maldito".

En primer término, el colchón donde dormía Younes B., el hombre asesinado ayer, bajo uno de los arcos del Viaducto.
En primer término, el colchón donde dormía Younes B., el hombre asesinado ayer, bajo uno de los arcos del Viaducto.LUIS SEVILLANO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_