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Columna
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El fantasma del desconcierto

Un fantasma recorre el mundo: el desconcierto.

Ante la crisis económica más profunda desde 1929, políticos y pensadores se encuentran desconcertados. Las viejas normas ya no sirven.

Británicos y estadounidenses hablan de nacionalizar sus bancos. La izquierda gobernante echa millones de euros en sus arcas para salvarlos. Empresarios españoles piden la suspensión temporal de la economía de mercado. Quieren socializar las pérdidas.

Las noticias más sorprendentes asaltan las primeras páginas de los periódicos: en la rica California, los funcionarios dejarán de trabajar dos días al mes porque el Estado no tiene dinero para pagar sus salarios completos. El gobernador Schwarzenegger culpa de la bancarrota al colapso del mercado inmobiliario, a la crisis financiera y a la recesión. ¿Les suena?

Los mejores analistas y los políticos más experimentados son incapaces de encontrar una salida a la crisis. Hace un par de semanas, la revista conservadora Time publicaba un informe sobre qué pensaría Marx hoy de la situación económica mundial.

Tony Blair, ex primer ministro británico, aporta esta afirmación al reportaje de Time: "Pregunta a los expertos qué hacer y la respuesta más honesta será: no lo sé".

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No lo sabe Tony Blair y no lo sabe nadie. Todo el mundo está dando palos de ciego.

Por ello, gobiernos y oposiciones de todos los colores trabajan juntos para encontrar una salida a la crisis. Obama acaba de pactar su plan -con algunas dificultades- con la oposición republicana. En España, Zapatero ofrecía el martes en el congreso un gran pacto nacional para superar "la peor recesión global" de la historia.

¿Y en Andalucía? ¿Qué hacen los políticos andaluces?

Entre la confusión reinante, quedan todavía algunas certezas. La principal, que los más perjudicados, como siempre, serán los que menos culpa tienen: los trabajadores. Por ello, es prioritario atenderlos. No se puede esperar a que el mercado -ese mito que todo lo resuelve- se recupere.

Millones de personas están siendo despedidas en todo el mundo. España se encamina hacia los cuatro millones de parados y Andalucía hacia el millón.

Ante esta tragedia, se perfilan dos planteamientos contrapuestos: mientras la izquierda estudia cómo proteger mejor a los desempleados, la derecha habla de flexibilizar el despido. Zapatero lo dejó claro en el Congreso: "Hay que mantener e incluso incrementar la cobertura por desempleo, sea cual sea el número de parados que alcancemos". El presidente Chaves está en la misma onda.

Enfrente, la derecha política y económica se preocupa más por la empresa. El presidente de la patronal española, Gerardo Díaz Ferrán, resucita el "contrato de crisis": es decir, despidos más baratos. Los líderes del PP Mariano Rajoy y Javier Arenas le llaman "flexibilidad laboral".

El presidente Chaves iniciaba esta semana el VII Acuerdo de Concertación Social con patronal y sindicatos. Los seis anteriores arrojaron saldos positivos. Mientras, Arenas pide un pacto en el que entren todos: partidos, ayuntamientos, sindicatos, patronal y gobierno. Le ha faltado añadir hermandades y peñas. Más que un pacto, un totum revolutum. Es decir, un no pacto.

Mañana, Chaves recibe a los líderes del PP y de IU. El popular ya ha advertido de que acude al encuentro "sin ninguna esperanza". Lógico. Ya tiene preparada su pancarta para el domingo, en Málaga.

Unos y otros se encuentran ante una encrucijada histórica: se les juzgará por el papel que desarrollen en esta crisis. La derecha, si antepone sus (legítimas) ansias de volver al poder a la (prioritaria) solución de la crisis. La izquierda, porque tendrá que pensar si este sistema está agotado y hay que cambiarlo. Si pasamos del fantasma del desconcierto al fantasma del cambio.

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