Fuga entre las lápidas
Un preso huye en el funeral de su padre ayudado por sus familiares
Nada de limas en bocadillos. La familia de Ismael Arriero Valcárcel, de 26 años, alias Isma, optó por facilitarle la fuga en el cementerio de la Almudena el día del entierro de su padre. El plan era sencillo: unos apaleaban a los agentes que le custodiaban (dos guardias civiles y dos funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía) y cuatro mujeres se tumbaban en el suelo, impidiendo a los furgones policiales que le siguieran en la huida. Y así fue como Isma escapó ayer de la cárcel. Sólo tuvo que subirse en un Mercedes que le recogió después de la misa fúnebre.
A las 23.30 el sacerdote Celedonio se preparaba para decir los cinco minutos de responso en el crematorio. El coche fúnebre con los restos de Luis Arriero, de 57 años, llegaba al cementerio. Con él, unos 70 familiares. Y escoltado por la Guardia Civil, Isma, desde la cárcel de Soto del Real, donde llevaba entre rejas desde enero a la espera de un juicio por robo con violencia. "La misa había acabado y se estaban despidiendo cuando la liaron", explica una mujer que lo vio todo, pero prefiere no dar su nombre por miedo a represalias. Los agentes cedían la custodia del preso a los guardias civiles, que eran los responsables de devolverle a la prisión. Era el momento de la lágrima y el abrazo, pero los familiares de Isma se liaron a golpes con los agentes. Dos guardias civiles resultaron heridos leves y un policía sigue con pronóstico reservado.
"Tenían muy pala pinta", continúa la testigo, rememorando el numerito. Pero reconoce que en un principio no sospechó nada. Ni siquiera cuando una mujer empezó a chillar como una posesa y se tiró al suelo. "No es raro, muchas veces las familias se pelean y se chillan por ver quién se lleva las cenizas del difunto. O les da un ataque de ansiedad y tenemos que llamar al 112", asegura. A esa mujer tendida en el suelo, que según ella era una de las hermanas del detenido, la siguieron tres más, que también se tumbaron, profiriendo alaridos y pataleando. Su objetivo era impedir que los dos furgones policiales siguieran al Mercedes plateado que se llevó a Isma. Y lo lograron. La policía tuvo que resignarse a verle huir.
"A mí me iba a dar algo", comenta, junto a una de las personas que trabaja en una de las floristerías del cementerio, que sólo vio de refilón la espantada. Llevan todo el día hablando del suceso y repitiendo: "Ha sido de película". Pero corta, porque apenas duró unos minutos de forcejeos y manotazos. A última hora de ayer no había ninguna persona detenida.
Isma es un viejo conocido de los agentes. Alunicero, extorsionador, secuestrador... En su expediente suma 35 actos delictivos variopintos. Con 21 años, en 2003, ya fue condenado a prisión. Cuando salió, se unió a la banda del Niño Sáez, una organización que mientras estuvo activa se hizo con varios millones de euros a base de robos y asaltos. La policía detuvo al grupo en diciembre de 2005 y con él a Isma. Su última entrada en prisión fue en enero, acusado de robo con violencia. Supuestamente, Isma pertenecía a una banda hispano-kosovar que extorsionaba y secuestraba a empresarios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.