La Casa Amatller regresará a 1900
La restauración de la planta noble del edificio del paseo de Gràcia costará cinco millones y permitirá abrirla al público como centro cultural del modernismo
Antoni Amatller fue un barcelonés polifacético del siglo XIX que compaginó la dirección de su empresa de chocolate, un auténtico imperio, con su afición a la pintura, la música, el coleccionismo y la fotografía. En 1898 encargó la reforma de su vivienda, en el número 41 del paseo de Gràcia, a Josep Puig i Cadafalch, uno de los mejores arquitectos modernistas, que la convirtió en uno de los emblemas de la ciudad, del que hasta ahora sólo podía visitarse la planta baja. Cuando finalice un ambicioso proyecto de restauración, que durará cerca de tres años, se podrá acceder a la planta noble del edificio, el único interior modernista que conserva el mobiliario y la decoración original de 1900. De esta forma, se pretende crear un centro de referencia que explicará el modernismo en Barcelona.
En el salón del piso principal, entre paredes tapizadas de terciopelo, artesonados, bargueños, tapices, óleos y una impresionante colección de vidrio romano, se oficializó ayer la firma del protocolo para restaurar la Casa Amatller entre los representantes de las instituciones que aportarán los 4.998.551 euros necesarios para las obras: Rafael Spottorno, director de la Fundación Caja Madrid (50%); Jordi Hereu, alcalde de Barcelona (20%); Joan Manuel Tresserras, consejero de Cultura y Medios de Comunicación de la Generalitat (20%), y Santiago Alcolea, director de la Fundación Instituto Amatller de Arte Hispánico (10%), propietaria del edificio.
Spottorno explicó que el proyecto consiste en convertir el edificio en "un centro cultural de relevancia internacional que explique el modernismo". Caja Madrid, añadió, "se compromete a garantizar su viabilidad hasta 2023". Jordi Hereu calificó el edificio de "caja de bombones", haciendo un juego con la profesión del primer propietario, que "rompió con los cánones de altura, forma y color impuestos por Ildefons Cerdà en el Eixample".
Alcolea, que calificó la jornada de "día grande para la Casa Amatller", explicó que el primer paso del proyecto está a punto de concluir. Se trata de la restauración de la fachada, que comenzó en octubre de 2007 y que a principios de 2009 terminará tras consolidarse los elementos alterados por el paso del tiempo y devolver el color a los esgrafiados. La segunda fase consistirá en reubicar la biblioteca y la fototeca (con más de 30.000 títulos y 360.000 negativos) que ahora ocupan la planta noble para situarlas en el segundo piso. Cuando acabe el traslado comenzarán los trabajos de restauración y adecuación del piso noble a las necesidades actuales de la visita turística. Según Alcolea "devolver el aspecto de 1900 a la vivienda será fácil por el gran número de fotografías que realizó Amatller de su casa".
El plan de restauración, dirigida por el arquitecto Salvador Tarragó, también prevé intervenir en el estudio fotográfico de Amatller, situado tras el característico remate escalonado de la fachada. De momento no está previsto intervenir en las partes del edificio que están alquiladas: las dos plantas superiores, la joyería Bagués situada en los bajos y el patio interior que ocupa la tienda Servicio Estación.
La manzana de los turistas
La Casa Amatller, de Puig i Cadafalch; su vecina la Casa Batlló, de Gaudí, y la Casa Lleó i Morera, de Domènech i Montaner, forman la llamada "manzana de la discordia", que evoca la disputa de tres diosas por conseguir los favores de Paris y que aquí rivalizaban en ser el más bello edificio. Hasta 2002 el equilibrio se mantuvo, pues las tres captaban por igual la atención de los millones de turistas que visitaban la ciudad. Ese año, la familia Bernat, propietaria de la Casa Batlló, abrió el interior de su edificio, que el año pasado recibió la visita de 500.000 personas. Los responsables de la Casa Amatller defienden un proyecto respetuoso con el interior y por eso no permitirán que la visiten más de 70.000 personas al año. Por último, la Casa Lleó i Morera, propiedad de Núñez y Navarro, no se puede visitar pues todas sus instalaciones están alquiladas a empresas.
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