_
_
_
_
_
EXTRA PORTUGAL

El mejor regalo de boda

Tras muchas dudas sobre el viaje de novios, cruzar la frontera se reveló como una decisión muy acertada. El maletero del coche regresó lleno de regalos

Nos casamos en Madrid a finales de junio, un modelo en el polo opuesto de las bodas de Belén Esteban y los Bono/Martos. La estación nos regaló un tiempo espectacular para que nuestras familias y amigos estadounidenses y españoles pudiesen reunirse y quedarse hasta muy, muy tarde durante muchas noches seguidas. Pero las fechas (encajadas entre el final del año escolar y el principio de las vacaciones de verano) nos planteaban un problema: ¿adónde ir de luna de miel?

Nuestros destinos soñados (Japón, Vietnam y Camboya) no prometían más que tifones y monzones y otros nombres exóticos para las lluvias que caen durante todo l verano. Pasamos horas haciendo girar la bola del mundo y descubriendo que los conceptos estadounidense y europeo de destino de luna de miel apenas tienen puntos en común. El tiempo eliminaba Asia, América del Sur y Australia, y votamos en contra de Polinesia, el Caribe y todo el Mediterráneo. Queríamos un destino de playa soleado y sexy, pero pronto nos encontramos hablando de Canadá e Irlanda.

Por suerte, nos quedamos sin inspiración antes de que nadie llegase a proponer Yalta. Decidimos posponer lo de Asia y, en vez de gastar dinero y tiempo volando a algún lugar al que realmente no queríamos ir, nos limitamos a cruzar con nuestro coche la frontera de Portugal con poco más que los trajes de baño, crema con protección solar y unas cuantas direcciones programadas en el GPS. Una semana después regresamos bronceados, relajados y con un kilo o dos más. También traíamos el coche lleno de antigüedades, alfombras tejidas a mano, cerámica y algunos excelentes vinos con los que aprovisionar nuestro nuevo hogar. Fue el mejor regalo de boda que podíamos habernos hecho.

Tras despedirnos de la familia, salimos de la ciudad exhaustos conduciendo por la A-5 y casi nos derrumbamos al llegar al maravilloso hotel Convento do Espinheiro, a las afueras de Évora. A nuestras maletas las enviaron a la habitación y a nosotros al spa, donde nos aplicaron algunos tratamientos de emergencia. Dos horas después estábamos junto a la piscina, degustando la primera de las muchas botellas de Marqués de Borba blanco que pediríamos durante el viaje, mientras el sol se iba poniendo y la fragancia de la lavanda perfumaba el aire. Al anochecer, las agujas barrocas iluminadas de Évora nos hacían señas en la distancia, pero no salimos del hotel. Ubicado en un convento del siglo XV hermosamente restaurado, Espinheiro es de todo menos monástico; una mezcla de lujo de cinco estrellas moderno y esplendor barroco. Y tiene su propia capilla, que es espléndida.

Después de un baño y otro masaje a la mañana siguiente, nos dirigimos a la ciudad para comer en la Tasquinha d'Oliveira, un diminuto restaurante de 14 plazas en el que una enorme selección de petiscos (como chuletas de cordero lechal, cangrejo fresco, pulpo a la parrilla, tortillitas de bacalao, ensalada de garbanzos con hierbas frescas y otros pequeños platos) nos dejó demasiado llenos como para pedir un plato principal. Salimos del restaurante para admirar los restos del Templo de Diana y otras maravillas arquitectónicas que le han valido a la ciudad de Évora el título de la Unesco de Patrimonio de la Humanidad.

A unos 45 minutos al sureste, sobre una colina, se encuentra la pintoresca ciudad de Monsaraz, en la que escapamos al calor de la tarde gracias a la sombra de una vieja higuera situada nada más pasar las puertas de la ciudad. Desde lo alto de las murallas de a antigua fortaleza, Monsaraz parece flotar sobre el vasto nuevo lago creado por el embalse de Alqueva, con la vecina Extremadura visible en la distancia. El zumbido de una rueca nos condujo al interior de una tienda llamada Mizette, en la que centenares de alfombras y mantas de colores brillantes se apilaban por toda la superficie disponible. Engatusados por el vendedor, que nos ofreció información privilegiada sobre el mercado inmobiliario local, así como sobre técnicas de tejido tradicionales, salimos de allí con dos bonitas mantas de lana tejidas a mano.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Fiebre compradora

Por el camino de vuelta a Espinheiro, proseguimos con la fiebre de las compras en los talleres de cerámica de São Pedro do Corval y en la enorme bodega Herdade do Esporão. Nuestros amigos de Lisboa nos habían dicho que todas las parejas portuguesas compran alfombras en Arraiolos cuando se casan, así que pensamos que podíamos verlas también y llegamos a la ciudad justo cuando los tenderos se quitaban sus mandiles de cuadros y recogían la mercancía. Con una colección interminable de estampados inspirados en todo tipo de motivos, desde azulejos islámicos hasta tapices renacentistas, y con un precio mínimo de 200 euros por metro cuadrado, decidimos que sería mejor regresar cuando tuviésemos más tiempo para comprar y más espacio en el coche.

Al día siguiente estábamos preparados para disfrutar de la playa, aunque gran parte del romanticismo y la diversión del viaje consistía justamente en ir de un lugar a otro. Girando por la carretera N-253 hacia el mar, el paisaje pasó de repente de un color ocre polvoriento a un verde brillante cerca de Alcacér do Sal, donde arrozales como los que se pueden ver en Camboya o Vietnam se extendían por el delta del río Sado. Al dirigirnos directamente hacia el sur en dirección a Grándola, nos paramos en un puesto de frutas junto a la carretera, a la sombra de un denso pinar, donde nos ofrecieron unas gigantescas rodajas de la sandía más dulce y jugosa que hayamos probado nunca.

Al alejarnos del puerto industrial de Sines, tuvimos nuestra primera visión del Atlántico y nos detuvimos a comer en Trinca Espinhas, en la Praia São Torpes, una amplia franja de arena con grupos regulares de grandes olas que la han convertido en un lugar popular para practicar surf. Entre la multitud de surfistas a la última moda, la elegante decoración azul y blanca del restaurante y los asombrosos platos de pescado, como el lenguado con açorda, o especialidades brasileñas como el filete de picanha con frutos secos, sin duda habíamos recalado en el lugar adecuado.

Estábamos ya dentro del Parque Natural do Sudoeste Alentejano e Costa Vincentina, una enorme reserva natural que se extiende desde São Torpes hacia el sur hasta llegar a Sagres, en la punta de la costa occidental portuguesa, y en la que algunas de las más espectaculares y prístinas playas de Europa aguardan protegidas del desarrollo actual y sólo brilla en ellas lo poco que ya existe. La costa, en la que apenas se encuentra un rastro de la intervención humana (rediles para ganado y unas pocas granjas), se alarga como una cadena interminable de playas apartadas con vistas abiertas al mar. Estábamos justo a una hora de Zambujeira do Mar, adonde nos dirigíamos para pasar la noche, pero las olas nos llamaban y paramos dos veces para descender por los acantilados y nadar en pequeñas calas a nuestra sola disposición.

Hotel en una granja

Abrazada a una colina, detrás de una profunda cala en forma de U, Zambujeira do Mar es una de las pocas ciudades alentejanas que realmente tiene vistas al mar, y las mejores de ellas son las de la diminuta iglesia blanca colgada sobre la playa principal. Como la mayoría de los hoteles del parque, el Herdade do Touril está ubicado en una antigua granja y tiene unas pocas suites repartidas por los edificios anexos en las tierras de alrededor. La nuestra tenía una gran cocina provista de todo lo necesario para desayunar: zumo, yogur, quesos, jamón, mantequilla y mermelada. Por la mañana, nos trajeron pan recién hecho y pastel de manzana casero.

Tras varias horas sobre la arena de la Praia do Carvalhal, pusimos rumbo al sur hacia Azenha doMar para disfrutar de una de nuestras más memorables comidas de este siglo: una tortilla de queso absolutamente sencilla seguida por un arroz con marisco condimentado con tomate y cilantro. Aún hablamos de esa tortilla, perfectamente cocinada y con el sabor exacto que deben tener los huevos y el queso. Nos la sirvieron acompañada por una gran ensalada y unas excelentes patatas fritas; y por 3,60 euros. El arroz llegó dentro de un gran caldero y habría dado para 10 personas, así que no nos sentimos culpables por pedir una segunda botella de Marqués de Borba blanco.

Al día siguiente fuimos en dirección sur hasta Sagres, en la punta suroccidental del Algarve, donde Enrique, el Navegante, organizó su academia para dominar los océanos del mundo.

A la luz cristalina de este cabo barrido por los vientos, el recién restaurado hotel Memmo Baleeira, completamente blanco, brilla como la plata al sol. Al haber aprendido a confiar en las recomendaciones del personal de los hoteles, nos encaminamos a Vila Velha, a cinco minutos andando del hotel. Al haber aprendido también cómo son las raciones de los restaurantes portugueses, compartimos un plato de pasta integral con setas silvestres y pesto casero y una cazuela de langosta, vieiras y langostinos, inmersos en un caldo burbujeante con sabor a ajo y cilantro. Estaba tan bueno que la noche siguiente volvimos para repetir.

Un bullicioso chiringuito

Situada prácticamente en medio del océano, Sagres es un paraíso para los surfistas, y la playa de Zavial, orientada hacia el sur, la favorita de sus habitantes. Después de comer en su bullicioso chiringuito, nos dirigimos con el coche a la cara oeste del Cabo São Vicente y luego bajamos 200 escalones hasta la resguardada Praia do Beliche, posiblemente una de las calas más bellas de Europa.

Tras haber decidido que queríamos que nos mimasen un poco más antes de volver a casa, nos dirigimos hacia el norte, a Cascais, para pasar dos noches en el hotel Villa Itália, antigua casa del Rey Umberto II de Italia y, desde hace un año, un glamuroso destino turístico de cinco estrellas con vistas a la Boca del Diablo. Tiene un enorme spa con un centro de entrenamiento excelente, en el que intentamos quemar todo el arroz y el Marqués de Borba.

El domingo por la mañana, muy a regañadientes, entregamos las llaves de la habitación y tomamos el camino de casa. Al pasar por Lisboa, nos acordamos del rastro de Alfama y dimos un rápido rodeo que tuvo como resultado una peculiar copia portuguesa de los años cincuenta de una silla clásica de Charlotte Perriand, pero con mucha más personalidad.

Ahora se encuentra en nuestra habitación de invitados, con una bonita manta hecha a mano cubriendo uno de sus brazos. Si una luna de miel debe ser el mejor viaje de la vida, ¿por qué no hacer uno que se pueda repetir una y otra vez? Japón tiene muchas expectativas que cumplir.

» Andrew Ferren es periodista estadounidense. Colabora en el suplemento de viajes de The New York Times y en la revista Travel&Leisure

Más propuestas e información práctica en la Guía de Portugal

Puesta de sol en el mar de Sagres, en la punta suroccidental del Algarve
Puesta de sol en el mar de Sagres, en la punta suroccidental del AlgarveGONZALO AZUMENDI
Surf en la playa de Guincho, en Cascais
Surf en la playa de Guincho, en Cascais

GUÍA

Dormir

» Hotel y spa Convento do Espinheiro (00 35 12 66 78 8200; www.conventodoesphinheiro.com). Évora, 7000. Habitación doble desde 280 euros.

» Hotel Herdade do Touril de Baixo (00 35 19 37 81 16 27;www.touril.pt). 7630-229, Zambujeira do Mar/Beja (litoral alentejano). Desde 80 euros.

» Hotel Memmo Baleeira (0035 12 82 62 42 12, www.memmobaleeira.com). Sagres, 8650-357. Algarve. 80 euros.

» Hotel y spa Grande Real Villa Italia (00 35 12 10 96 60 00; www.hoteisreal.com). Rua Frei Nicolau de Oliveira, 100. Habitación doble desde 355 euros.

Comer

» Tasquinha d'Oliveira (00 35 12 66 74 48 41). Rua Candida dos Reis, 45-A. Évora. Petiscos desde 5 euros el plato.

» Trincas Espinhas (00 35 12 69 63 63 79). Praia de São Torpes. Sines. Litoral alentejano. Entrantes de pescado, 12 euros.

» Vila Velha (00 35 12 82 62 47 88; www.vilavelha-sagres.com). Rua Patrão Antonio Faustino. Sagres. Algarve. 30 euros.

Comprar

» Sempre Noiva (00 35 12 66 49 00 40). Rua Alexandre Herculano, 33. Arraiolos. Alfombras de todo tipo.

» Mizzette (00 35 12 66 55 71 59). Rua dos Celeiros. Monsaraz. Mantas y alfombras.

» Herdade do Esporão (00 35 12 66 50 92 80; www.esporao.com). Reguengos de Monsaraz. Recorrido por la bodega.

Información

» www.visitportugal.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_