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Columna
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Hacer la ola

Hace unos meses leí una noticia en la agencia Efe que contaba que unos 300 chinos hacían un curso especial para aprender cómo hacer la ola. Iban a ser los encargados de conseguir que funcionara en las Olimpiadas ese efecto dominó que se ha convertido en un festejo en los grandes estadios y que se vio, por primera vez, en el Mundial de México 86. Una iniciativa parecida tuvo una televisión alemana, que llegó a publicitar un sesudo artículo para promocionar la ola en el Mundial de este país.

En él se explicaba que la ola avanza por las gradas en el sentido de las agujas del reloj y que, de estar bien hecha, debía desplazarse a una velocidad de unos 20 asientos por segundo, o sea a unos 40 kilómetros por hora. Los expertos en olas dicen que hay que aplaudir un mínimo de once veces para conseguir que el aplauso general se prolongue lo suficiente.

Ya sé que es una tontería, pero se me ocurre, en este año de crisis y de tan pocas alegrías económicas y políticas, practicarla con las ocurrencias más divertidas de los políticos. Por ejemplo, se imaginan que, cuando compareciera en el Parlamento el Consejero de Empleo, Antonio Fernández, los diputados se levantaran de sus asientos para festejar sus últimas declaraciones. Las hizo nada más se conocieron los datos del paro en septiembre, que elevan a 641.000 el número de desempleados: "Siendo un mal dato es menos malo en relación a España, donde el paro crece un 30% y en Andalucía un 28%".

Ensayado con el consejero, el siguiente festejo podría ser con Javier Arenas. La ola avanzaría por las gradas del Parlamento como las agujas del reloj para homenajear al presidente del PP andaluz quien, tras conocer que la inversión del Estado en 2009 en Andalucía será de 4.410 millones y por tanto, equivalente al peso de la población, dijo: "Estamos ante la mayor agresión a Andalucía en la historia de su autonomía". Arenas acusó al Gobierno de excluir a 750.000 andaluces, la diferencia entre el censo de 1999 con respecto al avance de 2008, obviando que 1999 es el año base acordado por todas las comunidades para reconocer la población.

Lamentablemente la ola llegaría algo tarde para festejar una de las grandes ocurrencias de la legislatura. La dijo la consejera de Medio Ambiente, Cinta Castillo, en el Parlamento y fue tan espectacular que más que una ola hubiera merecido una marejada. Fue después de que un juez de Almería declarara nula la licencia del hotel Algarrobico y acusara a la Junta de actuar con "abulia y desidia" en la tramitación del expediente, amén de reprocharle la modificación de los planos del parque de Cabo de Gata para decir que el hotel era legal. Castillo declaró: "Eso es literatura que adorna el fallo".

También se me ocurre que se podría festejar lo obvio. Por ejemplo, las declaraciones del subdelegado del Gobierno en Málaga, Hilario López Luna, tras la detención de dos policías locales en Marbella acusados de agredir y violar a varias prostitutas. "Este tipo de situaciones son minoritarias y rechazables, y la encarcelación de los agentes demuestra que la ley es igual para todos. La mayoría de los policías son gente honesta". No se pueden imaginar los subdelegados del Gobierno el peso que sus obviedades nos quitan de encima cuando hablan.

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Incluso, qué les parece festejar lo sorprendente. Una oleada de olas para el anuncio de la Junta de construir un megahospital en Málaga. Y una ola para su alcalde, que se opone a que sobre los suelos de los actuales hospitales se levanten pisos. Está bien su postura, pero tiene gracia que el gobierno del PP esté ahora en contra de levantar más viviendas y ofrezca incluso dinero para evitarlo. Y un tsunami para la democracia interna en el PP. Joaquín Ramírez perdió todos sus avales para repetir en la presidencia de Málaga tras una llamada de la ejecutiva regional. La ola de apoyos se fue para Elías Bendodo.

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