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Reportaje:

Viaje por los hilos de la historia

Un museo del Rastro exhibe cuatro centenares de teléfonos de hasta 140 años

En Madrid, en la calle de Arganzuela, junto al Rastro, existe un comercio en el cual se exhiben la prehistoria y la historia del teléfono, antes de su transformación en portátil. Un hombre hecho a sí mismo, José Antonio Rodríguez, de 61 años, lleva dos décadas coleccionando teléfonos históricos que exhibe en el escaparate y en el interior de su establecimiento, verdadero santuario de la paleotecnología de las comunicaciones.

Cada unidad tiene su rótulo, alguno de ellos envuelto en el misterio. "Teléfono de la Casa Real de Rusia, cuya historia debe permanecer oculta", reza una cartela bajo un aparato de extraordinaria belleza, con una cariátide de turgente pecho labrado en oro, sobre cuya espalda de asienta un bruñido auricular. A su lado, otro aparato telefónico, con la forma de un candelabro, en plata maciza, muestra en medio del manubrio una corona real: "Perteneció a la reina Victoria Eugenia y fue un regalo que le hizo su pariente el zar Nicolás II de Rusia", explica Rodríguez.

Fregenal de la Sierra fue el primer lugar de España donde funcionó

Posar la mirada en las repletas estanterías de su tienda proporciona una lección panorámica de historia europea e hispana -sobre todo de la época de Franco-, amén de un relato sobre los orígenes de la vida contemporánea. Llama la atención la cuidada conservación de los aparatos, entre los que destaca un artefacto de medio metro de envergadura, en cuya parte superior dos embudos concéntricos sirven, casi contiguamente, para hablar y escuchar. El artificio se conecta a un complejo mecanismo de cobres, imanes y latones, atornillado, sobre una reluciente peana de madera. Se trata de un prototipo arcaico, que data de 1873, surgido del magín del norteamericano de ascendencia irlandesa, Alexander Graham Bell, a quien todos consideran padre de la telefonía, si bien fue un italiano, de apellido Meucci, el verdadero inventor... pero se retrasó a la hora de patentarlo. Un dictáfono marca Columbia Graphophone, de 1907, presumiblemente perteneciente a Theodore Roosevelt, revela su compleja hechura. No lejos del brillante artefacto, un teléfono de los denominados de candelero, marca Grammont, luce un escudo de un ducado del norte de Italia junto a otro rubricado por J. Mousseau, que data de 1877. "Pocos saben que el invento atribuido a Bell en torno a 1870 halló su primera manifestación en España en la localidad extremeña de Fregenal de la Sierra", cuenta José Antonio Rodríguez. "Corría el año 1880. Un potentado local, Rodrigo Sánchez Arjona, recién llegado de París donde había contemplado con asombro el nuevo invento, adquirió un modelo Gower Bell y lo trajo a Extremadura. Allí pidió permiso para establecer la comunicación pionera tras tender una red eléctrica de ocho kilómetros entre su casa y su finca. La logró. Luego intentaría ampliarla a Sevilla y Cádiz, pero no fue autorizado".

La primera comunicación en Madrid partió del palacio Real, muchos de cuyos teléfonos históricos, asegura Rodríguez, se exhiben en este establecimiento; algunos pertenecieron al mismísimo despacho de Alfonso XIII.

Signado con el escudo de España rematado por el castillete republicano, surge uno más que perteneció a Manuel Azaña, presidente de la República. No lejos figura otro artefacto de gran empaque, utilizado por Antonio Goicoechea cuando era gobernador del Banco de España. En un anaquel cercano, el escudo franquista estampa los auriculares de varios aparatos de asombrosas proporciones, que fueron construidos en Ferrol y utilizados en El Pardo.

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Otra estantería muestra un curioso aparato que perteneció al líder falangista José Antonio Primo de Rivera: en vez de disco plano, muestra una suerte de esferas perpendiculares al eje del aparato que, al ser accionadas, recorren un círculo de abajo arriba del modelo, en baquelita negra. Este tipo de teléfono fue denominado Heraldo, de unos dos kilos de peso. Fue asiduamente fabricado durante cinco décadas, a partir del primer tercio del siglo XX, aunque con el disco plano sobre su frontis.

Los teléfonos conviven con ingenios sorprendentes, como una máquina encriptadora alemana Siemens, adquirida y usada por el Estado Mayor de Franco, muy semejante a la famosa Enigma, utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial por el espionaje militar de Hitler.

Lo más curioso es que José Antonio Rodríguez, el propietario de estos 400 aparatos -hasta 2.000 atesora en otro lugar-, no los vende, sólo compra teléfonos históricos y en casos excepcionales. "Hace dos años rechacé una oferta de una compañía de Canadá que quería montar allí un museo. Me ofrecía 120.000 euros anuales por prestar mi colección, pero me opuse. Prefiero dejarla en España, por si alguna institución quiere adquirir el prestigio que estas maravillas pueden conferirle", dice con orgullo.

José Antonio Rodríguez, en su museo del teléfono antiguo de la calle de Arganzuela.
José Antonio Rodríguez, en su museo del teléfono antiguo de la calle de Arganzuela.SAMUEL SÁNCHEZ

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