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Fabra asegura que "hijo de puta" es "una frase corriente en Castellón"

María Fabra

"Es una frase bastante corriente en nuestra provincia". Así justificó ayer el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra (PP), el insulto que propinó el pasado julio al portavoz socialista de la corporación y alcalde de Benicàssim, Francesc Colomer, a quien llamó "hijo de puta". Lejos de disculparse, como le pedían los socialistas, Fabra negó ayer el turno de palabra a Colomer cuando, precisamente, se hablaba de democracia.

En realidad, nadie esperaba que Fabra pidiera perdón por su insulto en aquel pleno. Entonces, nada más levantar la sesión en la que Colomer le había preguntado por sus causas judiciales -está siendo investigado por presuntos delitos contra la Administración pública y fraude fiscal- Fabra, dirigiéndose a su vicepresidente, con el micrófono aún abierto, dijo: "Qué hijo de puta". Ayer se justificó: "Pronuncié una frase bastante corriente en nuestra provincia de la que usted se sintió personalmente aludido. Yo le pregunto, señor Colomer, por qué se sintió aludido", dijo con sarcasmo.

Hace unos días, Fabra aseguró que daría explicaciones a Colomer "a la carita". Pero ayer no dejó que, tras la retahíla que le espetó al portavoz del grupo mayoritario de la oposición, éste pudiera hablar, ni por alusiones ni en los ruegos y preguntas.

Después de que Fabra acusara a Colomer de faltar a la verdad, el Grupo Socialista emitió un comunicado. "La actitud cobarde y escapista del presidente a la hora de negarle la palabra [a Colomer] se ha debido únicamente a la necesidad de impedir que se diga la verdad sobre sus escándalos políticos", señalaban. Y añadían: "Es rotundamente falso que Fabra haya facilitado la información solicitada por la Agencia Tributaria, ya que, entre otras cosas, se desconoce el origen de los más de 100 millones de pesetas que ingresó en sus cuentas en un año y que, según Hacienda, escondió a la Agencia Tributaria".

El salón de plenos de la Diputación apareció más concurrido que nunca. Entre el público había varios de los más de 30 cargos de libre designación de Fabra, que cumplieron su tarea: aplaudir y evitar que se oyera cualquier voz que no fuera la del presidente. Al acabar, Fabra se negó a atender a algunos periodistas y abandonó la Diputación evitando las cámaras.

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