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Reportaje:ARQUITECTURA

¿Ciudad contemporánea? Consulte su locutorio

Más de la mitad de los caboverdianos viven lejos del archipiélago atlántico. Forman una comunidad dispersa, conectada por una red internacional de locutorios telefónicos. Establecimientos que con su decoración evocan paisajes que muchos hijos de emigrantes, que se consideran caboverdianos, jamás visitaron. Y que, además de los servicios propios de un locutorio, ofrecen cortes de pelo e ingredientes para cocinar a la manera de Praia. A diferencia de otras arquitecturas, estos locales pasan desapercibidos en la mayoría de las ciudades y, sin embargo, son puntos de inmersión y acceso a formas urbanas que la explosión de las migraciones y de las tecnologías de telecomunicación han hecho habituales. Pero son además construcciones que ponen sobre la mesa nuevas posibilidades para la arquitectura contemporánea. Todo esto forma parte del estudio Dispersion, a Study of Global Mobility and the Dynamics of a Fictional Urbanism que el colombiano Diego Barajas presenta en como parte de la sección Arquitectura Experimental del Pabellón de Italia de la Bienal de Arquitectura de Venecia, que se inaugura hoy. Los comisarios Aaron Betsky y Emiliano Gandolfi incluyen también el Edificio Jardín Hospedero y Nectarífero en Cali (Colombia), que Barajas desarrolló con Camilo García -su socio en la oficina HUSOS, con sede en Madrid-. El edificio combina una vivienda compartida con un taller de diseño de estampados sobre tejidos. Sus fachadas son el soporte de una vegetación que hospeda y alimenta a la variedad de mariposas de las que la ciudad de Cali es una potencia mundial. Con las telas, las amigas que componen la modesta comunidad internacional que comercializa los diseños del taller, recibe folletos diseñados para convencerlas de cultivar plantas como las que cubren el edificio. Folletos que ellas a su vez regalan a sus clientes. El mismo canal por el que los estampados se distribuyen promueve la expansión del hábitat de las mariposas que sirven de modelo e imagen corporativa al taller. Un hábitat discontinuo, pero conectado por redes que, como las de los caboverdianos, son al mismo tiempo afectivas, comerciales y tecnológicas.

Son trabajos que entienden los edificios como actores materiales que contribuyen a definir los límites de lo que puede llegar a ocurrir

Desde mediados de los noventa buena parte de los arquitectos de referencia han concentrado su atención en los procesos por los que las ciudades pierden diferencias, como requisito necesario para conectarse a circuitos interurbanos homogéneos. La participación de Gandolfi junto a Betsky ha hecho posible incluir entre los seleccionados para el Pabellón de Italia a un pequeño número de arquitectos que, partiendo del análisis exhaustivo de realidades concretas, desvelan, bajo la aparente regularidad de la ciudad contemporánea, cómo operan las nuevas formas de singularidad deslocalizada. Son también trabajos que entienden los edificios no tanto como soportes neutrales, ajenos a los procesos políticos o sociales, sino como actores materiales que contribuyen a definir los límites de lo que en nuestro día a día puede llegar a ocurrir.

¿Qué debe hacerse con las infraestructuras abandonadas que fueron diseñadas y utilizadas en el pasado para vigilar y reprimir a una parte de la población? Ésta es la pregunta a la que pretende dar respuesta el Decolonizing Manual del equipo formado por Sandi Hilal y Alessandro Petti (activistas políticos y arquitectos instalados en Belén) y Eyal Weizman (con oficina en Londres). La demolición no suele ser recomendable, el coste de los trabajos y el poder contaminante de los escombros termina lastrando el desarrollo de la comunidad. El manual, que está siendo aplicado en los asentamientos de P'asago y en el antiguo campamento militar israelí en Oush Grab, pretende evitar que se repita la experiencia de los cincuenta. Cuando el ejército israelí reutilizó las infraestructuras militares construidas para vigilar y responder revueltas entre la población árabe de Palestina durante el mandato británico. La arquitectura era un agente central en el proyecto policial británico y fue en parte la arquitectura la que activó un proyecto similar en el nuevo contexto político. En Decolonizing Manual la transformación de los edificios forma parte de un empeño mayor, el de incrementar la representación de la población en la construcción de la vida pública. Cada paso conlleva necesariamente labores que a la arquitectura competen. Demoler tapias y retirar telas metálicas para permitir el acceso a parte de los espacios al aire libre. Restituir la titularidad del suelo a sus legítimos propietarios. Desmontar la visión estratégica de los edificios coloniales sobre los tejidos residenciales. Todo decidido en reuniones semanales de los representantes de los agentes sociales afectados, entre ellos los arquitectos. Para Gandolfi este trabajo ilustra la evolución del rol social del arquitecto. "El antiguo arquitecto que ofertaba servicios técnicos fue sustituido en la modernidad por el arquitecto idealista que, con un pensamiento utópico, creía saber qué quería producir y qué efectos tendría. Decolonizing Manual muestra cómo en la actualidad algunos arquitectos, conscientes del valor político de su trabajo, actúan como mediadores para poder contar con un espacio de acción. Pero hay algo más. Como puede verse en el proyecto Plus, de Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal, muchas de estas intervenciones son tácticas y requieren que los arquitectos salgan del estudio. La acción es el mecanismo para recibir una respuesta. Y es la capacidad de observar la que permite descubrir potencialidades y dificultades que sin ella quedarían ocultas". Potencialidades como las posibilidades de transparencia o la diversidad social que contienen los bloques de viviendas de los setenta en la periferia parisiense en que intervienen Lacaton y Vassal asociados a Frédéric Druot. Y debilidades como la escasa calidad espacial de sus interiores, el abandono de un gran número de viviendas y la falta de aprecio por el entorno que manifiestan muchos de los que viven en ellas. Un proyecto basado en una oportunidad: demoler y sustituir una vivienda social cuesta 167.000 euros. Con una octava parte puede no sólo ser renovada, sino incluso programar regalos arquitectónicos que aumenten la calidad de cada vivienda y del espacio público que comparten. Como sustituir muros de cerramiento por grandes ventanas allí donde existan vistas valiosas, prolongar las estancias de las casas en terrazas de nueva planta o eliminar tramos de escaleras en el acceso a los portales. Un trabajo que sólo puede hacerse casa por casa, deliberado con sus propietarios.

En definitiva. Parece que no sólo en Dubai se debate la arquitectura del presente. Puede que sea el momento de pensar que los locutorios, los procesos parlamentados para reconstruir sociedades en proceso de descolonización o las reformas de viviendas de bloques de la periferia contengan una parte de la arquitectura que quizás ya nos toca vivir.

La 11ª Bienal de Arquitectura de Venecia se celebra del 14 de septiembre al 3 de noviembre. www.labiennale.org/en/architecture/

Edificio Jardín Hospedero y Nectarífero en Cali (Colombia), de Diego Barajas y Camilo García, de la oficina HUSOS.
Edificio Jardín Hospedero y Nectarífero en Cali (Colombia), de Diego Barajas y Camilo García, de la oficina HUSOS.

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