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Columna
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Un día muy joyciano

Vicente Molina Foix

James Joyce es el vivo ejemplo del gran error de haber abierto la universidad a golfillos aborígenes que escupen en el Liffey". La frase, pronunciada aun antes de publicarse el Ulysses, es de sir John Mahaffy, ingenioso oficial de la ciudad, preboste del Trinity College, egiptólogo y maestro muy influyente de Oscar Wilde. No es ni mucho menos lo peor que se dijo del escritor dublinés en vida. La muerte y la gran industria del joycismo académico lo cambiaron todo, convirtiendo al esquinado hijo pródigo en enaltecido hijo predilecto. Dublín tiene ahora estatuas (una feísima cerca del Abbey Theatre), placas de recuerdo (incluyendo la que señala el cine que él abrió en 1909), centro cultural y museo James Joyce, pero la santificación se intensifica el 16 de junio de cada año, en una jornada que celebra y en cierto modo trata de repetir la mítica caminata que otro 16 de junio (de 1904) hicieron por las páginas del Ulysses Leopold Bloom y Stephen Dedalus.

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El día amanece pronto, y empieza cargado. Un completo desayuno irlandés se sirve, a partir de las 8.00, en el James Joyce Centre (35 North Great George's Street; www.jamesjoyce.ie): huevos, salchichas rellenas de puerco y puerro, tiras de beicon frito, y la inevitable cerveza para bajar lo anterior. Actores locales cantan y leen textos alusivos entre las mesas. Hay otras lecturas públicas, destacando las que se desarrollan en la torre Martello, una fortificación contra las fuerzas napoleónicas situada, a corta distancia en taxi o tren del centro de la ciudad, en la bonita playa de Sandycove. Abierta desde 1962 como Museo James Joyce, a iniciativa de la primera y valiente editora del Ulysses, Sylvia Beach, la torre sirve de fondo al arranque de la novela, y se recomienda practicar la escalera de caracol de la que surge el gordito Buck Mulligan antes de exclamar su memorable "Introibo ad altare Dei". Los muchos actos del Día de Bloom cuentan con sponsors culturales y también comerciales: destilerías, fábricas de embutidos y hasta los almacenes Marks & Spencer, que ofrecen por la tarde un té Bloomsday amenizado con canciones populares. Diversos paseos guiados llevan, a pie, en bici o en trolebús de época, a los lugares del Ulysses y otros libros del autor, no siendo raro ver policías de pega y señores a la usanza eduardiana. Numerosos participantes conocidos y otros más anónimos acaban el día haciendo eses al salir de los pubs. También eso es muy joyciano.

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