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Reportaje:

Los 'tiburones' se ponen las botas

Juan Villalonga es el penúltimo empresario en aterrizar en un club de fútbol

David Fernández

Oligarcas rusos, fortunas ligadas al petróleo, gestores de hedge funds, magnates estadounidenses, ex presidentes exiliados, especuladores de postín, celebrities de la fórmula 1... A finales del XIX se fundaron los primeros clubes de fútbol. Más de un siglo después aquel juego amateur se ha convertido en el mayor espectáculo de la sociedad de consumo. Dinero e influencia. Empresarios de todo pelaje se han lanzado a comprar equipos. El penúltimo en saltar al césped es Juan Villalonga. El ex presidente de Telefónica ha llegado a un acuerdo con el dueño del Valencia para gestionar el club y cobrar comisiones por cada operación que cierre.

El balón no es ajeno a la crisis económica, pero resiste la tormenta mejor que otros negocios. La Eurocopa de Suiza y Austria ha generado unos ingresos brutos de 1.300 millones de euros, un 50% más que la edición anterior celebrada en Portugal, según datos de la UEFA. La bonanza también llega a los clubes (sobre todo a los grandes): los 20 mayores equipos europeos facturaron en la temporada 2006-2007 por valor de 3.700 millones un 11% más que el año precedente. En sólo 10 años han triplicado sus ingresos. La fortaleza del negocio tiene también su reflejo en la Bolsa. Mientras el Euro stoxx 50, índice que agrupa a las mayores compañías del área euro, se desploma un 27% en el año, el indicador de Bloomberg que incluye a los clubes cotizados cede sólo un 6%.

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"El continuado interés por el juego, la desregulación del mercado televisivo, la convergencia de nuevas tecnologías y el reconocimiento del fútbol como contenido audiovisual están detrás del crecimiento de los ingresos", explican los expertos de Deloitte en su informe Football Money League.

Además del fuerte crecimiento de los ingresos por los derechos de televisión, otro de los factores que ha atraído a los tiburones de las finanzas a los palcos de los estadios son las operaciones urbanísticas. De los 20 clubes más ricos, la mitad está inmerso en alguna operación relacionada con la construcción de un nuevo campo o la ampliación del actual. El Valencia es uno de ellos.

Este cóctel ha provocado una hiperinflación que hace las delicias de los especuladores. El rey uzbeko de las materias primas, Alisher Usmanov, pagó a David Dein 75 millones de libras el pasado año por su 14,65% en el Arsenal. Dein había adquirido este paquete de acciones por menos de 300.000 libras en 1983. Otro ejemplo de plusvalías, en su caso aún latente, es Mohamed Al Fayed. El dueño de Harrods fue el primer extranjero en hacerse con un club inglés (hoy la mitad de la Premier League está en manos foráneas). Al Fayed compró en 1997 el Fulham por 30 millones de libras y hace unos meses rechazó una oferta de 120 millones.

Cantidades que en su día parecían desorbitadas hoy lucen atractivas. Roman Abramovich invirtió 500 millones de libras en el Chelsea. Los analistas creen que su apuesta fue inteligente porque la hizo en 2003, cuando aún no se habían disparado los precios. Situación similar ocurre con la inversión de Malcom Glazer en el Manchester United. El millonario estadounidense se hizo con los red devils en 2005 por 800 millones de libras. En los últimos meses el mercado ha especulado con el posible interés de un consorcio chino dispuesto a lanzar una oferta de 1.000 millones. Y es que pocas empresas pueden presumir de 333 millones de seguidores, el 5% de la población mundial.

Otro ejemplo de cómo aumenta en poco tiempo la valoración de algunos clubes es el Liverpool. Los empresarios estadounidenses George Gillet y Tom Hicks compraron en marzo de 2007 elclub de Anfield por 218 millones de libras y la promesa de construir un estadio. Para efectuar la operación pidieron un préstamo al Royal Bank of Scotland. Sin embargo, la crisis crediticia les ha puesto contra las cuerdas, situación que ha sido aprovechada por el fondo soberano dubaití DIC para poner sobre la mesa 400 millones de libras. Gillet quiere vender pero su socio no está por la labor y tiene bloqueado cualquier acuerdo.

Las deudas también presionan a la familia Sensi, propietaria del Roma. Los dueños de Italpetroli deben 350 millones de euros y sopesan desprenderse del club. Entre los posibles compradores suena George Soros. El especulador que tumbó la libra esterlina ya es accionista del Galatasaray.

La posible venta del equipo romano ha abierto el debate en Italia acerca de la propiedad extranjera de los clubes (el grupo estadounidense TAG se ha hecho con el Bolonia). Hasta ahora, han estado en manos de las grandes fortunas locales como Silvio Berlusconi (Milán), Massimo Morati (Inter) o la familia Agnelli (Juventus). Los dueños de Fiat dieron entrada en el capital de la Vecchia Signora a inversores libios vinculados a Muamar el Gadafi. El presidente de la federación italiana, Giancarlo Abete, ha llamado la atención acerca de una posible "invasión" de propietarios extranjeros en el calcio.

En marzo, la Bundesliga alemana discutió la apertura de su capital a inversores extranjeros. La mayoría de los equipos tienen una propiedad comunal que viene del siglo XIX y ven con envidia cómo la llegada de dinero foráneo ha revitalizado la Premier inglesa. De momento, se tienen que conformar con inversiones indirectas como el acuerdo de patrocinio que tiene Gazprom con el Schalke 04. El gigante energético ruso, que ya controla el Zenit de San Petersburgo, actual campeón de la UEFA, fichó como consejero a Gerhard Schroeder cuando dejó la cancillería alemana.

Además de empresarios, también han aterrizado políticos en los estadios. Es el caso de Thaksin Shinawatra, ex primer ministro de Tailandia que se exilió en el Reino Unido tras ser derrocado por un golpe de Estado. Shinawatra compró el Manchester City en 2007 por 81 millones de libras. La justicia tailandesa investiga la procedencia de los fondos.

La revolución en la propiedad enfrenta incluso a los organismos futbolísticos. El presidente de la FIFA, Joseph Blater, apoya la llegada de inversores foráneos a las ligas ya que es "buena para el juego". En cambio, el presidente de la UEFA, Michel Platiní, no está contento con la "jungla económica" que hace vulnerables a los equipos ante "oportunistas que sólo se preocupan por el dinero".

La prueba de que el fútbol se ha convertido en un activo de inversión más está en que ya ha vivido OPA hostiles (Joe Berardo intentó comprar sin éxito el Benfica). Incluso ha atraído a los hedge funds: el grupo Sisu controla el Southampton. Quizás lo poco que le resta por experimentar es el pinchazo de una burbuja. -

El millonario ruso Roman Abramovich, dueño del Chelsea, aplaude una jugada de su equipo en un partido frente al Aston Villa.
El millonario ruso Roman Abramovich, dueño del Chelsea, aplaude una jugada de su equipo en un partido frente al Aston Villa.REUTERS

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Sobre la firma

David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.

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