Locura turca
El equipo de Terim empata a Croacia en el último minuto de la prórroga y la gana en los penaltis
En un final de prórroga enloquecido, se adelantó Klasnic a falta de un minuto y respondió Semih a punto de tocar la bocina. Acostumbrada a la épica, Turquía replicó cuando ya nadie, ni sus aficionados, lo esperaban. Llegaron los temidos penaltis y aprovechó la ventaja psicológica de haber remontado una vez más. La pasión se impuso a la técnica. Falló el mejor, Modric, como suele suceder. También erró Rakitic. Y Croacia pagó caro el desacierto de sus delanteros, la añoranza de Da Silva. Le hizo falta un goleador de urgencia hasta que llegó Klasnic, el punta del Bremen, con un riñón trasplantado, para cabecear a gol un centro de Modric. No fue suficiente ante la épica turca.
A Croacia le sobraron ocasiones y le faltaron rematadores. Delanteros que sacaran partido de ese generador constante de jugadas que es Modric. Olic lo intentó de mil maneras, siempre equivocadas. Cuando no fue por errores suyos, fue por la respuesta de Rüstü, afilado a sus 35 años. Consciente de su inferioridad, Turquía sobrevivió hasta la prórroga y se lanzó entonces impulsada por la fuerza de Altintop, un coloso en el centro del campo.
La diferencia era Modric. Y esa capacidad suya para trazar el pase perfecto, en el momento y el espacio justo, entre un bosque de adversarios. Como el que le envió a Olic, que emuló a Mario Gómez y, a dos metros de la línea, disparó al larguero. El subsiguiente cabezazo de Kranjkar se fue alto. Justo en la portería abrazada por miles de croatas, que no daban crédito. Tampoco Modric, que golpeaba con las manos abiertas en el suelo en un gesto de rabia. A fin de dar buena cuenta de Modric, Terim había adelantado a Hamit Altintop, siempre pendiente de hacia dónde bamboleaba la melena lacia del croata. Modric es imposible de marcar, sin embargo, pues se mueve de aquí para allá, constantemente, buscando las zonas blandas del rival.
En este tipo de torneos, no es como uno llega, sino como se acomoda, crece, va sintiéndose mejor. Más o menos lo que le ha ocurrido a Turquía, lamentable ante Portugal y mejor tras sus remontadas. No se limitó a tratar de desactivar a Croacia, sino que intentó imponer su estilo. Algo anárquico si se quiere, muy errático en el fuera de juego, pero correcto en el manejo del balón. Apartado en el que sobresale Arda Turan. Con el centro de gravedad bajísimo y unas condiciones notables para el fútbol-sala por su habilidad para imantar la pelota. Y para inventar paredes. Ayer, además, se midió en la primera parte al larguirucho lateral Corluka. Un hueso de tal calibre que Arda, en la segunda parte, se cambió de banda.
El fondo croata empezó a echar humo al comienzo de la segunda parte: una exhibición de pirotecnia prohibida por la UEFA que contaminó el estadio. Al partido sí le faltaba dinamita y Bilic optó por dar entrada a Petric, delantero del Borussia Dortmund, en sustitución de un gaseoso Kranjcar. Pero Petric tampoco solucionó nada.
Las distancias entre Modric y el resto se acrecentaron. Croacia se empeñó en desperdiciar las mejores ocasiones. Rakitic echó el cuerpo demasiado atrás y el balón se le escapó altísimo tras una pared con Olic. Sacrificado a la orilla izquierda para no molestar a Modric, Rakitic pierde el protagonismo que tiene en el Schalke. Y, cuando Srna mandó a la escuadra izquierda una falta, allí voló Rüstü para despejarla.
Turquía llegó con más oxígeno a las prórroga. Semih y Tuncay rondaron a Pletikosa. Nihat comenzó a desembarazarse de Simunic y su hinchada rugió ensayando la celebración. Vibró Terim y Nihat, lesionado, abandonó el campo justo antes del delirio. Es decir, del gol de Klasnic, el empate de Semih y los 11 metros. El momento de la locura turca.

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