Películas degeneradas para espectadores irreverentes
Pedro Temboury y Nacho Vigalondo apuestan por renovar la ciencia-ficción
El monopatín lo pone Pedro Temboury (Málaga, 1971), a pesar de que su reciente paternidad y el estreno hoy de su segundo largo, Ellos robaron la picha de Hitler, le deberían procurar un poco más de prudencia. La cara de velocidad, aunque se ha subido sólo un puñado de veces en su vida a un skate, es de Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 1977). Este pasajero, candidato hace tres años al Oscar con el corto 7.35 de la mañana, es poseedor de un largo currículo en el que destaca haber vendido a Hollywood los derechos para el remake de su debut en el largo, Los cronocrímenes, antes incluso de que tuviera distribución en España. Llega a las salas el 27 de junio.
Encima del vehículo, el neopadre le describe el meconio -primera hez- de su bebé a un asombrado Vigalondo. Al final, entre risas, concluyen que ese término suena a hijo de Jocántaro (el monstruo protagonista de Kárate a muerte en Torremolinos, primer filme de Temboury). Y arrancan a charlar. Ambos desde perspectivas muy diferentes (Temboury más alocada, Vigalondo más cuidada) hacen películas para el disfrute del espectador de su generación. "Siendo público antes que director, porque nosotros así lo somos, si rodáramos un filme que no nos gustara como espectador seríamos unos miserables, nos convertiríamos en unos supervillanos del cine", confiesa entre risas el cántabro. "Otra cosa es que no renuncies a acercarte a la gente con una visión distinta". Temboury le interrumpe: "El truco está en reescribir el género, como hemos hecho con la ciencia-ficción. Ir un paso más allá de lo que te gusta. En mi caso, en plan batiburrillo, como Doce del patíbulo, Top secret, el rollo de Jesús Franco"... Vigalondo le interrumpe a su vez. "El caso de Temboury es iluminador: él busca al público, pero como sus películas no se parecen en nada a lo rodado aquí, la industria se asusta". El aludido responde: "Y tú, incluso, de pandilleo con el público...". El foro de la web de Los cronocrímenes, un thriller que juega con pequeños saltos en el tiempo, está rebosante de mensajes de internautas ansiosos por ver el filme. "Tengo que olvidarme un poco de Internet, porque ahí pierdes la perspectiva", confiesa Vigalondo. Y remata: "Huimos de la imagen de los directores como orfebres en la sombra". "Nos hemos criado en el mundo fanzine", dice el andaluz, "entre gente con los mismos gustos. Hoy eso se ha universalizado con la Red".
Temboury: "El truco está en reescribir el género, en ir un paso más allá"
La pareja habla de referencias comunes como el programa de La 2 Muchachada Nui y de que antes había una gran separación entre los que hacían cine y los espectadores. "Parecía un gran misterio y ahora mismo nadie tiene miedo a filmar. Eso es bueno", comenta Vigalondo. ¿Cuántas veces han respondido a eso de 'Y tú, ¿cuándo estrenas?' en su vida? "Mientes y dices fechas lejanas para no lloriquear", confiesa Temboury. Remata Nacho Vigalondo, envidioso de la alegría perpetua del malagueño que, a pesar de ganar festivales prestigiosos como el de Austin (Tejas) ha sufrido para poder estrenar. "A veces noto algo tan doloroso como que la gente no me pregunta por si se les ha pasado la peli. Al final te lo tomas como una aventura".
Babelia
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