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Columna
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El ombligo de Madrid

Madrid parece estos días el ombligo del mundo, de su mundo, de ese mundo interior y centrípeto que nace en el kilómetro cero de la Puerta del Sol, polo de atracción y repulsión de todas las Españas. Después de San Isidro, cuyo culto se prolonga en las rituales hecatombes táuricas de Las Ventas, en Madrid se celebró el Aguirreguna, el día de exaltación de la exaltada y exultante Esperanza Aguirre. "¡Esperanza, presidenta!", gritaban sus partidarios, camuflados en un ceremonial por las víctimas del terrorismo, una vez más utilizadas sin pudor por algunos políticos descarados y encelados en fratricida disputa.

Jaleada por sus fieles, infieles a la disciplina del partido, la presidenta madrileña interpeló al totémico y octogenario don Manuel, el guardián de la ortodoxia del PP, que ha salido marianista y gallardonista, y se opone a las aventuras aguirristas y a la guerra de guerrillas que va poblando de bandoleros enmascarados los cerros de Úbeda por los que deambulan los desnortados barones del partido.

Jaleada por sus fieles, la presidenta madrileña interpeló al totémico y octogenario don Manuel

Esto Madrid no lo va a tolerar, comentan los acólitos de Mariano el indeciso, a la espera de que su cuestionado jefe de filas responda a las provocaciones de los revoltosos. Madrid es La Moncloa, pero también lo son la Génova del PP, la Cibeles de Alberto y la Puerta del Sol de Esperanza. Nunca como estos días brillaron tanto los políticos madrileños de la oposición en los titulares de las primeras páginas de los periódicos nacionales. Madrid es más Madrid que nunca, en la olla podrida de la capital bullen y fermentan las inquinas y las querellas de los barones populares y sobre todo de las baronesas. Aguirre, Gallardón y Rajoy viven y trabajan o conspiran en Madrid y han conseguido copar con sus rencillas y sus apostillas los mejores huecos mediáticos. Madrid capital y Coslada, la crónica política y la de sucesos convergen en el ombligo de la curtida Piel de Toro, expuesto todavía a los vaivenes de la Operación Guateque.

Madrid, rompeolas de todos los políticos de España. En el hemiciclo de la carrera de San Jerónimo los políticos toman la alternativa y ejecutan faenas casi siempre de aliño, como en la plaza de Las Ventas. En el ruedo y en el Parlamento se sigue representando la tragedia esperpéntica y dialéctica de las dos Españas que hiela las almas de los españolitos, la España taurina y la antitaurina, Villabajo contra Villarriba, Esperanza versus Alberto. Esperanza parece dispuesta a tirarse al monte mientras Alberto pasea por la cima de su Olimpo particular y lejano con aire de despiste. En el PP muchos quieren tirarse al monte, pero ninguno quiere liderar la partida y dar un paso al frente por temor a las zancadillas. Al PP le falta un sheriff carismático, como el de Coslada. Mariano no da la talla, se lo dijo la rebelde San Gil y de todos Losantos: "Mariano, te falta liderazgo", y así no vamos a ninguna parte. En el PP necesitan hacer un casting, convocar unas primarias de fogueo, o tal vez publicar un anuncio en los periódicos: Se busca líder carismático para puesto de alta responsabilidad en la segunda empresa política del país. Imprescindible juventud, experiencia y dotes de mando. Reserva colocados.

Esperanza y Alberto están estos días en todas partes menos en sus despachos. Ellos y sus segundos están a lo suyo, posicionándose y haciendo sus apuestas para el gran derby de junio, pero la dejación de sus funciones no se percibe, la ciudad se gobierna y se desgobierna sola, descabezada y errática como un zombi, con sus regidores a la greña, trabajando, no por el bien común de la ciudad y de la comunidad, sino por el suyo propio.

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Esperanza saltó a la arena para echarle tierra en los ojos a Mariano. Alberto se tiró a la piscina olímpica antes de que hubiera agua, pero cayó de pie y ha sido reflotado con la marea alta por su líder al borde del naufragio. Las ratas fueron las primeras en abandonar el barco. A la viveza ratonil de Esperanza se unió después el arrebato de San Gil y entre el runrún inclemente de los roedores en las sombras emergió con los colmillos afilados el gran ausente para asestar puntuales dentelladas a su heredero. José María Aznar, desde el púlpito de la FAES, se alineó con los duros: "Nosotros", dijo marcando las distancias, "renovamos España sumando a muchos y no prescindiendo de nadie". "Nosotros" fue él con su personalísimo liderazgo y "nadie" se le opuso desde las filas prietas y marciales de su disciplinada grey, la misma a la que hoy azuza desde su confortable limbo.

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