Dónde estará la espada
Anteayer, en una noche oscura de inquietos luceros, robaron (o eso parece) la espada de la estatua de Daoíz y Velarde, en la plaza del Dos de Mayo. Los ignorantes dan por supuesto que Daoíz y Velarde era un solo señor, como Ortega y Gasset o Menéndez y Pelayo. Pero no, eran una pareja de héroes. El monumento lleva ahí desde 1869. Antes había estado en el Parterre del Retiro; más tarde, en el Museo de Escultura. Pertenece al nutrido grupo de estatuas itinerantes de Madrid.
La espada de Daoíz, en España, es mucho más que un acero: es un símbolo patriótico de tanta categoría como la espada del Cid Campeador. El monumento de la plaza del Dos Mayo, sin espada, queda patético y surrealista: Velarde mira con cara de pasmo a su compañero; Daoíz mira al cielo clamando venganza. Claro que ambos están acostumbrados a la perplejidad y el desconcierto.
No hay más que recordar aquella famosa foto que dio la vuelta al mundo de una chica y un chico en pelotas, en plena movida madrileña, cabalgando sobre la cabeza de los héroes. Otras muchas estatuas han sido y son objeto de vejaciones. Sin ir más lejos, Cibeles, la pobre, también perdió un brazo hace unos años tras una orgía futbolística. Le fue implantado un aparato ortopédico, pero todo el mundo sabe ya que la diosa es manca. Los autores del atentado permanecen ocultos.
¿Qué individuos/as atracaron a Daoíz? ¿Para qué demonios quieren la espada? ¿Dónde la han escondido? ¿Cómo es posible que en un barrio con tanta policía se haya cometido tamaño desmán? Quitarle la espada a Daoíz tuvo que ser una tarea ardua. Menudo era él. A primera vista parece un trabajo de borrachos, de gente propensa al desatino, de un coleccionista excéntrico, de un integrista, de un iluminado, de un iconoclasta, un provocador estúpido.
Con la plaza del Dos de Mayo ocurre algo sorprendente. Fue la cuna de la revolución contra los franceses. Fue cuna de la movida madrileña. Fue entrañable mezcla de democracia, billar, fiesta y desatinos. Ahora la tienen en entredicho las autoridades. Para unos cuantos, la plaza del Dos de Mayo es referencia obligada de aquellos tiempos en que estrenábamos democracia y libertades.
¿Dónde diantres estará la espada?
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