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Guerra por el poder en el PP

El hombre-diana se llama Pedro Arriola

El sociólogo es blanco de las iras del sector aguirrista por su proximidad a Rajoy

Mariano Rajoy llegó al debate de televisión con Zapatero anudándose su corbata roja talismán y acompañado de un hombre delgado y con barbita que cargaba una maleta llena de informes y al que en el PP llaman desde hace años el Rasputín de Génova. En el descanso del debate, mientras los espectadores veían anuncios, sólo una persona por contendiente podía acercarse para contarles cómo habían estado en la primera parte y darles los últimos y decisivos consejos antes de que sonara la campana del segundo asalto.

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En el caso de Rajoy, quien lo hizo fue este hombre pequeño, odiado por muchos dirigentes populares, desconocido fuera de los círculos de poder, que huye de la notoriedad como de la peste pero al que muchos en este partido atribuyen una influencia descomunal sobre el actual líder del PP. Se llama Pedro Arriola y es el sociólogo de cabecera de Rajoy, el consejero en la sombra, el que sólo baja al plató si la cámara enfoca hacia otro lado.

Un sector del convulso PP de estos días, el mismo que apoya a Esperanza Aguirre, achaca a este especialista en exprimir encuestas y adivinar estados de opinión, el nuevo rumbo impuesto por Rajoy en el partido. Y hasta han puesto nombre a la doctrina: "El arriolismo. Consiste en no hacer nada, en no criticar mucho, en mantener un perfil bajo para ver si Zapatero, con la crisis económica como único enemigo, se hunde solo", resume un dirigente del PP cercano al grupo de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

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"Son sus enemigos los que le hacen importante", replica una persona cercana a Arriola. "Su influencia es la misma que un oficial de Estado Mayor que, junto a otros, señala la estrategia a seguir en la batalla, pero que no ostenta mando en plaza. A veces le hacen caso y otras veces, no", añade esta misma persona. "Lo que pasa es que muchos, entre los que se encuentran algunos medios de comunicación de la derecha, no soportan que la oreja del líder no les escuche sólo a ellos, no soportan no tener el monopolio de la oreja".

Sin embargo, el cóctel es explosivo: un hombre discreto, siempre oculto, difuminado, pero que durante casi 20 años ha gozado de acceso directo a la cabeza visible del PP, primero con Aznar y ahora con Rajoy.

Perro Arriola nació en Sevilla en 1948, estudió en la Universidad de Málaga Ciencias Económicas y, posteriormente, ya en Madrid, Ciencias Políticas. Pero siempre se ha considerado, exclusivamente, sociólogo. Está casado con Celia Villalobos, ex alcaldesa de Málaga, ex ministra de Sanidad y actual diputada del PP. En Málaga, donde pasa los fines de semana y los veranos es, sobre todo, "el marido de la Villalobos". Durante mucho tiempo trabajó, primero en Málaga y luego en Madrid, de asesor de empresas a la hora de negociar convenios colectivos. Aprendió el arte del tira y afloja, y el te doy y te niego, sentado en una mesa defendiendo siempre a la patronal.

En marzo de 1989, una cena que compartió con José María Aznar y Rodrigo Rato cambiaría su vida. Meses más tarde, en septiembre, el ya presidente del PP le llamó para que se convirtiera en su asesor, en su sociólogo privado. Su misión consistía en interpretar las encuestas, las públicas y las encargadas por él, en relacionar los datos de los sondeos y aventurar el pensamiento de la ciudadanía. Desde entonces, cada año, ha renovado el contrato ininterrumpidamente.

Se convirtió en amigo personal del entonces líder del Partido Popular, en uno de sus colaboradores más cercanos, en integrante del equipo que le elaboraba los discursos. Se le atribuye el "váyase, señor González". Se volvió un asesor de entera confianza de su jefe. De hecho, ya con el PP en el Gobierno, fue uno de los tres comisionados por el presidente Aznar para reunirse, el 19 de mayo de 1999, durante una tregua de ETA, con los etarras Mikel Albizu y Belén González Peñalba en un hotel de Zúrich (Suiza).

"Aznar tuvo en cuenta, seguramente, su experiencia de años negociando convenios colectivos. A negociar en una mesa no se aprende en los libros", comenta una persona cercana al sociólogo.

Arriola es, según quienes han tratado con él, simpático y buen conversador, y goza de una manejable capacidad de convicción. Es respetado por muchos de sus colegas sociólogos, que le atribuyen, fruto de su entrega casi en exclusiva a las encuestas políticas, un conocimiento solvente de las tendencias de voto.

"Era muy exhaustivo, pero esto de los sociólogos es como los hombres del tiempo: dicen por qué y dónde ha llovido pero no siempre aciertan sobre dónde y cuándo va a llover", explica un político del PP que trabajó con Arriola. Otros que también han trabajado con él le definen como intrigante, amigo del secretismo y de tirar la piedra y esconder la mano. "Su oficio consiste, para bien o para mal, en aconsejar y ocultarse; lo que él pueda contar no es interesante y lo que es interesante, no lo puede contar: debe el secreto a su cliente, como un médico o un abogado", explica alguien cercano a él.

Hubo episodios que aumentaron su fama oscura: en agosto de 2001, unos ladrones asaltaron su chalé en Madrid y le robaron dos ordenadores, dos equipos de música y dos plumas estilográficas. Tanto Arriola como el ministerio del Interior se apresuraron a asegurar que el robo se debió a ladrones corrientes y que entre los documentos sustraídos no había ningún papel comprometedor. "Se dijo que estaba la lista de los posibles sucesores de Aznar, pero era una mentira interesada", asegura un partidario del sociólogo.

En septiembre de 2003, Rajoy hereda el cargo de Aznar y a su consejero electoral. Algunos dirigentes del PP critican cada vez más el poder ininterrumpido que detenta Arriola -al que llaman Rasputín desde hace años-, que según ellos ha aumentado debido al carácter flemático del nuevo jefe: Aznar era amigo de cortar a sus consejeros con una frase contundente que repetía a menudo: "No sigas, porque no voy a cambiar de opinión". Rajoy es considerado más influible debido a su temperamento reposado, proclive a escuchar a todos antes de decidir.

A estos mismos dirigentes contrarios a Arriola les sacaba de quicio que asistiera a reuniones decisivas del partido. En una de estas, celebrada en Segovia, cuando Arriola achacó a algunos de estos dirigentes que generaban rechazo en un sector de la sociedad, Eduardo Zaplana, uno de los aludidos, saltó: "Mira, puedes venir con todas las encuestas que quieras, pero yo he ganado elecciones con mayoría absoluta en una comunidad no precisamente de derechas como la valenciana y tú nunca te has presentado a nada".

Los contrarios a Arriola le responsabilizan de parte de la derrota electoral, debido, entre otras cosas, a que fue el que preparó con Rajoy los debates televisados, en los que ganó Rodríguez Zapatero. Y pronostican que la estrategia de moderación que propugna Rajoy -inspirada en el sociólogo, según ellos- no les traerá nada bueno. Algunos le culpan hasta por haber ideado a la famosa niña de la que habló Rajoy al término de sus intervenciones, cosa que Arriola niega.

Se sabe, eso sí, en el ojo del huracán de un partido cada vez más desgarrado e imprevisible e intuye que a su labor de hombre en la sombra sin descubrir jamás las cartas se le suma ahora la de pim-pam-pum. Pero lo asume con la profesionalidad de quien cobra por eso.

Arriola, en primer término, acompaña a Rajoy al primer debate televisado de éste con Zapatero.
Arriola, en primer término, acompaña a Rajoy al primer debate televisado de éste con Zapatero.GORKA LEJARCEGI

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Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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