Los vecinos denuncian al fiscal la prostitución en el centro de Valencia
Critican a Barberá por ignorar las quejas del barrio de Velluters
Varias asociaciones vecinales, organizaciones cívicas y colectivos de mujeres llevarán al fiscal al equipo municipal de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, por su pasividad y dejadez ante los casos de "explotación sexual, el tráfico y la trata de mujeres y menores" en el céntrico barrio de Velluters. En concreto, critican que tras año y medio de denuncias sobre los locales de alterne de la calle de Viana y tras varias inspecciones de la Policía Local en las que se puso de manifiesto que una decena de locales se dedicaban a la explotación sexual de mujeres, el Ayuntamiento solo los expedientó por tener pantallas de televisión y música, conminando a sus propietarios a retirarlos o a solicitar una ampliación de licencia. "Solo en uno de los establecimientos admitieron que había un acceso directo a varias plantas con habitaciones, por lo que se les ordenó tapiar dicho acceso, no reconociendo en ningún caso la obviedad de la explotación sexual que en estos locales se está cometiendo", criticaron.
"El gran problema es que el barrio está despoblado, votos hay muy pocos"
El colectivo, agrupado bajo la Plataforma Cívica Valenciana contra la Explotación Sexual, el Tráfico y la Trata de Mujeres y Menores, asegura que en una acción de la policía municipal y la nacional "descubrieron que se albergaba en uno de los locales a dos niñas de 14 años en situación de explotación sexual". Trini Piquer, de la Coordinadora de Ciutat Vella, explicó que durante la operación, los dueños del local intentaban esconder a las menores en un baño. "Los clientes estaban preparados, los dueños del local ya saben a quién avisar cuando tienen menores", se lamentó Piquer. Eso sí, el local sigue abierto sin problemas. "El Gobierno municipal no tiene ninguna intención de acabar con la violencia de género", afirmó Macu Gimeno, de Intersindical Valenciana.La denuncia de la plataforma cívica y vecinal no cambió ayer en nada el panorama del barrio. En el corazón de Velluters, el distraído paseante se encuentra sin buscarlo en apenas 50 metros de calle con un espectáculo que concentra lo que hace décadas se dispersaba por lo que era el barrio chino de la ciudad.
La calle de Viana perdía ayer su honorabilidad a las seis de la tarde con la oferta pública de su monocultivo de servicios: "Anda, anímate, que te cobraré poco". La menuda joven, de unos 25 años y aspecto demacrado, con una herida en la nariz y vestida con unos vaqueros y una camiseta negra con un dibujo de Piolín, afina cuánto de poco cobra cuando se le sostiene la mirada: "15 euros". Su convicción es escasa, quizá por las veces que repite con hastío su mensaje al cabo del día.
A su alrededor prosigue el trajín. En apenas 50 pasos, una decena de locales apiñan en sus puertas un peculiar abanico social, que se resume en mujeres jóvenes, inmigrantes, sobre todo subsaharianos, y jubilados autóctonos. Lo que más abundan son los mayores, solitarios o en grupos de tres, que o bien miran o bien intentan charlar con las mujeres que allí encuentran. "¿Qué tal? ¿Va todo bien?", grita un hombre montado en su triciclo motorizado de minusválido a una espigada joven, quizá de un país del Este, a la que seguramente triplica la edad. Y como no se quita el casco, la conversación prosigue a gritos.
Entre los alegres jubilados, decenas de mujeres, vestidas al sol con más recato que cuando cae la noche, pasean la corta calle o charlan entre sí. Suramericanas, las menos, y españolas, quizá las de mayor edad, conviven sin problemas con las jóvenes de los países del Este. "Hola guapo, ¿buscas algo?", se dirige amable una joven de no más de 20 años y con acento extranjero a un transeúnte. E igual de amable se aparta sin insistir.
Inmigrantes subsaharianos y norteafricanos completan el abigarrado tropel humano que se hacina en la corta calle, acotada por varias patrullas de la Policía Local que extreman los controles cuando salen los niños del colegio de la calle de Balmes.
La plataforma cívica denuncia que estas escenas de falsa cotidianeidad esconden un tráfico de mujeres y menores amparado por una violenta red de extorsión y explotación. Y con la connivencia del Ayuntamiento. Así, denuncian que donde las asociaciones vecinales ven locales de alterne, en la decena de denuncias recopiladas por la Policía Local las autoridades municipales solo constatan irregularidades en bares que deberían carecer de "ambientación musical" o que tienen un irregular "acceso directo a unas habitaciones anexas". "Hay unos negocios que se benefician de la prostitución", aseguró María José Volta, de la Asociación de Vecinos El Palleter, que recalcó que el Código Penal persigue estos negocios. "Y al calor de la prostitución viene la droga", añadió el presidente de la asociación, Ricardo Burguete, que centró ambos problemas en Velluters y en Natzaret.
Trini Piquer matizó que todo esto ocurre a escasos 500 metros del balcón del Ayuntamiento en línea recta. Y para ser exactos, 640 si alguien se molesta en hacer el recorrido callejeando. "La alcaldesa hace oídos sordos a las denuncias, se ha tragado los diez expedientes que había en el barrio".
Mientras, los comerciantes vivían ayer más atentos al aumento de la delincuencia en el barrio que a la calle de Viana. "Problemas no los tengo ni los busco", se escabulló un temeroso vecino. "Lo que vemos mal es que se pongan en la calle pasando los chiquillos", afirmó un tendero, "pero lo de las prostitutas viene de lejos". En su opinión, el mayor problema es que desde el fin de semana pasado se ha multiplicado el menudeo de droga por la operación policial que desmontó el conocido durante los últimos años como hipermercado de la droga de Las Cañas. Otro comerciante, que insiste en el abandono del barrio y la proliferación de ratas por culpa de la suciedad en los solares, coincide en el aumento de la inseguridad: "La policía se va a las ocho y aquí nos quedamos". Y concluye: "El gran problema que tiene el barrio es que está despoblado, votos hay muy pocos".
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