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Reportaje:

El castillo del horror animal

Medio Ambiente inspeccionará el zoo de la fortaleza de Vilasobroso, en Ponteareas

En el castillo de Vilasobroso se puede vivir un safari autóctono nunca visto. El visitante podrá presenciar, en vivo y en directo, la agonía de un animal sin fuerzas para andar, que cabecea como si en la siguiente escena fuese a caer muerto, aunque al final no se desploma y reúne aliento para acercarse renqueante hasta la cancha metálica, donde le aguarda una caricia del turista que anima al bicho a gritos para que no se venga abajo.

Hasta esta semana, además, el curioso podía ver cómo los burros de Vilasobroso desarrollaban uñas de más de 20 centímetros de largo, uñas respingonas como babuchas, con una punta dura y afilada, tan retorcida que, a cada paso, se clavaba en la rodilla del cuadrúpedo. Pezuñas que parecían llevar creciendo sin tregua desde tiempos de Pedro Madruga.

"Lo de los animales en Ponteareas es un desastre", reconocen en la Guardia Civil
Por falta de espacio, los voluntarios del refugio se llevan los perros a sus casas

Pero, para sorpresa de muchos, anteayer los asnos fueron despojados de sus patucos espuela. Alguien, enviado por el Ayuntamiento de Ponteareas, responsable del recinto, se los había podado. Y casualmente, el día antes, el Seprona había registrado la enésima denuncia contra el consistorio por maltrato de animales. José Antonio, vecino del municipio, después de consultar con Isidoro Castro, un veterinario local, entregó a la Guardia Civil fotografías tomadas el lunes en las que se veían claramente las babuchas aceradas y las calvas, grandes como cráteres, que presentaban los animales por todo el cuerpo.

Según José Antonio, los agentes le confesaron que llevaban "desde 2005" recogiendo denuncias "hasta de gente de Cádiz" y que estaban "aburridos" de pedir al ayuntamiento que tomase medidas

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. Pero esta vez hubo una diferencia. El atribulado ciudadano amenazó con dar parte a los medios de comunicación, y de hecho logró despertar el interés de la televisión estatal, que tenía previsto visitar el lugar mañana.

"Debió de haber un soplo", sospechaba José Antonio al comprobar, ayer, que el manicurista había pasado por Vilasobroso. Claro que sólo los burros más viejos, atacados por una enfermedad que les hace medrar los cascos hacia el cielo, se beneficiaron de la visita. Porque las cabras y las ovejas, éstas sin trasquilar desde hace mucho tiempo, siguen luciendo hoy garras de vampiresa.

Por su parte, el concejal de Medio Ambiente, Víctor Sebastián, rechaza las críticas. "Los animales están bien", asegura el edil popular, "y cada cuatro meses pagamos a un veterinario para que pase a mirarlos y a repasarles los cascos. Es verdad que los vecinos se quejan porque hay un burro con poco apetito y otros con el pelo mal, pero estamos tratándolos, y todos los días les echamos de comer".

Sin embargo, la Xunta reconoce que en 2006 recibió denuncias en la Delegación Provincial de la Consellería de Medio Ambiente. Entonces hubo una visita de los inspectores y, "en unos días", volverá a haber otra. Fuentes de la Guardia Civil en este municipio pontevedrés dicen que "lo de los animales en Ponteareas es un desastre". Los agentes no se refieren sólo a la fauna, incluidos venados y avestruces, que mora en Sobroso desde que en el 81 el ex alcalde Pepe Castro compró este castillo del término municipal de Mondariz. Los agentes hablan de la inexistencia de un refugio municipal para canes y gatos en un concejo que, por tener más de 20.000 habitantes, está obligado a tenerlo.

La Xunta se ha comprometido a costear la construcción de uno si el ayuntamiento aporta el terreno. El concejal de Medio Ambiente asegura que están buscándolo entre las mancomunidades y asociaciones vecinales y que luego se decidirá quiénes lo gestionarán. Hoy por hoy, los únicos que se desvelan por los canes y los gatos callejeros son los voluntarios de Animais sen Fronteiras. Ellos aspiran a gestionar esas instalaciones mientras sostienen, con su dinero, el refugio de A Picaraña. Allí pueden alojar a poco más de 100 perros, y el resto, junto con los gatos, se los llevan a dormir a casa.

La presidenta del colectivo, María Luisa Caride, por ejemplo, convive con 13 animales que no han encontrado plaza en el refugio. El año pasado, 25 de los canes de la perrera aparecieron muertos, retorcidos de dolor. Habían sido envenenados por otros vecinos empeñados en echar de aquel monte a los Animais sen Fronteiras. Al parecer, la presencia de los perros estraga las jornadas de caza.

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