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Reportaje:FOTOGRAFÍA

El lenguaje de la luz

La figura y el estilo del fotógrafo Andreas Feininger (París, 1906- Nueva York, 1999) no son fáciles de adscribir dentro de alguna de las corrientes o tendencias fotográficas que dominaron en las décadas de los años cuarenta y cincuenta, que es el periodo más destacado de su trayectoria. Su obra tiene unas señas de identidad absolutamente definidas y singulares que en buena medida son el resultado de su formación originaria y de su posterior evolución profesional. Pese a esa radical individualidad ejerció una poderosa influencia sobre muchos fotógrafos, tanto profesionales como amateurs, y ello no sólo por la amplia difusión de sus imágenes, algunas de ellas convertidas en verdaderos iconos profusamente difundidos, sino también por una continuada labor de escritura que le convirtieron en un importante pedagogo y divulgador de la técnica y la creación fotográficas a través de múltiples libros y artículos. La faceta más destacada y visible de su trabajo es sin lugar a dudas su visión de Nueva York, especialmente las fotografías que tomó de la gran urbe a lo largo de los años cuarenta, algunas de las cuales se transformaron muy pronto en la imagen arquetípica de la ciudad. Lo más impactante de ello es que Feininger empezó a tomar estas imágenes nada más emigrar a Estados Unidos desde Europa. De hecho, tanto su formación como los inicios de su trayectoria como fotógrafo se desarrollaron en Alemania, donde su padre, el conocido pintor Lyonel Feininger, daba clases en la escuela de la Bauhaus. Él mismo se formó allí, en el taller de ebanistería con Walter Gropius, y posteriormente estudió arquitectura. Al tiempo que terminaba su formación como arquitecto empezó a practicar la fotografía, exponiendo y publicando sus primeras obras entre 1929 y 1930. Diversas circunstancias le llevaron a partir de 1933, momento en que se traslada a Suecia, a optar decididamente por la profesión de fotógrafo en detrimento de su dedicación como arquitecto. Durante esos años, y hasta 1939 cuando emigra definitivamente a Estados Unidos, sienta muchas de las bases que definen su trayectoria. Escribe media docena de libros sobre fotografía, empieza a construir ya sus propias cámaras y objetivos (algo que le caracterizará a lo largo de su carrera y que le permitirá ofrecer puntos de vista novedosos y superar cualquier dificultad técnica para conseguir exactamente el resultado que busca), se dedica con intensidad a la fotografía de arquitectura, realizando excelentes trabajos sobre las ciudades de Hamburgo y Estocolmo, que prefiguran los que poco más tarde desarrollará en Nueva York. A su llegada a Estados Unidos colabora como fotógrafo independiente con la agencia Black Star y la revista Life, a cuya redacción se incorpora definitivamente a partir de 1943, iniciando así una fructífera y destacada labor en el periodismo ilustrado que se prolongará durante dos décadas y donde llegó a firmar 346 trabajos. Precisamente estas dos etapas, la europea y la americana hasta comienzos de los años sesenta, son las que se revisan en la exposición organizada por la Fundación Juan March, que ha reunido 71 obras de Andreas Feininger, todas ellas perfectamente representativas de su trayectoria y su estilo. Una selección en la que aparecen sus primeras imágenes, marcadas por la atmósfera de experimentación que se vive en la Europa de entreguerras, solarizaciones, reticulados, detalles de plantas e insectos, investigación del lenguaje de la luz, atracción por los productos industriales (en su caso el automóvil) como símbolo del progreso tecnológico, y sobre todo, afirmando su estrecha y permanente vinculación con la arquitectura, aparece ya el interés por la ciudad, por las líneas y estructuras que forman los edificios, por las zonas portuarias y la relación de escala que se establece entre los grandes barcos y la dimensión urbana que sirve de fondo, o por las construcciones como puentes y vías férreas que atraviesan el tejido urbano. Ya en Estados Unidos, Feininger abandona la reflexión formal más estricta para ahondar en un estilo caracterizado por los principios de claridad, simplicidad y organización que rigen su obra. La ciudad de Nueva York, fotografiada con teleobjetivos construidos por él mismo que comprimían la perspectiva resaltando las cualidades gráficas de la imagen, y lo que él llama "la anatomía de la naturaleza", primerísimos planos de rocas, conchas marinas o esqueletos de animales, se convierten en sus dos grandes temas. Las fotografías que realizó del skyline de Nueva York, de los alineamientos de edificios en las calles de Broadway o Manhattan, de las aglomeraciones de gente en las aceras de la 5ª Avenida o en las playas de Coney Island, de los muelles del río Hudson y de los grandes barcos que entraban y salían del puerto, de las vías férreas elevadas sobre las grandes avenidas, y de emblemas como el puente de Brooklyn o el Empire State, muchas de ellas publicadas durante años a doble página en la revista Life, supusieron la culminación del icono neoyorquino.

Su obra surge de esa amalgama creativa que se formó en Europa en los años veinte entre la Nueva Visión y la Nueva Objetividad, dos movimientos que a menudo se superpusieron

La obra de Andreas Feininger surge de esa amalgama creativa que se formó en Europa en los años veinte entre la Nueva Visión y la Nueva Objetividad, dos movimientos que a menudo se superpusieron, y que propiciaron la exploración de nuevas formas de percepción ligadas a la investigación de un nuevo vocabulario fotográfico. El interés por la composición y las estructuras formales, por la perspectiva y la iluminación, por la reflexión sobre escalas y tamaños, encontró un terreno abonado en su originaria formación como arquitecto. Justo cuando la "nueva fotografía" desarrollada en Europa abandonaba el campo de la exploración formal para abrazar un cierto tipo de compromiso político, fundiéndose con corrientes como el realismo documental y el fotorreportaje, Feininger parece encontrar una vía intermedia que le permite mantenerse cercano a los postulados de aquel foco de investigación de nuevas percepciones y trabajar al mismo tiempo en la cuna del periodismo ilustrado que era la revista Life sin llegar a practicar jamás el fotoperiodismo en estricto sentido. Él continuó con su interés por la relación entre la forma y la función, por la composición gráfica del plano, por la construcción de atmósferas dependientes en buena medida del exacto control de la iluminación, por el juego de perspectivas y escalas, buscando siempre ofrecer una visión alejada de la mirada ordinaria. La profundización en la diferencia entre el ojo de la cámara y el ojo humano, como fuente de estímulos visuales y enriquecimiento intelectual, fue el eje de su filosofía. Mientras a lo largo de los años sesenta la cámara era explorada de un modo intuitivo y directo por autores como Robert Frank, Klein o Winogrand para captar el caos social y la confusión de la gran ciudad, Feininger se mantenía alejado de los sujetos y el tiempo en su preferencia por elementos y objetos estáticos sobre los cuales podía seguir indagando en las posibilidades de la composición y el sentido de la forma. Para Andreas Feininger la cámara y los medios técnicos eran instrumentos de indagación y descubrimiento a los que sólo se les podía sacar todo su partido si se veía y pensaba en términos de fotografía. Sus imágenes siguieron ese credo al pie de la letra. -

La exposición de Andreas Feininger se presenta en el Museu d'Art Espanyol Contemporani de Palma (16 de enero-3 de mayo) y en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (23 de mayo-7 de septiembre).

<i>Clase de pintura en Cape Cod </i>(1949), de Andreas Feininger.
Clase de pintura en Cape Cod (1949), de Andreas Feininger.
<i>En un cóctel, Hamburgo </i>(1931).
En un cóctel, Hamburgo (1931).

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