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La ruina amenaza a medio centenar de edificios protegidos de Valencia

La mayoría está pendiente de expropiar para servicio público

Sara Velert

La antigua fábrica Tello es un testigo mudo del primer núcleo industrial de Valencia dedicado al textil y exponente de la arquitectura fabril del siglo XIX. Sus ventanas y puertas están tapiadas; las canalizaciones pegadas a su fachada se oxidan sin remedio.

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No tiene vida, está cerrada y languidece ignorada en pleno centro histórico. La Alquería dels Moros es "una magnífica muestra compendio de la arquitectura señorial y rural de la huerta valenciana" del siglo XVI. Lo dice la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) de febrero de 2004 firmada por la Generalitat. Las únicas visitas a esta casa histórica, junto al parque de Benicalap, son de palomas que se cuelan por donde el cemento no cegó las ventanas.

Estos son sólo dos ejemplos de una larga lista de unos cincuenta inmuebles protegidos y reservados a un servicio público en Valencia. Un patrimonio que amenaza ruina por la falta de rehabilitación. La mayoría ya se incluyó en el Plan General Urbano de 1988 como futura sede de un equipamiento público. La larga espera a una intervención que los salve ha acentuado su degradación. Los propietarios, en buena medida privados, no muestran en general interés por su conservación porque se saben pendientes de una expropiación o acuerdo de compra. El nivel de protección de este patrimonio, además, impide reformas estructurales. Los edificios acaban apuntalados y tapiadas las entradas para evitar tentaciones okupas. El Ayuntamiento, del PP, alega que la expropiación es cara.Entre los edificios, hay muchas alquerías, varias antiguas fábricas y conjuntos de casas singulares, algún palacete y una ermita, la de Soternes, propiedad de la Iglesia y cerrada a cal y canto. Los inmuebles protegidos y asignados a un servicio público salpican toda la ciudad. El equipo de gobierno del PP prepara el nuevo plan general sin haber elaborado una hoja de ruta de recuperación y de usos de estos edificios que ha aparcado en la senda del abandono. La expropiación de las alquerías puede ser muy costosa, también su rehabilitación, aduce. Los tímidos avances para rescatar del olvido este patrimonio han venido de la mano de programas urbanísticos en los que se ha impuesto al agente urbanizador la adquisición de alquerías, lo que no siempre ha llevado aparejada su rehabilitación. El Ayuntamiento también plantea algunos concursos de obra y gestión para restaurar patrimonio y reducir esta larga lista de espera.

Edificios de larga historia y arquitectura original aguardan turno desde hace años mientras se deterioran. Junto a la catedral, en la calle del Micalet, sigue en pie la Casa del Relojero, de finales del XVIII. Sigue en pie gracias a que está apuntalada y cubierta por una malla para que posibles cascotes no caigan sobre los viandantes. Su recuperación ni siquiera exige presupuesto, porque es municipal. Su destino como servicio público está previsto desde 1993 en el plan de reforma interior de la Seu-Xerea. No ha servido de mucho. Lo mismo ocurre en el entorno de la rutilante Ciudad de las Artes y las Ciencias con las naves de la vieja fábrica química Cross, dos de madera y una de hormigón. Ésta última es la única que se libra de desaparecer al haberla cedido el PP a la Iglesia para una parroquia a sus mártires de la Guerra Civil. Las otras están hechas polvo, hasta el punto que de una sólo cabe coger la madera aprovechable para intentar recomponer la segunda. El Ayuntamiento dice que la convertirá en un centro deportivo. ¿Futuro remoto?

Otra muestra del pasado industrial abandonado es la fábrica de lozas Ceramo en Benicalap, cuya restauración piden desde hace años los vecinos y que por su dimensión -unos 3.600 metros cuadrados- está llena de posibilidades como servicio público. De fachada neomudéjar, aún conserva los hornos cerámicos. Sigue en manos privadas. El Consell Valencià de Cultura se interesó por su destino, y además, el nuevo catálogo de patrimonio del Consistorio, por aprobar, incluye la Ceramo como Bien de Relevancia Local.

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Reconocimientos que son un brindis al sol si no se actúa. Ahí está la citada Alquería dels Moros, pública desde hace una década. Su declaración de BIC es papel mojado. Pero el que sea infranqueable, esté reforzada para no caer y rodeada de maleza, no impide que la web oficial de turismo de la Comunidad Valenciana anime a contemplarla dentro de "un importante conjunto de alquerías" que "están siendo objeto de cuidadosas rehabilitaciones". Parece un chiste. La cruda realidad está a la vista. Otra alquería de las que entra en ese conjunto tan especial es la de La Torre, que ha sufrido varios incendios y la habitan temporalmente personas sin recursos. La permuta de terrenos con el Valencia CF para el nuevo Mestalla le ha puesto el precio para que pase a manos municipales. Su destino pese a ello, es incierto.

La larga lista de edificios protegidos para equipamiento público contiene otro BIC. Es la alquería de Julià, del siglo XVII, que hasta hace una década se llenaba de niños del colegio público Santa Bárbara. De ahí que esté en un estado aceptable, al menos si se compara con el resto. Situada en la calle de Castán Tobeñas, su propietario es Bancaixa. Explica la web de Turismo que en ella se alojaron "grandes personajes" como la reina Isabel II, y cuentan que San Vicente Ferrer predicó junto a una encina de su huerto. Pero como la entidad bancaria la mantiene clausurada, no pueden visitarla ni valencianos ni turistas. Los únicos privilegiados son los miembros de un grupo que ensaya jotas en la alquería, según los vecinos. Y quedan más edificios en Orriols, Marxalenes, El Cabanyal, Torrefiel...

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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