Del sexteto Guerín a las variaciones Portabella
Las Variaciones Goldberg y las notas del Sexteto Beatrice, caminando de puntillas bajo la pantalla del teatro Jovellanos, pusieron banda sonora a la presencia española en Gijón. Dos autores veteranos de consolidada trayectoria y dos sesiones que colocaron en el discurso musical buena parte del peso de sus propuestas experimentales: por un lado, El silencio antes de Bach, último trabajo de Pere Portabella; y, por otro, y fuera de competición, Unas fotos en la ciudad de Sylvia, de José Luis Guerín, trabajo previo a su último largometraje y, en buena medida, borrador, cuaderno de notas y oportuna puerta de acceso a la cocina de su proceso creativo.
En El silencio antes de Bach, Portabella lleva hasta sus últimas consecuencias una poética del cine entendido como discurso abierto, no necesariamente narrativo: la racionalidad y el rigor estructural de las composiciones del músico de Eisenach recorren un relato (o un ensayo) atomizado, que lanza constantes estímulos para la reflexión -sobre la pervivencia de la idea de Europa, el arte como camino de iluminación o la irresoluble coexistencia de la grandeza y el horror- y, puntualmente, se detiene en remansos de abrumadora belleza, como esa danza para lente cinematográfica y pianola en movimiento o esa escena en la que un vagón de metro se convierte en inesperado limbo para músicos de cámara.
Al sexteto liderado por el ex miembro de Migala Diego Yturriga se le notaba menos el goce que a los músicos reunidos por Portabella. La formación puso música en directo a Unas fotos en la ciudad de Sylvia, estableciendo un diálogo con los silencios (elocuentes) de un proyecto que Guerín desarrolló bajo el influjo del cine mudo. Sucesión de fotos fijas en blanco y negro comentadas por concisos textos, la película saca a la luz el sustrato de influencias literarias que late bajo las imágenes de En la ciudad de Sylvia.
