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Crítica:MÁLAGA EN FLAMENCO '07
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Paco de Lucía da la cara

Habría que empezar por una negación, porque cualquiera puede haber escuchado que el maestro últimamente se escondía y que, con el repertorio de su última grabación, Cositas buenas, había elegido un formato más ligero, muy escudado en las voces de las cantaoras que le acompañan. No es así. En su concierto de La Malagueta, Paco de Lucía dio la cara y se recreó en su toque para ofrecer una condensada y, a la vez, expansiva síntesis de todos sus hallazgos con la guitarra.

Sobre todo en una primera parte, realizada casi exclusivamente en solitario, con la que debió dar satisfacción a cuantos le reclaman los fundamentos que le han hecho grande. Allí estuvieron todos, pero también en la segunda, donde se hacen presentes los argumentos desarrollados en su sexteto que ahora, con las mujeres al cante, cobran una distinta flamencura.

Paco de Lucía. Su homenaje

Paco de Lucía (guitarra), Israel Suárez, Piraña (percusión), Alain Pérez (bajo), Domingo Patricio (flauta), Juan José Heredia, Niño Josele (guitarra), Montse Cortés, Chonchi Heredia, Victoria Santiago, La Tana (cante y compás). Plaza de Toros de La Malagueta, 22 de septiembre.

Se podría decir que toda la obra de Paco puede caber en un concierto, pero nunca de una forma rutinaria. El artista -como siempre- prefiere el riesgo de revisitarse en cada estilo, ligando las suertes, cambiando de registros, jugando con las tonalidades y los volúmenes para ofrecer siempre una obra nueva que se presenta impecable, como recién estrenada.

Así ocurrió desde la rondeña inicial -obra de alquimia entre Mi niño Curro y La cueva del gato- hasta la revisión de la rumba Entre dos aguas, que ofreció al final en un bis clamorosamente reclamado por las más de cinco mil personas que llenaron el coso malagueño.

El concierto -como se ha dicho- tuvo dos partes con distinto tratamiento, pero sin que ello supusiese pérdida de intensidad, aunque los gustos, ya se sabe, vayan por barrios. La citada rondeña, la bulería por soleá, la minera marca de la casa rematada por fandangos o las alegrías compusieron un bloque compacto y sin fisuras para deleite de los amantes de la guitarra en plenitud. El lenguaje preciso y la pulsación clara. La velocidad de un picado junto a la frase dulce de una falseta. El corte poderoso y la escala que se eleva para enardecer a los amigos del vértigo. El decir de una guitarra que habla hasta cuando calla.

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Luego, cuando entra todo el grupo en escena, la misma guitarra sigue presente, pero es generosa y reparte el juego sin rehuir su protagonismo. Todo continúa en la misma clave ligada que nos lleva -como en una suerte de suite- del lirismo del Tema de Amor a las bulerías de Volar, para enlazar con los tangos de Cositas buenas y recalar en el la anchurosa sintaxis del Ziryab para lucimiento de toda la banda.

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