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Sabbatini muestra su declive en la ópera coruñesa

Organizado por Amigos de la Ópera, comenzó el LV Festival de Ópera de A Coruña. La actuación de Giuseppe Sabbatini dejó mucho que desear y el programa previsto fue cambiado sobre la marcha, en una notable demostración de falta de seriedad y compromiso. La voz de Sabbatini tiene aún un timbre agradable, pero ya con numerosos defectos técnicos: un constante problema de afinación que le hace incapaz de mantener algunas notas en su sitio y quedarse corto en todos los saltos ascendentes; problemas también de colocación y apoyo, trabajando con una columna de aire demasiado corta, lo que hace que sea engolada en los registros bajos y medios, y que abuse del falsete en los agudos.

Los problemas técnicos o artísticos de un artista son siempre respetables: su intención declarada de retirarse en 2010 puede explicar la falta de facultades de un cantante en declive. Pero nunca la falta de respeto al público que supuso su actuación en A Coruña, basada en unos cambios de programa con los que huir de un auténtico compromiso vocal y musical, en la busca constante de un aplauso fácil con su efectismo vocal y un histrionismo escénico, exagerado y fuera de lugar.

Su particularísima versión de Dalla sua pace deja reducida esa preciosa aria de Don Ottavio en el Don Giovanni mozartiano a una efectista exhibición: exagerados contrastes dinámicos de cara a la galería -en la parte superior de la sala no se oían los pianos- y ausencia de cualquier rastro de verdad dramática o musical. Fue el punto neurálgico de lo que había sido hasta el momento -y habría de ser el resto de la noche- su presencia en el escenario del Palacio de la Ópera coruñés. Siguió la misma pauta en L'esule, de Verdi o en Una furtiva lacrima, de Donizetti.

Donde sí brilló a mayor nivel fue en las tres piezas de Tosti, todas de menor exigencia vocal, en las que comunicó algo de lo que ha sido su pasado. La sustitución de María, de West side story, por el Nocturno de Tony fue un acierto por mejor adecuación a su estilo de canto. Al final, división de opiniones: mientras una mayoría le ovacionaba, un grupo algo más exigente se rebeló y protestó, pidiendo que cantara la programada E lucevan le stelle, incluso cuando estaba en las propinas. Pero fue La chanson du bébé, en una sobreactuación llena de sal gorda que hizo reír a parte del público e indignarse a unos cuantos más.

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