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FÓRMULAS QUE MUEVEN EL MUNDO
Columna
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Lennon o McCartney

Javier Sampedro

Si medio planeta va con los Stones, el otro medio está dividido entre Lennon y McCartney. Los stonianos dicen que han ganado a los beatlemanos por fallecimiento del adversario, pero los datos no se avienen. Hace tiempo que la industria renunció a contar las ventas de los Beatles y les colgó el sambenito del millardo de discos, que quiere decir lo mismo que el millón de visitantes de la Feria de Sevilla: que hay muchos más que en la de Jerez.

Vale que los Stones han colocado 37 discos en las listas de éxitos después de 40 años, pero es que hace ya 37 que en Liverpool rompieron esa marca con 40 números uno. Durante el último medio siglo se han detectado imitadores de los Beatles de la primera época, de la segunda y de la tercera, pero ¿quién distingue a un imitador de los Rolling de un auténtico grupo de rhythm & blues? Nadie les discutió a los Beatles el primer puesto en el canon del rock que estableció en 2004 la revista Rolling Stone. Los Stones quedaron cuartos. Hendrix es el 6º; Elvis, el 3º, y Dylan, el 2º.

Pero los verdaderos perjudicados por el brillo de los Beatles no son los Rolling, sino ellos mismos. En ese mismo canon del rock de 2004, John Lennon está en el puesto 38º, y Paul McCartney ni aparece. Tras la separación del grupo en 1970, ninguno de los dos llegó ni a arañar las cotas de creatividad que alcanzaron juntos sistemáticamente.

Por tanto, ni Lennon ni McCartney, sino Lennon y McCartney. ¿Por qué, si nunca compusieron juntos sus canciones? Porque Paul fue el formalizador de los experimentos de John, que era una verdadera esponja estilística. Esto fue así desde su época básica -John escribe Little child y Paul responde con Hold me tight- hasta su época ácida -John escribe Strawberry fields y Paul responde con Penny Lane-, y algunos críticos de la cuerda dialéctica lo relacionan con la extracción social de ambos músicos. La música fue siempre un arte para Lennon el burgués, una artesanía para McCartney el obrero. John era un poco chapuzas, pero fue el primero de los dos en basar un estribillo en la escala pentatónica (el de Not a second time, de 1963), y una canción en el ritmo de un tren (I should have known better, de 1964). La idea tenía 40 años -Duke Ellington ya había convertido a toda su prodigiosa orquesta en el silbato de una estación para Take the A-Train, el tren que iba a Harlem), pero el pop tiene sus espacios históricos acotados. También fue John quien compuso la primera canción de los Beatles con más de tres acordes (If I fell), y la primera con uno solo (Tomorrow never knows). Separado el grupo, el formalizador se quedó sin experimentos y el experimentador sin formas.

Aclarado lo cual, volvamos a nuestro enigma del código genético.

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