La puerta de la desgracia
Vuelvo a la playa; hace un sol terrible, cae sobre mí como una mano lechosa, me aturde. Mis amigos creen que nuestra presencia los va a intimidar; hemos traído navajas, alguno de nosotros ha dicho que Raymond tiene una pistola.
No creo que lleve una pistola para defenderse. Él ha ofendido a nuestra amiga, la ha insultado en la escalera, y la ha insultado en la casa, y la ha maltratado; la ha perseguido, la ha buscado y se ha burlado de ella y de nosotros. Raymond no ha venido solo porque se sabe culpable, y nos mira como si fuera culpable. Se ha traído a ese tipo, Mersault, que agarra ahora por la cintura a Marie; yo conozco a Marie, la he visto en la playa otras veces, y me parece que la he visto con otros.
Un hombre pudiente que deja que su madre se pudra en un asilo no puede tener sentimientos, es un hijo de puta
Yo he visto a Mersault en su oficina, desde las cristaleras sucias, hablando con el dueño; el dueño se ha sentado ante él, desde detrás de la cristalera no puedes escuchar nada de lo que dice, pero me carga ese aire de suficiencia con el que le habla Mersault, y también le he visto en el restaurante de Celeste. Celeste le trata muy bien, pero él parece indiferente; ese tipo ni siente ni padece. Se le ha muerto su madre, y sé que ni siquiera ha sentido que su madre haya muerto. La arrojó a un sanatorio o a un lugar donde cuidan a los viejos, y él vive solo, cómo puede ser tan desgraciado.
Un hombre pudiente, un oficinista, que deja que su madre se pudra en un asilo no puede tener sentimientos, es un hijo de puta, y esto es algo que me han dicho mis amigos: ese que viene con Raymond es un hijo de puta, no tiene sentimientos, vamos a intimidarle, pero cuidado con él, un hombre que desprecia a su madre no es de fiar, puede revolverse, ten cuidado, él nos considera extranjeros, él cree que es de París, nos desprecia.
A mí me han dado una navaja, y los demás tienen un arma similar; les hemos visto salir desde la casa de nuestra amiga, Mersault vive en la misma casa que Raymond, le apoya y le ayuda, es su amigo, y aquí están, con sus parejitas.
A medida que avanza la tarde y el sol va haciendo su horrible trabajo, me siento que los desprecio más. Los hemos visto con bolsas de playa, con sus toallas, riendo al mediodía, llevan comida, la han esparcido sobre un mantel. Ver esa comida en la arena me ha vuelto a producir un calor sofocante. Un calor así, le digo a uno de mis acompañantes, justificaría un asesinato.
Ellos se ríen, y yo veo que aquellos a los que estamos vigilando, Raymond, Mersault, se ríen también; uno de nosotros dice: "Se ríen de nosotros". Uno de los nuestros se acerca a Raymond, éste le hace así con la barbilla, como para provocarle. Y de pronto, como si los dos estuvieran cegados, o por la rabia o por el sol, o por la rabia que produce este sol sofocante, mi amigo saca una navaja y le hace un corte limpio, y terrible, a Raymond, ya se ha vengado; el otro se retuerce de dolor y el otro, Mersault, avanza hacia nosotros, nosotros nos vamos, escapamos sobre la arena, ya no queremos más lucha, ya ha sido vengada nuestra amiga, que se desangre me importa poco, ya se desangró ella cuando él la humilló y se burló de ella y la atacó.
Corremos hasta el muro que divide la playa en peligrosa y no peligrosa, miro a lo lejos y el horizonte parece una puerta grande y nublada, por allí viene este calor que cae sobre mis sienes como una maldición. De pronto me quedo solo, mi amigo ha corrido aún más, se ha ido de mi vista, no entiendo qué estoy haciendo, estoy viendo luces absurdas que revolotean en mis ojos como si se hubiera destrozado mi sistema nervioso, y no sé qué está pasando pero regreso hacia el lugar donde este tipo se de-sangra.
Mersault me mira con el mismo odio con que debió despreciar a su madre, si no fuera porque estoy de pie y vivo diría que algo me está llevando, como una maldición, a la puerta de la desgracia, y mientras pienso esto y me lo digo, veo que Mersault saca la pistola y la deposita lentamente bajo los rayos del sol, la pistola se ilumina como una luz, debe estar húmeda en sus manos implacables, le doy la espalda, me voy, me voy, ya no se puede más, el sol cae a plomo sobre mí como si me asesinara, el sol cae a plomo sobre mí como si me asesinara...
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