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Entrevista:CONSAGRADOS Y NOVATOS

Reporterismo en la era de Google

Leguineche y Conde, maestro y discípulo, coinciden en que el periodismo obliga a sacrificios

Juan Jesús Aznárez

El elogio incomoda al periodista Manu Leguineche, de 66 años, que ha recibido muchos. "Nada de ditiritambos, ¿eh?", dice el reportero más experimentado y entrañable de la prensa española, antes de arrancar su charla con Raúl Conde, de 26 años, redactor de Nueva Alcarria, que le admira. No es para menos. Aquél lo ha visto casi todo y de casi todo ha escrito: desde la guerra de Vietnam a la del golfo Pérsico, pasando por la mayoría de los conflictos americanos, europeos, latinoamericanos o asiáticos de la segunda mitad del siglo XX.

Tranquilito ahora en su casa de Brihuega, en Guadalajara, alejado del trajín del oficio, pero siempre atento, el maestro reflexiona sobre la evolución del reporterismo: "Tuvimos Vietnam pero no se puede comparar con Irak, que es mucho más bestial". Tampoco pueden compararse los periodistas de entonces con los informadores de ahora, universitarios, políglotas, amamantados por Internet y Google, aunque quizás menos sacrificados. "Creo que el periodismo de su generación es más de calle que de redacción, y quizás ahora los jóvenes pecamos de estar demasiado apegados a la redacción y no salir tanto a la calle", subraya Conde, durante el diálogo, desarrollado en el jardín de la casa solariega.

"Y no dejemos pasar algo fundamental: es que los jóvenes no leen los periódicos", lamenta Leguineche. "Ése me parece un tema gravísimo. Raúl, sin embargo, es el ejemplo de un joven que se está formando bien porque lee y porque le interesan las cosas. Es curioso". Conde precisa que "no se trata de que cada uno de nosotros aspiremos a ser como él, pero sí que, al menos, tengamos un espíritu mucho más emprendedor, más que estar sentados en una redacción". Su generación, añade, tiene una buena preparación técnica y académica pero quizás le falta práctica.

"Cuidado. Lo de no moverse también ocurría antes. Hay mucho mito al respecto", interviene Leguineche. Los diarios amontonados en las tarimas y suelos de la casona, situada en la plaza de Manu Leguineche, atestiguan cuál es la pasión de su vida. El mito es el perfil viajero de todos los periodistas de su generación, pero no todos estaban dispuestos, como él, a salir pitando para cubrir guerras, golpes de Estado, terremotos o inundaciones. "Mientras unos queríamos viajar aunque fuera al pueblo de al lado, otros trataban de asegurarse un buen sueldo, un buen trabajo", recuerda. "Influían muchos factores, entre ellos la mujer o la señora que aparece por ahí y quiere, o quería, abrigos de visón, un pisito en tal sitio, o lo que sea. La mayoría de las mujeres quiere una vida normal". La vida de Leguineche no ha sido una vida normal; ha sido extraordinaria, con numerosos premios y algunos peajes.

¿Qué han supuesto Internet y las nuevas tecnologías para el periodismo? Maestro y discípulo piensan que lo han enriquecido y a la vez empobrecido. "Las facilidades son peligrosas", destaca el reportero de las guerras y los conflictos mundiales, el autor de miles de crónicas viajeras y más de 30 libros. "Internet enfría la información, la convierte en algo que te aleja de la posibilidad de mover la imaginación, de tocar el terreno, de esforzarte más. Cómodo es cómodo, desde luego. Eso sí: desaparecen los problemas de transmisión de las crónicas, que tanto nos preocupaban al llegar a un destino". En los años setenta y ochenta la mayoría se enviaba por télex, que utilizaba cintas de papel perforado.

Raúl Conde también atribuye a las nuevas herramientas el enfriamiento de los contenidos porque "ahora lo ves todo cuando está ocurriendo, te lo ofrecen todo y te vas acomodando". "Y por eso es más difícil salir ahora: lo tienen todo a mano. Nosotros teníamos que salir a buscar la información", acota Leguineche. El redactor de Nueva Alcarria cita la invitación del profesor de Redacción Periodística a escribir, a explayarse, a cubrir una rueda de prensa, una exposición: algo en directo. "Bueno, pues la gente lo cubre con Google, donde encuentra un caudal de información apabullante, pero no distingue si la información es buena o mala, si es fidedigna o no".

Poco sacrificio, ¿no? "Está todo tan a mano que te da la sensación de que no te hace falta buscar la noticia, que todo viene a ti". Su principal autocrítica como joven es que "muchas veces tenemos poca capacidad de sacrificio para estar permanentemente atento a lo que pasa: escuchar la radio, leer los periódicos, no ojearlos, etcétera. Mi generación no lee mucho". Manu Leguineche la observa "muy desasistida. No se cumplieron sus sueños. "Porque, claro, la profesión es muy bonita visto desde fuera, pero luego cuesta. Cuesta y no sé si cambiará. Hay que esperar que los mismos jóvenes se formen más y mejoren un poco la estructura de la profesión. Pero no hay ninguna duda de que el que se esfuerza y sirve sale adelante".

Manu Leguineche y Raúl Conde charlan en el jardín de la casa del primero en Brihuega, Guadalajara.
Manu Leguineche y Raúl Conde charlan en el jardín de la casa del primero en Brihuega, Guadalajara.ULY MARTÍN

Manu Leguineche

Alcarreño de adopción, nació en Arrazua (Vizcaya) (1941) y vive en Brihuega. Toda su vida ha sido viajera, universal, entregada a la observación periodística. "Siempre he sido un solitario", dijo alguna vez. Probablemente lo sea, pero resulta que le sobran amigos. Ha ganado todos los premios de periodismo y ha escrito libros sobre viajes, episodios históricos y coyunturas políticas y uno, especialmente delicioso, sobre vivencias y percepciones personales: La Felicidad de la Tierra.

Raúl Conde

Nacido en L'Hospitalet de Llobregat (1981), aunque vinculado a Galve de Sorbe (Guadalajara) desde siempre, estudió Historia, y ahora, 5º curso en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Fue redactor de Guadalajara Dos Mil, donde desarrolló el trabajo que más le gusta: la cultura, los reportajes, las entrevistas y la calle. Ccoordinador de la revista SIGLO XXI, ahora es redactor de Nueva Alcarria. Recibió, en el 2004, el Premio Periodismo de Medio Rural.

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