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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La estrategia de Nicodemo

Al igual que muchos de los antiguos herejes protestantes que fingían creer en lo que no creían para que la Inquisición no los encandilara hacia la hoguera, los principales piquetes del PP simulan la misma estrategia nicodémica para que el grueso de su electorado más radical siga apoyándoles ante sus actuales posiciones en cuestiones clave de Estado; terrorismo islámico, terrorismo nacionalista, el 11-M, los estatutos autonómicos.

El 11-M es el caso más extremo de esta patética estrategia. Mientras todas las instituciones policiales y judiciales, tanto nacionales como internacionales, desmienten la vinculación entre el 11-M y ETA a base de pruebas científicas y datos objetivos, el trío pepero (Acebes, Zaplana y Rajoy), junto con los medios comunicativos afines a las cavilaciones conspiratorias, martillean tenazmente con informaciones ambiguas e incluso contradictorias, apostillando que hay que investigar más profundamente el caso, a pesar de que el fondo esté totalmente resuelto.

Dicha estrategia, a los pasados herejes protestantes que pudieron eludir las condenas de la Inquisición de la Santa Madre Iglesia, les dejó remordimientos de conciencia para toda la vida por sentirse divididos de manera obligada entre dos tipos de fe: una, en la que creían de verdad en su interior, y otra, en la que no creían, pero debían creer públicamente para salvar sus almas y cuerpos de la hoguera.

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El PP está ahora ante esa misma encrucijada. Deben creer públicamente en un tinglado político falaz, pero ajustado a sus circunstancias para poder enmascarar sus errores y trasteros políticos llenos de incomodidades. Pero la apabullante objetividad de las pruebas judiciales extraídas del 11-M por la policía científica, los sumarios de los jueces y fiscales y el proceso del juicio, a la fuerza tiene que mellarles la conciencia. Pero eso no importa, lo importante es que la espada de Damocles del electorado no pueda actuar en su contra.

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