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Reportaje:

'Pichichis' en el tajo

Ex profesionales de fútbol que cambiaron de trabajo al emigrar a España disputan el V Mundialito de la Inmigración y la Solidaridad

¿Qué pasaría por la mente del delantero Raúl si la vida se volviera perra de repente y tuviera que trabajar de albañil donde nadie le conociera? José Oleas, ecuatoriano y futbolista de primera división en su país, tiene la respuesta porque un día lo fue todo para despertarse al otro, pobre y anónimo, en Barajas.

Pepe fue elegido mejor jugador de la región de Quito en 1996. En 1994 había quedado a un gol de ser pichichi de la segunda liga andina. Pero eso ocurrió antes de que Ecuador cayera bajo el felpudo de la macroeconomía, cuando Pepe tenía la vida hecha y una reputación como futbolista de élite. Entonces la crisis llevó al hombre a emigrar "porque los equipos chiquitos no pagaban y no te llegaba el mensual [el sueldo]".

"Mi primer trabajo aquí fue de peón. Me daba vergüenza acarrear sacos por la calle por si me veía algún ecuatoriano", cuenta Pepe. Hoy, superados los traumas, se dice "muy contento acá" -reparte maíz para palomitas por los cines- y sueña con volver a su país como director técnico de un equipo. Entre tanto cumple el deseo, Pepe rememora la gloria con la selección ecuatoriana que disputa hasta el 22 de julio el V Mundialito de la Inmigración y la Solidaridad.

Como Fidel Fernández, que juega por Paraguay, la selección que ganó el último campeonato. Fidel, 30 años, jugó 10 en el Guaraní, "que es como el Valencia", explica, y en 1999 fue pichichi de la segunda división. "¿Qué estoy haciendo acá?", se preguntaba al llegar sin papeles en 2004 por necesidad y se vio con el pico y la pala. "El futbolista entrena, pero eso no es trabajo. Vivía muy bien y aquí soy del montón pero eso ya quedó atrás y es sólo un lindo recuerdo", reconoce Fidel.

La historia de Boubacar Camara es distinta. Senegalés de 31 años llegó al mundo rico gracias al fútbol tras triunfar en "el Real Madrid de Senegal", el Diarraf de Dakar. Es defensa central y sus dos años de contrato en el Deportivo de Barajas fueron "de los mejores" de su carrera. Calcula que le quedan "cinco años en esto" y luego, zanja: "Dios dirá a qué me dedicaré".

Kiril Mitkov es el entrenador de Bulgaria. Los 17 años que lleva en Madrid le han dado para casarse con una española y ser funcionario local de Alcalá de Henares. "Mis chavales se toman el Mundialito muy en serio", afirma Kiril. Sus pupilos son conductores, albañiles y dependientes, "y para ellos el campeonato es una forma de integrarse, de ser importantes defendiendo su bandera y recordar sus años de profesional", asegura. Otro entrenador, también ya adaptado a su "segunda patria", es Américo López, uruguayo que ya dirigió equipos en su país. Aquí ha ganado dos torneos de fútbol 7 para su país y ve en el Mundialito "una ocasión para integrarse".

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La pericia para abortar el gol de Alfredo Enciso convirtió a este portero paraguayo en el mejor jugador de la final del año pasado. Alfredo, que mide 1,92 y tiene 25 años, llegó en 2004 dejando atrás su éxito como cancerbero del Sport Colombia de primera división. Ernesto es chófer de una familia cuando no está despejando trallazos en los campos Ernesto Coturruelo donde se decide el Mundialito los fines de semana. Allí espera una oportunidad ante los ojeadores que buscan en las fintas de los futbolistas un diamante inmigrado.

De derecha a izquierda y de arriba abajo, José Oleas, Kiril Mitkov, Alfredo Enciso, Fidel Fernández, Boubacar Camara y Américo López, en las gradas de los campos de fútbol Ernesto Cotorruelo. A la izquierda, el hijo de López.
De derecha a izquierda y de arriba abajo, José Oleas, Kiril Mitkov, Alfredo Enciso, Fidel Fernández, Boubacar Camara y Américo López, en las gradas de los campos de fútbol Ernesto Cotorruelo. A la izquierda, el hijo de López.G. L.

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