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Reportaje:FESTIVAL DE CANNES

La incertidumbre del palmarés

La sencilla película 'Alexandra', del ruso Alexander Sokourov, y la desesperación filmada por el coreano Lee Chang-dong en 'Rayo de sol secreto' se suman a las favoritas

Embotellamiento en la carrera a la Palma de Oro. Los buenos filmes se suceden y se acumulan. A los de los estadounidenses Fincher, Coen, Schnabel y Van Sant, el rumano Mungiu, la franco-iraní Marjane Satrapi, el ruso Zvyagintsev, el coreano Kim Ki-duk o el turco-alemán Fatih Akin se han venido a sumar las obras de otro ruso -Alexander Sokourov- y otro coreano -Lee Chang-dong-. El primero envía a su protagonista, la abuela Alexandra que da título a la película, a un campamento del ejército ruso en Chechenia. La presencia de la vieja mujer, encarnada por la cantante Galina Vishhnevskaya, la viuda del violonchelista Rostropóvich, lo modifica todo: los soldados aparecen como niños, su nieto se pregunta "para qué sirve un ejército que ya ni tan siquiera inspira temor" y abuela y nieto viven momentos de gran ternura en los que él hace la trenza de ella. Como cuando él era pequeño.

Nicolas Philibert concibe 'Retour en Normandie' como un juego de espejos
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Éstos son otros tiempos

Púdica y sensible, emocionante y justa, Alexandra es muy probablemente la mejor película de la filmografía de Sokurov y sin duda la más sencilla y profunda de cuantas han desfilado por la sección a concurso. Porque Rayo de sol secreto (en coreano, Myryang) es otra cosa, un melodrama complejo, que no cesa de sorprendernos, que mezcla una aproximación casi documental del decorado con un encadenamiento dramático de alto riesgo. Su heroína -Jeon Do-yeon, favorita al premio de interpretación femenina- arranca recién enviudada; pierde, tras secuestro y asesinato, a su pequeño hijo; busca consuelo en la religión y descubre, después de un periodo de fe profunda, que Dios perdona a los criminales antes de que ella haya podido hacerlo. Nueva crisis de desesperación y, al final, la cámara se detiene en un vertedero. Fin de recorrido a tanto sufrimiento.

Otro coreano -Kim Ki-duk- ha presentado Sum (Soplo o Aliento) que habla de celos, amor, pasión, culpa, sacrificio y expiación. Rodada de manera vertiginosa, es una parábola directa en la que se nos muestran las fases de crisis de una pareja y su reconstrucción a partir de una serie de situaciones de naturaleza metafórica. El desparpajo y el sum, es decir, el aliento, mantienen en pie una aventura cinematográfica arriesgada.

Fuera de competición, otra maravilla. Vincent Van Gogh le escribió a su hermano Theo que "la tristeza durará siempre". El documentalista Nicolas Philibert debe tener por lema "la bondad durará siempre". Ese siempre es relativo pero concierne a un periodo de, como mínimo 170 años, los que separan unos hechos que el filósofo Michel Foucault hizo célebres -el parricidio de Pierre Rivière, que mató a su madre, a su hermana y su hermano dejando luego una crónica escrita de sus razones- de su reconstrucción cinematográfica a cargo de René Allio en 1975 y de la visita que Philibert hace del "lugar del crimen" -real y en un filme- treinta años después.

La película está concebida como un juego de espejos en los que una misma realidad aparece reflejada en distintas épocas y bajo distintas formas. La continuidad la proporciona la bondad. Philibert ama y respeta a las personas que filma, las escucha, se interesa por sus razones. No es juego de citas cuya brillantez se agota en sí mismo, sino un entramado de vida. Sabíamos de su talento desde su fantástico reportaje La ville Louvre (1990) o desde Être et avoir (2002) y ahora nos la confirma con Retour en Normandie, una película en primera persona que rinde homenaje a esos creadores discretos y tenaces como René Allio. Philibert habla de continuidad, de filiación, recuerda a quienes le ayudaron a comenzar y a esa gente humilde que 170 años atrás estuvieron en el centro de una tragedia para luego desvanecerse de nuevo en la discreción de la cotidianidad y del trabajo anónimo.

Gracias al propio Pierre Rivière -su relato autobiográfico es impresionante-, a Foucault, a Allio y a Philibert el hilo de la historia no se ha roto. Eso nos permite saber que el monstruo parricida era un joven algo iluminado que sólo quería ayudar a su padre y lo hizo aplicando literalmente lo que había leído en los libros sagrados, esos, ya saben, que recomiendan amor entre iguales y guerra a muerte al infiel. Su igual era el padre y su diablo la madre.

La actriz Jeon Do-yeon, entre Lee Chang-dong (a la izquierda) y el actor Song Kang-ho.
La actriz Jeon Do-yeon, entre Lee Chang-dong (a la izquierda) y el actor Song Kang-ho.ASSOCIATED PRESS
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