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Dos monjas gallegas se van a Mozambique para fundar un asilo

La pontevedresa sor Socorro dirigirá un nuevo centro humanitario en Maputo

El viernes a las dos de la tarde, en el aeropuerto de Manises, cuatro monjas despegaban rumbo a Mozambique y otras tantas permanecían a este lado del finger con la mano suspendida en el aire como una foto fija. Mientras decían adiós y pedían cartas semanales, las que seguían con los pies en la tierra no dejaban de pensar en lo diezmada que queda la congregación con la partida de sus hermanas. Aquí, ya no pueden contar con ellas en muchísimo tiempo.

Las cuatro hermanas viajeras tardarán en volver porque a Maputo vuelan con la misión de construir, organizar y gobernar un asilo para ancianos que debe empezar a funcionar dentro de dos años. Estas misioneras de negro que llegaron con tiempo de sobra al aeropuerto pertenecen a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, así que a sus nombres siempre les precede un sor. Sor Vanessa, sor Socorro, sor Esther y sor Estrella, según el orden en el que posaron para la última foto de recuerdo que se hicieron en España. Vanessa Amedurri tiene 28 años y, "como todas las nuevas", es latinoamericana, en concreto de Brasil. Esther Portero ha cumplido 60 y es zaragozana. Y las otras dos compañeras, Socorro Campos, de 62, y Estrella Arjomil, de 37, son gallegas: la más joven, de A Coruña, y la mayor, de Pontevedra.

La que tomará las decisiones últimas en Mozambique será precisamente la pontevedresa, y no sólo porque la veteranía es un grado, sino porque Socorro Campos Santiso ya era, hasta el momento, superiora del convento de Chaves, en Portugal. Su dominio del portugués será una herramienta imprescindible para entenderse con los albañiles que construyen el asilo. En realidad, los trabajadores ya llevan contratados tres meses y, al menos, los cimientos de la residencia, prevista para albergar a un centenar de ancianos, ya asoman en el terreno que han adquirido las religiosas en el pueblo de Chissano.

Ahora que ya están allá, se alojarán en el otro asilo que la congregación fundó en el país africano, y cada día tendrán que recorrer los 200 kilómetros de carretera asfaltada que separan ambas misiones, la primera, en la diócesis de Maputo, y la nueva, en la muy poblada de Gaza.

Allí, cuando estrenen el asilo, se dedicarán a recoger a "unos ancianos que viven en el barro... Comen y duermen arrastrándose siempre por el suelo sin que nadie les ayude a levantarse", tal y como cuenta sor Fernanda, una de las compañeras que se quedó en Valencia.

"En Mozambique, cada uno se las tiene que ver con la vida por sí mismo", sigue relatando esta monja que trabajó 26 años en Centroamérica y Brasil. "Los viejitos mozambiqueños no saben ni quiénes son. Han sido abandonados, están enfermos, sin asistencia, y han olvidado el nombre de sus familiares. Hace unos días, llegó una anciana sucísima al asilo de Maputo, y cuando empezaron a limpiarla y a rascarle la piel, descubrieron que aquellas manchas eran, en realidad, heridas. Debajo de la capa espesa de roña se escondían todas las llagas".

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Esta congregación española de 2.500 religiosas mantiene 210 asilos en cuatro continentes y asiste a 25.000 ancianos sin recursos. En su nuevo centro, acogerá también a jóvenes de Mozambique, un país atacado por el sida desde hace años y unas devastadoras inundaciones en el pasado febrero. Estos jóvenes les ayudarán a cuidar a los mayores. Fernanda es consciente de las críticas que a veces despiertan en España sus misiones en el extranjero. "La gente dice que los ancianos de aquí también están desvalidos. Y es cierto. Hay muchísimos. Pero la diferencia de oportunidades, entre aquí y allá, es enorme".

De izquierda a derecha, sor Vanessa Amedurri, sor Socorro Campos, sor Esther Portero y sor Estrella Arjomil.
De izquierda a derecha, sor Vanessa Amedurri, sor Socorro Campos, sor Esther Portero y sor Estrella Arjomil.EL PAÍS

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