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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Animada geografía

Aunque la actualidad lo contradiga, las relaciones de un artista con el mundo deben parecerse a un toma y daca; esto es: a aprovechar todo lo que haya disponible en el presente para dar mejor cuenta de sí mismo. Si hay un caso que nos pueda servir de positivo ejemplo de lo anterior es el de Perejaume (Sant Pol de Mar, 1957), que emergió, allá por la década de 1980, como un artista particularmente interesado por una interpretación romántica del paisaje, con todo lo que ésta en su versión germánica tiene de cosmovisión, y sigue en ello.

Esta genérica obsesión, que marcó el origen del arte de nuestra época y que es de suyo inagotable, ha sido abordada por Perejaume desde todas las perspectivas técnicas y conceptuales hoy posibles, como pueden ser la pintura, la fotografía, el vídeo, las instalaciones, etcétera, pero sigue nutriendo su trayectoria, como ahora mismo se pone de manifiesto en la presente muestra madrileña, donde despliega al máximo todo el espectro de medios y soportes en un formidable ejercicio de, como se estila decir, "hibridación".

PEREJAUME

'Los horizontes y las cinturas'

Galería Soledad Lorenzo

Orfila, 5. Madrid

Hasta el 16 de mayo

La tesis subyacente para esta poliédrica exhibición de facultades es que la naturaleza danza con un ritmo semejante, sea cual sea su manifestación, atmosférica, geológica o biológica. Hay, sí, entre estos diferentes niveles de expresión natural, una distinta animación, que, a la postre, no es sino la manifestación de un rasero temporal, que, siendo el mismo, inscribe, sin embargo, huellas específicas. En este sentido, las faldas de una montaña no difieren formalmente mucho de los pliegues de la falda de un danzante sufí, que traigo aquí a colación por el carácter girovágico de su movimiento.

Para mejor revelarnos este

ritmo esencial que organiza las formas y la formación de nuestro planeta, Perejaume ha dividido en tres dimensiones el recorrido de su exposición, la orográfica, la hidrográfica y la eólica, reservándose un par de metáforas antropocéntricas para anudar con sentido dramático este destino cósmico común. A partir de esta pauta, todo el conjunto está animado por una muy escenográfica trepidación moderna, desde la primera parte estática y silenciosa hasta la segunda, más cinética y fulgurante, y, por fin, la tercera, que consiste en la resonancia tonante de un papel agitado por una corriente, siguiendo irónicamente el modelo sonoro de las tormentas de teatro; mas toda esta parafernalia muy bien pautada, y en la que se entremezclan los materiales y las tecnologías más diversas, está al servicio finalmente de dos problemas de representación artística clásica: el de la figura, cuya emanación energética se centró en la sofisticada técnica del "ropaje" o la daprerie, y el del fondo, que, natural o artificial, exterior o interior, era asimismo dar cuenta de la agitación de cortinas o, en efecto, montañas. Lograr aunar y anudar todas estas dimensiones, sin que todo el conjunto pierda el ritmo de una performance, y sin que estos juegos cartográficos verdaderamente malabares disipen la enjundia simbólica que los articula, es, a mi juicio, una hazaña, la hazaña de un artista que evoluciona en ese sutil intersticio del dar y el recibir, la causa de su distinción.

Detalle del díptico 'Muntanyes' (2007), de Perejaume.
Detalle del díptico 'Muntanyes' (2007), de Perejaume.

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