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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Pathos

SI SÓLO fuera por lo que evoca el título, el ensayo Emociones extremas. Pathos espiritual y sexual en el arte de la vanguardia (Abada), del crítico estadounidense Donald Kuspit, quizá el hipotético lector de su versión castellana podría pensar a priori que se encontraba ante un nuevo caso de aggiornamento, vía Freud, del, hasta hace relativamente poco, muy cerrado formalismo de la crítica y de la historiografía artísticas americanas. Así ocurrió, hace unos años, no en balde, con Rosalind E. Krauss, la afamada crítica de este país, en cuyo ensayo El inconsciente óptico, no sólo se distanciaba de su maestro Clement Greenberg, sino que desafiaba la "cuadrícula" del formalismo apelando a lo que ésta dejaba oculto con su radiante claridad: el inconsciente. En la actualidad, son ya una legión los críticos de todo el mundo que, por una razón u otra, se han apuntado a esta perspectiva, que, al menos, es, en principio, comparativamente, mucho menos reductora que la anterior.

No obstante, algunas de las afirmaciones que se permite Donald Kuspit en el ensayo antes mencionado van más allá de lo esperado y de lo esperable en el contexto americano, que se suele permitir muy pocas libertades críticas con lo que se suele llamar "políticamente correcto", que en absoluto se limita a fiscalizar sólo las costumbres. En cualquier caso, en primer lugar, desde mi punto de vista, lo más asombroso y admirable de Kuspit es tanto su reserva a dejarse arrastrar por los clichés de moda, como su inequívoco distanciamiento del modelo de arte moderno, acuñado por su poderoso país y seguido con fervoroso papanatismo por la ingente grey de sus seguidores principalmente del llamado mundo occidental, entre los que los de España destacan por su fogosidad de provincianos neoconversos. Porque en su artículo 'El reino mágico del museo', el primero de la recopilación del libro que comentamos, Kuspit no se limita a repetir el tópico del abusivo poder condicionante de esta institución en nuestra época, sino la específica fuerza sectaria que éste adquiere en la interpretación estadounidense del "museo moderno", cuyo indiscutible epítome es el celebérrimo Museo de Arte Moderno de Nueva York, que lleva años tratando de sortear su profunda crisis con sucesivas remodelaciones y edificios. Aún más: Kuspit llega a contraponer a este modelo local, que juzga obsoleto, el que practica "el comisario de arte europeo", para él mucho más abierto, ajustado y sugerente.

¿Cómo entonces extrañarse de que, entre otras muchas cosas, Kuspit se atreva a poner en radical tela de juicio la interesante personalidad y la escasísima obra de Marcel Duchamp, sobre cuya fatigada espalda de improvisado e imprevisto Atlas gravita casi las tres cuartas partes del arte actual? Pero la verdadera lección de Kuspit no es por esto o por lo otro, sino por su insobornable actitud crítica, justo lo que paradójicamente les falta a la mayoría de los sedicentes críticos de arte actuales, allí o aquí, muy poco propicios a las "emociones extremas", sea cual sea el "pathos" de éstas, salvo la de esa inveterada pasión moderna de "estar a la última".

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