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L'Oceanogràfic elabora con sus dos ejemplares estudios sobre el lenguaje acústico de las belugas

L'Oceanogràfic de Valencia, la única instalación de Europa donde hay belugas, desarrolla investigaciones sobre el comportamiento acústico de estos cetáceos, cuyos resultados permiten conocer detalles biológicos de una especie de la que aún se sabe poco, y mejorar el bienestar de las que viven en cautividad. Desde poco antes de que en 2003 llegaran a Valencia procedentes de Mar de Plata (Argentina) Yulka, una hembra de ocho años, y Kairo, un macho de entre 18 y 20 años, los investigadores de L'Oceanogràfic han analizado las vocalizaciones y sonidos de estas ballenas blancas, y los han relacionado con su comportamiento. José Antonio Esteban, del equipo investigador de L'Oceanogràfic, explicó que las belugas son los cetáceos cuyo repertorio acústico es más diverso y complejo, con 32 sonidos diferentes, y desde que hace cinco años iniciaran las grabaciones en el acuario han logrado "más de 40.000 vocalizaciones distintas identificadas".

Los investigadores han elaborado un análisis estadístico de los sonidos y el comportamiento asociado, pues una de las ventajas de tener belugas en cautividad es que se puede trabajar con ellas las 24 horas y ver cómo actúan cuando vocalizan, en contraste con los estudios en el Ártico, donde muchas veces sólo se las oye o se las ve. Una de las conclusiones de estos trabajos es que las vocalizaciones están "muy condicionadas por el estrés y el cambio de lugar", y así por ejemplo durante las cuatro semanas posteriores a su llegada a Valencia el número de vocalizaciones por hora fue muy bajo, igual que ocurrió durante dos semanas tras la introducción de focas en su hábitat. L'Oceanogràfic también consiguió el año pasado un "hito", ya que acogió el primer nacimiento en cautividad de una beluga en Europa, que aunque falleció a los 25 días de nacer, permitió a los investigadores grabar los sonidos de la cría y ver los cambios que produjo en las vocalizaciones de la madre. De esta forma, Esteban explicó que durante el parto, que duró ocho horas, la madre vocalizaba mucho, pero justo en el momento en que apareció la aleta caudal de la cría enmudeció y así permaneció durante varios días, lo que atribuyen a una medida de protección para evitar llamar la atención de depredadores como las orcas. Los investigadores de L'Oceanogràfic estuvieron en contacto con el acuario de Vancouver, donde también había nacido una cría de beluga, y pudieron comprobar que los sonidos de ambas eran muy similares.

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