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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El catedrático del cubismo

El francés André Lhote se cuenta entre los representantes del cubismo, con la particularidad de que continuó investigando y profundizando en dicho lenguaje a lo largo de su vida. Teórico del arte, influyente en el arte español, ahora se le dedica una exposición en España.

Explotando la nueva orientación comercial de los museos públicos franceses en pos de hacer más llevadera la carga de su sostén por parte del erario gubernamental, la Fundación Mapfre vuelve ahora sobre los fondos de un museo provincial, el de Bellas Artes de Burdeos, para tratar monográficamente la obra de un artista local, André Lhote (Burdeos, 1885-París, 1962), un artista de talento y modernidad discretos, pero dotado de una vocación didáctica y divulgativa de enorme influjo, y del que ahora se exhiben en Madrid una selección amplia de unas 75 obras, entre pinturas y dibujos, que, tras esta presentación en nuestro país, se mostrará también en la propia Burdeos, donde se atesora lo más granado de su obra. En consonancia con las características de este proyecto, uno de sus comisarios es Françoise García, conservadora del Museo de Bellas Artes bordelés, pero acompañada por el profesor español Eugenio Carmona, porque no en balde Lhote tuvo una relación privilegiada con nuestro país.

Nacido en la misma década que lo hicieron los creadores y principales heraldos del cubismo, con el que se vinculó activamente a partir de la segunda década del XX, la calidad e innovación plásticas de Lhote no resiste la comparación con sus colegas contemporáneos de primera fila, Picasso, Braque, Gris, Léger, Delaunay, etcétera, pero su fervor didáctico y su sentido analítico, ejercidos a través de la crítica de arte, los libros de divulgación y la creación de una academia personal, le otorgaron en este campo una merecida popularidad e influencia internacionales, como se corrobora con la traducción a varias lenguas de su Tratado de paisaje. Es cierto que estas cualidades se volvieron circunstancialmente en su contra, sobre todo cuando el vendaval del surrealismo se cebó con la institucionalización académica del cubismo, pero estos ataques incisivos y sectarios no anulan la labor de Lhote y otros, y tampoco pudieron arrinconar una obra artística, quizá no sobresaliente, pero no por ello en absoluto despreciable.

La trayectoria de Lhote si

guió de una manera fielmente escolar algunos principios del nuevo lenguaje cubista, si bien acentuando el carácter más clásico y convencional de la fase sintética de éste. Es como si Lhote se esforzara en integrar la revolución cubista dentro de la tradición académica y, en especial, a través del controlado y racionalista molde francés. En este sentido, sus cuadros no sorprenden, ni inquietan, pero están sabiamente construidos, nunca desdicen del buen gusto, tienen oficio y rezuman orden, lo que corresponde con el arte de un buen profesor. Todo esto es tan así que en el muy completo recorrido cronológico que esta exposición hace de su trayectoria, no se detectan apenas cambios, no digo ya de estilo, sino de temas y, ni siquiera, de humor. Se encuentra uno allí con la misma aplicación, la misma pulcritud, el mismo bajo perfil emocional. Ahora bien si se recorre esta retrospectiva, teniendo en cuenta que ilustra principios y responde a un método, se la mira con mayor benevolencia, porque nos pone en evidencia cómo Lhote no fue, sin duda, ningún genio, pero siempre un magnífico profesor.

'Cabeza de expresión' (1917), de André Lhote.
'Cabeza de expresión' (1917), de André Lhote.

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