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Reportaje:

La clave de la 'batalla de Valencia'

Attard propició el 'blaverismo' al cerrar la puerta de UCD a los reformistas del régimen

La denominada batalla de Valencia, una convulsión identitaria que enfrentó a la sociedad valenciana en la transición, ha sido a menudo explicada como una reacción química neta del regionalismo popular contra los postulados pancatalanistas realizados por Joan Fuster y defendidos por las elites universitarias desde los cuadros dirigentes de los partidos de izquierda. También ha sido descifrada como un conflicto creado por Unión de Centro Democrático (UCD) para erosionar al PSOE. Sin embargo, hubo otras razones de peso que determinaron el surgimiento de opciones basadas en la defensa del personalismo valenciano en un escenario político que les era adverso. Es una de las revelaciones del libro La construcción política de la Comunidad Valenciana, de los profesores Benito Sanz y Josep Maria Felip, editado por la Institució Alfons El Magnànim.

Excluidos de la opción que representaba su espectro sociológico, Ramón Izquierdo y Carrau impulsaron URV, el germen de UV
El anticatalanismo los singularizó frente a UCD, que hasta junio de 1977 asumía la cuatribarrada, la catalanidad de la lengua y el País Valenciano

La raíz de este conflicto que sacudió y colapsó la recuperación del autogobierno, y cuyos coletazos todavía afloran, tuvo origen en la disgregación de la derecha, parte de la cual fue excluida de la plataforma que debía aglutinar a los conservadores locales, que viendo el fin del régimen, habían optado por el reformismo para encauzar sus carreras políticas. Sanz y Felip sitúan la clave en el ruego al presidente del Gobierno formulado por José María Adán García y suscrito por todos los procuradores valencianos, en el que solicitaban "la autonomía económica, administrativa y cultural de la región valenciana".

Publicado en el Boletín de las Cortes el 12 de agosto de 1976, el ruego recogía las aspiraciones de Lo Rat Penat, el Ateneo Mercantil de Valencia, la Federación de Sociedades Musicales, la Cámara Regional de Comercio, el Instituto Valenciano de Economía, el Centro de Estudios Políticos y Sociales del Movimiento, las diputaciones de Valencia, Alicante y Castellón, así como asociaciones políticas como la Asociación Nacional para el Estudio de los Problemas Actuales (ANEPA), Frente Nacional Español, Unión Nacional y Unión del Pueblo Español (UDPE). Es decir, una amalgama del poder real, sociedad civil, tradicionalistas, conservadores y reformistas. El ruego de los procuradores, entre los que se encontraban el alcalde de Valencia, Miguel Ramón Izquierdo, Pedro Zaragoza, o José Antonio Perelló Morales, se había presentado cuatro meses antes de la constitución de la Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià, cuyos postulados, basados en el paradigma de Joan Fuster, serían los que guiarían el principio de la transición "como si se tratara de la única expresión autonomista". "Nuestro error", afirman los autores, ambos implicados en el movimiento antifranquista, "fue pensar que en la otra parte no existía una idea de país. Y sí que existía, como lo demuestra el ruego, y tenía un modelo elaborado".

En la primavera de 1977 nació UCD como culminación del proceso seguido por algunas sociedades provenientes del franquismo, como la Unión del Pueblo Español (UDPE) de Adolfo Suárez, que fue el núcleo de la operación. Sin embargo, la dirección valenciana de la UDPE, liderada por Esteban Rodrigo de Fénech fue excluida por Emilio Attard, que había fundado el Partido Popular de la Región Valenciana, pasaba a liderar la UCD en Valencia y desplazaba de esta opción a los reformistas.

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Suárez no facilita el acceso a las listas de UCD a quienes le habían acompañado en el proceso más comprometido en el franquismo. "No quiere azules y crea una amalgama en UCD para presentar una imagen rompedora con el pasado pero sustentada en la estructura del movimiento", aseguran. Esta operación se lleva a rajatabla en Valencia. "Attard tapa así su biografía y monta un partido nuevo con liberales que arranca con la inercia y los postulados de lo que había sido la oposición al franquismo", explican. Algunos de los reformistas excluidos dejan la política, como Adán, De Fénech o Zaragoza, pero otros, como Alberto Jarabo Payá, fundarían Alianza Popular.

Cegada la posibilidad de desarrollar su perestroika, sin sitio en UCD e ignorados por la izquierda, que según los autores reduce la idea del pueblo valenciano a una imagen homogénea que no se correspondía con la realidad, parte de estos reformistas emprenden su propio camino agraviados con Madrid y buscando la diferencia sustantiva con UCD, que en ese momento defendía la catalanidad de la lengua, la bandera de las cuatro barras y la denominación País Valenciano. Es el caso del alcalde de Valencia, Miguel Ramón Izquierdo, y del presidente de la Diputación, Ignacio Carrau, que fundarían Unión Regional Valenciana (URV) en 1978. Ambos capitalizan el minoritario humus anticatalanista popular, económico y eclesiástico, a la vez que blanquean su negro pasado franquista presentándose como salvadores del pueblo valenciano frente a una supuesta invasión exógena.

Sin embargo, UCD no ganó las elecciones de 1977 en el territorio valenciano, al contrario que había ocurrido en España. El PSOE había logrado 13 escaños frente a los 11 de UCD, mientras que el PCPV tenía 3, y el PSP-USPV y Alianza Popular uno, igual que la candidatura independiente del reformista castellonense José Miguel Ortí Bordás. En base a esos resultados quedó constituida en agosto la Assemblea de Parlamentaris del País Valencià con 41 miembros, de los que 25, la mayoría absoluta, eran de izquierdas. Attard reaccionó de la mano del presidente regional y hombre de confianza de Suárez, Fernando Abril Martorell, quien diseñó una nueva estrategia para ganar las elecciones municipales y generales de 1979 y condicionar el proceso de elaboración del Estatut d'Autonomia. La operación consistía en defenestrar a los liberales, como Francesc de Paula Burguera, José Antonio Noguera de Roig y Joaquín Muñoz Peirats, asumir los postulados anticatalanistas y alentar, con todos los medios, al resentido movimiento de Ramón Izquierdo y Carrau como fuerza de choque para desgastar al PSOE.

UCD no consiguió del todo su objetivo. Aunque aumentó cinco diputados y empató en escaños con el PSPV-PSOE (19), la izquierda siguió siendo mayoritaria en la Assemblea de Parlamentaris con los tres diputados comunistas. Condicionó al máximo el Estatut, pero su descomposición era tan imparable como la crispación civil que había auspiciado. Antes de morir, Attard reconoció que la operación se le había ido de las manos.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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