_
_
_
_
Reportaje:La memoria del 'hippy' de Camelle

El legado de Man acumula polvo

El Gobierno central rechaza hacerse cargo de la herencia del artista alemán y se la ofrece al Ayuntamiento o a la Xunta

Situó a Camelle en el mapa pero su legado acumula polvo en un desván. Su gesto de desesperación e impotencia por el fuel que brotaba de la panza del buque petrolero Prestige resumió la tristeza de un pueblo por la mayor catástrofe ecológica que se recuerda. No pudo soportar la escena. Se encerró en la chabola que corona su peculiar museo al aire libre en el puerto de Camelle y se abandonó hasta morir. Dicen que murió de pena. Dejó de tomar el sintron y el día de los Santos Inocentes de 2002 su cadáver fue descubierto por Juan de Gelucho.

Manfred Gnädinger, O alemán de Camelle, agigantaba su historia.

Al tercer piso del Ayuntamiento de Camariñas se le llama El palomar. En un rincón de este desván de la casa consistorial hay arrumbadas 45 cajas. Contienen la vida de Man, un hombre que llegó a este pueblo de la Costa da Morte el día del Espíritu Santo de 1961 con un diccionario en la mano. Sus primeras palabras fueron: "Mi alemán". O alemán de Camelle se quedó para siempre.

"Me ayudó a leer la autopsia de mi marido, que murió en Suiza y estaba en alemán"
Al Ayuntamiento de Camariñas le han llovido críticas por descuidar la obra
Los vecinos se escandalizaron de su primera exposición, con arañas y culebras
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Su historia, como su museo, que ahora se encuentra en un completo estado de abandono, es singular. En la caja número 44 están el "testamento, títulos de compraventa y fotografías personales. Sin valor económico". Así se detalla en el informe de tasación de sus bienes realizado en abril de 2004 por el perito Jesús Yanes.

A las autoridades municipales de Camariñas le han llovido críticas por haber descuidado la obra en la que Man empeñó su vida. Incluso se han recogido unas 2.000 firmas para intentar frenar el deterioro de las esculturas que desafían el mar al lado del dique de abrigo del puerto de Camelle. Bautista Santos, el alcalde, argumenta que "nada se pudo hacer porque Man dejó testamento". Efectivamente, en la caja 44 aparece el documento con sus voluntades. Man testó en 1972, a la edad de 36 años. En la cláusula segunda reza: "Sin perjuicio de la legítima que pudiera corresponderle a su padre, caso de sobrevivirle, instituye heredero de todos sus bienes, derechos y acciones al Estado español". En la tercera cláusula "expresa su deseo de que, a su fallecimiento, sea conservado el museo que tiene en su casa, quedando a disposición del Ministerio de Educación para ser destinado a fines culturales y, caso de ser permitido por la legislación vigente, a su fallecimiento su cuerpo sea enterrado en dicho museo o sepultado en el mar".

No se ha satisfecho ninguno de sus deseos. Manfred fue enterrado en un nicho que cedió el párroco de Camelle. Aunque en el banco tenía 120.000 euros, fue el ayuntamiento el que costeó el sepelio, pero a nadie se le ocurrió incinerarlo y esparcir sus cenizas en un mar en el que se bañaba a diario, independientemente de las condiciones meteorológicas. "No habíamos visto el testamento", se disculpa Sandra Ínsua, la concejala de Cultura de Camariñas.

El Ministerio de Economía y Hacienda empleó cuatro años para resolver la herencia de Manfred. En documento remitido al Ayuntamiento de Camariñas el 10 de abril de 2006 agradecen al alemán de Camelle su generosa aportación a las arcas del Estado y notifican que, "en cuanto al museo al aire libre, el centro directivo informa que el Ministerio de Cultura no se encuentra interesado en el mismo (...). Teniendo en cuenta que ese ayuntamiento ha mostrado interés por la cesión de las parcelas sobre la que se encuentra el museo con el fin de destinarlo a exposición permanente, le informo que la Administración del Estado está dispuesta a la cesión de dicho museo". Maria Teresa Calada, la secretaria general de Economía y Hacienda, reclama también que el municipio y la Xunta notifiquen a favor de qué Administración se realiza la cesión.

"Nosotros claro que estamos interesados en preservar el legado de Man", señala Sandra Ínsua. Pero en sus buenas intenciones se han cruzado las elecciones municipales. "El abogado del ayuntamiento está trabajando para decidir si hacemos una fundación o un patronato en colaboración con la Consellería de Cultura. Queremos que Camelle se convierta en el referente cultural de la Costa da Morte, con conferencias y congresos literarios aprovechando el pretexto de Man".

La Facultad de Bellas Artes de Pontevedra ya ha realizado un estudio para recuperar el museo. "Lo hizo desinteresadamente", apunta Ínsua, "pero creemos que es el Gobierno que salga de las próximas elecciones el que tiene que realizar la restauración".

El Museo do Alemán se descose cada día que pasa por las embestidas del mar y por los actos vandálicos, pero gracias a Manfred Camelle va a estrenar un centro sociocultural y juvenil que se llamará Casa do Alemán. En la planta baja de esta nueva edificación se expondrá parte de lo que guardan las 45 cajas que ahora están en El palomar. El Gobierno local, del PSdeG, aprovechó la concesión de 300.000 euros presupuestados en principio para la ceremonia de los premios Max de teatro para ejecutar la obra. Y tuvo que añadir otros 250.000 euros para "un edificio que era más que necesario", señala la concejala de Cultura.

Decidir qué se expone de Manfred en la planta baja de este recinto no será una tarea fácil. Es como decidir qué se hace con la ropa de un muerto.

Manfred apareció en Camelle en 1961. Aquel día que se celebraba la festividad del Espíritu Santo apareció con traje y corbata. Los primeros años casi era de misa diaria. Nunca quiso hablar de su pasado, aunque se supo que había nacido en Radolfzell, villa próxima a Friburgo, el 27 de enero de 1936, que su madre había fallecido y que se llevaba mal con su madrastra. Pasó por Italia, Suiza, Inglaterra hasta sucumbir, como muchos otros alemanes, ante el hechizo de un mar bravo. Hay quien sostiene que tenía estudios, que si impartía clase, que si...

Llegó a Camelle y se instaló en un piso de la familia Baña. Ahí creó su primer museo. Hasta hizo invitaciones para inaugurarlo, pero los vecinos, como recuerda Pura, que cedió su casa para su velatorio, se escandalizaron "porque había arañas y también culebras". Luego se enamoró de María Teresa, una maestra de Porto do Son, pero el amor le fue esquivo y no volvió a ser el mismo. Vagó por los montes hasta que se encontró con las parcelas que ahora componen su museo. Las compró por 500 pesetas y ahora Hacienda las tasa en 224 euros. Comenzó a correr a diario hasta Ponte do Porto para luego zambullirse en el mar. Siempre iba descalzo y sólo tapaba su desnudez con un taparrabos.

En abril de 2001 accedió a vestirse cuando tuvo que acudir al hospital de Cee por una trombosis venosa profunda. En la caja 40 está toda su ropa, como refleja el inventario de sus pertenencias: "Un pantalón vaquero negro marca Pepe talla 46, un pantalón vaquero negro marca Topaky, un pantalón chándal marca Marine Club, un jersey de punto verde, un polo colores, una camisa y un pantalón negro marca Jeans de panilla".

Las cajas también guardan dos docenas de diccionarios, dos libros sobre Rasputín, varios sobre Van Gogh, dos sobre Rembrandt, uno sobre Picasso, otro sobre Salvador Dalí, los evangelios en español y más de 5.000 libretas de gusanillo dibujadas por las personas que visitaban el museo. Era la condición para entrar en su mundo: "Veinte duros y un dibujo". Fueron tantas visitas que alcanzaron para reunir 120.000 euros. Los dejó para preservar su museo, quizá con un valor artístico relativo, pero que situó Camelle en el mapa.

Manfred era un tipo huraño, de palabras contadas. Acudía a menudo a la Caixa de Aforros para hacer fotocopias. "Pedía siempre que le hiciésemos tres de cada papel que traía. La primera tenía que ser muy oscura y en las siguientes había que degradar el color", recuerda un empleado. Ingresaba el dinero con la intención de preservar el futuro del museo, de su vida. Cuando en 2001 ingresó en el hospital Virxen da Xunqueira de Cee, la asistencia social del Ayuntamiento de Camariñas le arregló los papeles para que cobrase 240 euros por una pensión no contributiva. "Él decía que no la quería, que tenía dinero", recuerda una trabajadora del ayuntamiento. Además, hacía donaciones a varias organizaciones no gubernamentales. En el hospital comarcal, conscientes de su aislamiento vital, le asignaron una habitación para el solo. "La verdad es que tanto el pueblo como nosotros lo mimamos mucho", afirma la asistenta social.

La figura de Man ha trascendido. La Televisión de Galicia ultima un documental que ya ha sido grabado. Participa en el trabajo con una productora alemana y ha sido dirigido por el uruguayo Bernardo Cerquera.

Su figura no ha sido olvidada. En Camelle sigue muy presente y "el mundillo de la Cultura continúa llamando para interesarse por su museo y proponer iniciativas", señala Sandra Ínsua. No puede precisar el valor de su obra, "aunque está claro que dinamiza el interés turístico de la Costa da Morte y es un valor que no podemos desaprovechar".

Son muchos los pueblos que desearían conseguir el mismo interés que despertó este alemán vegetariano. Pura, la vecina que cedió su casa para velar su cadáver, es consciente de la importancia de Man para un pueblo que se desangra porque los jóvenes buscan los garbanzos en otros pagos: "El Ayuntamiento propuso que su cuerpo se velase en Camariñas, pero yo ofrecí mi casa por el bien de Camelle. Es increíble cómo estaban abarrotados los bares esos días".

Pura ha sido su vecina durante muchos años. "Me llevaba bien con él. Me ayudó a leer la autopsia de mi marido, que murió en Suiza y estaba en alemán. Pero también chocamos, como cuando hice la casa en una parcela cercana a su museo".

Hubo roces, pero todo el mundo intentó comprender a un hombre de distintas costumbres. "A mí un día me llamó a la puerta quejándose porque mis hijas le habían destrozado su comida. Lo que habían hecho era pisarle las setas que tenían plantadas porque no sabían qué era", comenta Pura entre carcajadas.

El Museo do Alemán, como anuncia una señal, se está deteriorando. En su chabola se aprecia a través del cristal de la puerta que la humedad está ganando la batalla a la memoria. En Camariñas sus objetos personales y sus dibujos, de momento, también acumulan polvo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_