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Reportaje:

Inmigrantes sin país de origen

Pakistán y España se enzarzan en un conflicto diplomático a cuenta de la devolución de 41 'sin papeles' asiáticos llegados a Tenerife

El próximo miércoles se cumplen 40 días de retención de los inmigrantes asiáticos que llegaron el 15 de septiembre a Tenerife en el barco pesquero Al-Mari. Agentes policiales enviados por la Embajada de Pakistán expidieron pasaporte de urgencia para 41 de los 165 hombres que viajaban en esta bañera oxidada, remendada y repintada. Tras ser repatriados desde España, a su llegada el pasado jueves a Islamabad, surgieron dudas sobre si se trataba de naturales de la región de Cachemira, cuya soberanía enfrenta desde 1947 a Pakistán y la India. Sin embargo, Pakistán anunció ayer que no los devolverá a España, por el momento, hasta confirmar si pertenecen a este país, a la región de Cachemira o a la India.

Otros 119 inmigrantes que llegaron en el 'Al-Mari' permanecen en Tenerife
Algunos de los deportados gritaron que no eran paquistaníes al aterrizar en Islamabad

El conflicto ha generado ríos de tinta en la prensa paquistaní. El diario Dawn, el más importante en lengua inglesa de toda la zona, reconocía en su edición de ayer que, desde el momento en que el avión con los deportados aterrizó en Islamabad, estalló una crisis diplomática entre Pakistán y España. Algunos de los inmigrantes gritaron que no eran paquistaníes, sino de Cachemira, e insistían en regresar a España. Según publica este diario, en el avión también viajaban la secretaria segunda de la Embajada de Pakistán en España, Amaya Ruth Fuentes Milani, 62 policías españoles y tres médicos.

Cuando los responsables de la Agencia de Investigación Federal en solicitaron en el aeropuerto explicaciones ante los gritos de los inmigrantes, la diplomática se negó a establecer "cualquier otro tipo de conversación diferente a las instrucciones marcadas por el embajador en España". Tras horas de tensas negociaciones, el avión español fue autorizado a regresar, mientras los inmigrantes eran conducidos a la comisaría del aeropuerto de Islamabad.

El diario paquistaní informa de que al menos ocho de estos jóvenes proceden de la región de Gujrat, al noroeste del país. Otro, identificado por el diario Dawn como Farrukh Javed, aseguró proceder de Srinagar y nunca haber declarado que era paquistaní. Según la versión de los inmigrantes a las autoridades, su periplo los llevó por Irán y Turquía, aunque no explicaron cómo terminaron embarcados en un pesquero en la costa de África occidental, desde donde llegaron a Canarias. El diario reconoce presiones diplomáticas para acelerar la repatriación de estos 41 de los 160 inmigrantes.

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Otros 119 asiáticos pasajeros de este barco permanecían ayer retenidos en el campamento militar provisional de Las Raíces. Cinco varones subsaharianos conformaban la tripulación y han ingresado en prisión de forma provisional por orden del juez, ante un presunto delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, con el agravante de favorecimiento de la inmigración irregular.

Nadie quiere a los pasajeros del Al-Mari. La aparición del barco en las costas de Tenerife originó uno de los episodios más lamentables de descoordinación e indecisión de la inmigración clandestina en España, probablemente por efecto de cómo Malta afrontó al caso de los pescadores del Francisco y Catalina. Un vecino del sur de Tenerife detectó el barco la noche del jueves 14 de septiembre, pero los inmigrantes permanecieron casi 24 horas más a la espera de que el Gobierno decidiera desde Madrid qué se hacía con él y con sus 165 ocupantes. Técnicos de la Marina Mercante confirmaron que el buque no requería las condiciones mínimas para seguir navegando y que sus ocupantes estaban en peligro de ahogarse. Cuando uno de los asiáticos perdió el conocimiento bajo un sol de justicia, salvó al resto de sus compañeros. Ante el riesgo de que fueran cayendo uno a uno, el Gobierno central dio instrucciones de desembarcarlos.

Durante más de un mes, este grupo permaneció aislado. Fueron retenidos en una nave del puerto de Santa Cruz de Tenerife. "Su comportamiento ha sido ejemplar", reconocía ayer el delegado del Gobierno en Canarias, José Segura. Los inmigrantes pasaron una inspección médica completa y el turno de comidas se ajustó a sus jornadas de ayuno del Ramadán. La Delegación instaló dos baños químicos, dos duchas, contenedores de basura, colchonetas y mantas, en colaboración con Cruz Roja. "Estaban muy tranquilos; un grupo de 10 niños hubiera armado mucho más bullicio", confirmaba Manuel Borges, responsable de la empresa encargada de la limpieza diaria del recinto.

Por primera vez, la policía española no los identificó. Un grupo de agentes paquistaníes los sometió a largos interrogatorios para determinar su nacionalidad. Sólo 41 de los 165 fueron enviados a Islamabad con un pasaporte urgente que dudaba de su nacionalidad exacta. El resto permanece en Tenerife a la espera de su traslado a la Península, antes de quedar en libertad, ya que el miércoles se cumplen 40 días de su retención.

El buque permanecía fondeado ayer en el puerto tinerfeño. Su casco está tan oxidado en algunas zonas que apenas tiene la delgadez de un folio. En la cubierta de listones de madera permanecen esparcidas chanclas, pantalones, mantas y alfombras, junto a vasos y botellas de agua que se les suministró mientras el Gobierno, desde Madrid, los trataba como apestados y se les prohibía pisar suelo español.

Aunque flota, la nave tiene varias fisuras en el casco y presenta decenas de remiendos y numerosas capas de pintura. Ya no está la placa metálica con el nombre Al-Mari escrito a mano. Ahora sólo se distingue en el puente de mando parte de una clave: B 896.

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