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Tribuna:LA FALTA DE AGUA
Tribuna
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La sequía, ¿un desastre natural?

Según publicaban los medios de comunicación tiempo atrás, el informe emitido por el Centro Meteorológico Territorial de Valencia indica que estamos en el segundo año consecutivo en el que se registra déficit de precipitaciones con respecto a lo que se consideran los valores normales. De acuerdo con este informe el déficit estimado para estos dos años asciende al 21%, con un 95% del territorio con lluvias por debajo de lo que se considera normal. Aún así los valores por comarcas son muy variables, siendo el peor el de la Canal de Navarrés con un déficit acumulado entre el 1 de septiembre de 2004 y el 31 de agosto de 2006 del 35%.

Ahora bien, ¿es esa la única razón que hace que nos encontremos en una situación crítica, por debajo incluso de mínimos históricos registrados de acuerdo con los datos de la Confederación Hidrográfica del Júcar?

Pues no. Como es bien sabido la sequía no es tan solo un fenómeno climático, sino una interacción entre la disponibilidad natural de recursos hídricos y las demandas de abastecimiento de agua de la sociedad para satisfacer sus usos y necesidades. Y ahí radica la cuestión principal.

Durante los últimos años a pesar de encontrarnos en una cuenca, según dicen algunos, con déficit estructural de recursos hídricos, las superficies de regadío (sean campos de cultivo o superficies deportivas o de ocio) no han parado de crecer, en algunos momentos y lugares de forma desaforada. Por nuestros alrededores se han llegado a transformar vertientes de lomas y montañas de pendientes inauditas o zonas marginales tradicionalmente no cultivadas, mientras que por Castilla-La Mancha se ha producido una explosión de nuevos regadíos, sobrecargando así la demanda de agua. Asimismo se han incrementado sensiblemente las superficies de zonas urbanizadas o previstas para urbanizar lo que, además de significar un crecimiento en los consumos de agua de los sectores residencial e industrial, ha supuesto (o supondrá en cuanto se acaben las obras) aumentar las superficies impermeabilizadas, reduciendo así aún más las infiltraciones de las aguas de lluvia y escorrentías controladas, y menguando, por lo tanto, en esas zonas los procesos de recarga de acuíferos. Además, y con el fin de evitar o controlar los efectos de las aguas de escorrentías desbocadas que generan algunos de estos desarrollos urbanísticos, se ha procedido a canalizarlas para desaguarlas lo más rápida y efectivamente posible hacia los cauces naturales (ríos, barrancos, ramblas, etc...), cuyos lechos también han sido canalizados en algunos casos. Los resultados de esta manera de entender el desarrollo han supuesto, seguramente y una vez más, la reducción de las infiltraciones naturales al terreno, además de incrementar de forma considerable los riesgos de inundaciones al concentrar aguas en puntos donde no llegarían de forma natural.

El desecamiento de humedales y, en algunos casos más que conocidos, el drenaje o bombeo de esas aguas directamente al mar como es el caso del Cuadro de Santiago (Benicàssim) por citar tan sólo un caso, continúa siendo un hecho innegable en la cuenca del Júcar, así como la sobreexplotación de los acuíferos costeros. Ni que decir tiene que estas actividades pueden afectar al sistema reduciendo la capacidad de reserva de recursos hídricos de los acuíferos asociados, a la vez que generan problemas de salinización de esos acuíferos en más de un punto de nuestra franja litoral. Tanto en un caso (reducción de recursos) como en el otro (salinización) acaba planteándose como "única solución" buscar fuentes alternativas de recursos, cada vez más lejos de los lugares de consumo conforme aumenta el agotamiento de los recursos propios, trasladando así los problemas a otros lugares, vecinos o no.

Si a todo esto le añadimos la falta de control que aún hay con respecto a muchos de los pozos existentes, así como el desconocimiento de sus volúmenes reales de extracción, unido a la vigencia de un Plan de cuenca ajeno a la realidad del sistema tal como ha quedado más que evidenciado a lo largo de los años, tenemos el "desastre natural" servido a la mínima de cambio. Embalses casi secos, el principal río de la cuenca a punto de entrar en coma, el principal humedal protegido (L'Albufera de Valencia) sufriendo las consecuencias y todos llevándose las manos a la cabeza e invocando al cielo (y seguro que también a los santos) para que llueva y pase este "mal trago".

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Todas estas actuaciones no han hecho más que incrementar la vulnerabilidad del territorio, ya de por si elevada, a los efectos de las sequías, dificultando enormemente su gestión cuando estas se presentan. No hay que olvidar que las sequías producidas por la reducción de la pluviosidad por debajo de los "valores normales" son un fenómeno propio de nuestro territorio, sobre las que las políticas actuales de desarrollo insostenible no hacen más que agravar las consecuencias, las cuales, además y para acabarlo de arreglar, se pueden ver amplificadas en el futuro como resultado del cambio climático.

Se impone, de forma ya inaplazable e ineludible, la revisión del Plan Hidrológico de la Cuenca del Júcar con la correspondiente suspensión cautelar de otorgamiento de nuevas concesiones mientras se revisa, la revisión de las concesiones y aprovechamientos (de todas) adaptándolas a su realidad; recuperar para usos ambientales caudales liberados; y, por último inventariar detalladamente (con los medio actuales no hay excusa para no hacerlo) todas las extracciones y aprovechamientos de agua legales, alegales e ilegales y ordenar la clausura inmediata de todos aquellos aprovechamientos ilegales existentes en estos momentos y, si acaso y después de un estudio esmerado de cada caso, regularizar los legalizables y, por supuesto, sancionar los que no lo sean. Son decisiones difíciles de tomar, evidentemente, sobre todo si tenemos en cuenta que partimos de una situación histórica de desgobierno absoluto de la gestión de los recursos hídricos. Ahora bien, nos va nuestra subsistencia en eso y hacer como que no se trata de un problema prioritario es de una irresponsabilidad inaceptable actualmente.

William Colom es miembro de Acció Ecologista-Agró.

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