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Reportaje:

33,3 millones, y creciendo

Británicos, italianos o belgas cuentan las claves del atractivo de España como destino turístico en un año que probablemente batirá récords, después de un magnífico mes de julio con 7,7 millones de visitas.

Ma dove è il sole?" se queja Roberta con la voz rota por la noche pasada en su primera juerga en la Semana Grande donostiarra. Llegó con sus amigos, Alessandro y Chiara, con un caravana que les trajo desde Milán en busca de fiesta, sol y algo de surf, pero confiesan que los han encontrado a medias. El mal tiempo de agosto no ha acompañado a estos jóvenes italianos, pero mejor suerte tuvieron los turistas que visitaron España el pasado mes de julio. En este mes se recibieron 7,7 millones de visitas de turistas internacionales, un 3% más que en el mismo mes del año pasado, según la Encuesta de Movimientos Turísticos en Frontera (Frontur). Si se tienen en cuenta las cifras agregadas de los siete primeros meses del año el total de turistas ha sido de 33,3 millones, un 5,3% más que en el mismo periodo del año anterior.

Entre ellos se encuentran Tiete Heinrich y su familia, que llevan 15 años veraneando en L'Hospitalet de l'Infant (Tarragona), donde este austríaco afincado en Bélgica amarra su barco de pesca con el que cada mañana va en busca de atunes, doradas o lo que le brinde el mar. Los Heinrich saben cuatro palabras de español y creen que Cataluña ocupa todo el litoral de la península... Será porque es la zona más visitada. Este año los turistas han preferido como primer destino de sus vacaciones Cataluña, que recibió un total de 8,6 millones de visitas, con un crecimiento del 7%. Le siguen Baleares, con 5,7 millones de turistas, y Canarias, con 5,5 millones.

De Alemania han salido 5,8 millones de viajeros y de Francia otros 5,2 millones, pero el país que más turistas exporta a España -9,3 millones en los siete primeros meses- es Reino Unido. Se les puede ver en toda la costa. En Nerja (Málaga) veranea la familia Plummer, que se han buscado un alojamiento lejos del litoral y lamentan lo difícil que es para ellos encontrar lugares no estropeados por el turismo masivo. "El otro día fuimos a Nerja para ver un mercado tradicional en busca de algo auténticamente español, y la verdad es que era algo parecido a los mercados de pulgas de Londres. No había nada que los distinguiera", explican.

Los Plummer, al igual que el 64,1% de los turistas que visitan España, llegaron en avión, en su caso con un vuelo barato que aterrizó en Granada, pero al igual que los Molly, compatriotas británicos de visita en Alicante, han preferido un apartamento en lugar del hotel, que es, según la encuesta, el alojamiento preferido este año por el 63% de los turistas. De hecho, un 4,5% más de visitantes ha optado por el hotel respecto al mismo periodo de 2005. De todas formas casi todas las personas que vinieron a España en julio ( un 64%) lo hicieron sin contratar paquete turístico.

La familia Plummer, de Croydon, al sur de Londres, guarda cola pacientemente para entrar en las cuevas de Nerja, una de las atracciones turísticas más reputadas de Málaga. Cuando el l redactor y el fotógrafo de EL PAÍS se acercan a ellos para pedirles su colaboración en este reportaje, la madre, Danuta, mira de reojo a su esposo, Keith, duda un instante y pide ver el carné de prensa. "No es que no os creamos, pero es que los turistas son objetivo de timadores en todas partes", se disculpa esta ama de casa de 44 años. Danuta Plummer confiesa estar "un tanto sugestionada" por los cada vez más frecuentes programas de la televisión británica dedicados a advertir de los "peligros" de adquirir una propiedad inmobiliaria en España. "Me han hecho un poco suspicaz respecto a los españoles", se lamenta.

La familia se aloja durante dos semanas en casa de un amigo, en el remoto pueblo de Comares (1.485 habitantes), que volvió a Inglaterra para pasar la temporada estival. "No nos gustan las urbanizaciones de la Costa, sería como vivir en Londres, aunque con sol", asegura Danuta. En Comares, sus tres hijos, de 6, 9 y 13 años, pueden "entrar y salir de casa en libertad" y la gente es "muy amistosa". Uno de los principales desafíos es el lingüístico. "Es complicado hacerse entender en inglés en España, sobre todo en las zonas menos turísticas", se queja Keith, que trabaja en un casino. Sin embargo, se han quedado "fascinados" con la belleza y la limpieza de los pueblos. "Es mucho más limpio que Londres, tanto que me enfado cuando veo en España un graffiti en inglés", afirma Danuta.

Caravaning en San Sebastián

Es mediodía y Roberta todavía no ha logrado desperezarse. Tampoco sus amigos Alessandro y Chiara, que han visto de reojo el cielo gris y han optado por seguir durmiendo en el interior de la caravana que les trajo desde Milán hasta el aparcamiento de la facultad de Derecho de la Universidad del País Vasco, en San Sebastián. En la calle hace fresco para ser agosto -19 grados- y estos italianos no tienen prisa por arrancar. Cuando decidieron venir a España no lo hicieron por interés cultural, en el sentido estricto de la palabra, sino atraídos por los efluvios del calimocho que se preparan allá en Italia, desde que un erasmus amigo suyo les descubrió la receta que había aprendido en la Universidad de Salamanca. "Pensábamos que España era una fiesta permanente, de día, de noche... Pero, al llegar aquí hemos comprobado que no es verdad. Sólo hemos encontrado juerga en San Sebastián y porque son fiestas", dice Laura Plaga.

Reina el caos en el interior de la caravana prestada por los padres de Laura, que con 23 años estudia Economia y se hace entender perfectamente en español. En los últimos días, ha estado en Hossegor -paraíso surfero del departamento francés de Las Landas-, en Zarautz (Guipúzcoa) y en Bilbao (Vizcaya), donde los jóvenes realizaron la única parada artística de su viaje: el Museo Guggenheim. "Me encantó, pero especialmente por el edificio, la colección no me dijo mucho, la verdad", dice Chiara, que trabaja como diseñadora en una galería de arte.

Este grupo de jóvenes llegó con la idea de que España e Italia son primas hermanas y con esa sensación se vuelve. "La forma de vivir es más o menos la misma; la lengua, similar, y la gente, amable", dice Laura, que ejerce de portavoz. A sus ojos, se parecen tanto que apenas les ha chocado nada. "España, por lo que percibo, ha cambiado mucho en los últimos años. Está innovando, sus ciudades se están transformando. No hay más que ver Bilbao", comenta Alex, el vecino de la caravana de enfrente. ¿Sólo urbanísticamente o también los españoles están cambiando? "En seis días no lo podría decir", reconoce este recien licenciado en cine mientras sorbe el café recien hecho de sus compatriotas.

A las siete de la mañana no hay casi nadie en las calles de L'Hospitalet de l'Infant, un pequeño pueblo en el corazón de la Costa Dorada. Sin embargo, a esta hora es fácil ver pasear a Tiete Heinrich hacia el pequeño puerto deportivo donde amarra cada verano uno de sus dos barcos de pesca. A sus 51 años, Heinrich mantiene los mismos hábitos de cada verano desde hace 15. Vive en un bungalow, en uno de los primeros que se alzaron en este pueblo allá por 1965, y como él viven 8 familias más. Muchas vienen cada año y, claro, se conocen. Ayer hubo barbacoa en la zona comunitaria y se fueron a dormir tarde. Pero hoy a las siete de la mañana estaba arreglando ya el barco para salir unas horas de pesca. No mucho, solo hasta las once porque, como dice, luego el sol aprieta. El mar está tranquilo y la pesca ha ido bien. Media docena de doradas más bien pequeñas que es muy posible que vayan a parar a otra barbacoa.

Mientras regresa al puerto, su mujer, Christiane Drayé, acaba de levantarse. Sigue cocinando y yendo a la compra, como en Bélgica, pero a su ritmo. "Mantenemos las comidas de Bélgica, pero más retrasadas", dice. Vienen cada año a eso, a descansar. "La trrrrranquilidá" es lo que subraya Heinrich como virtud del lugar. Nunca se ha planteado ir de vacaciones a otra parte. Y si lo hiciera, se iría a Austria, a ver a su familia.

Les encanta la paela y la zarzuela, un plato que, por otra parte, no se prodiga hoy tanto en los restaurantes de la zona como lo hacía hace 15 años. Eran otros tiempos. "No había tanta construcción", lamenta. Ahora hay planes para construir adosados junto a sus bungalows que, en realidad, son un conjunto turístico histórico conocido como Las Dos Tartanas.

Mientras comen se levanta Robbin, el pequeño. Tiene 19 años y es jardinero y como cualquier otro en su situación sale por ahí cada noche. Desayuna con la familia y luego se va a la playa. Los padres, mientras, duermen la siesta. Esta palabra castellana sí que la conocen, y la aplauden. Tienen todo el tiempo del mundo....hasta el viernes próximo. Cargarán su barco en el remolque y conducirán hasta Amberes en una migración anual que el año que viene les volverá a traer a Las Dos Tartanas.

Refugio en Alicante

Son las cuatro de la tarde y los termómetros marcan 36 grados. Rob y Lisa Molly combaten el insoportable calor degustando dos granizados de naranja en la terraza de uno de los chiringuitos de la playa del Postiguet, en el casco urbano de Alicante, mientras sus dos hijos, Megan, de ocho años, y Tom, de seis, se refrescan jugando con el agua de los lavapiés. Él es bombero. Ella, agente de ventas de una empresa que comercializa extintores en Walsall, una ciudad de 250.000 habitantessituada al Noroeste de Birmingham. Los Molly ya están familiarizados con los usos y costumbres del litoral mediterráneo, porque por tercer año consecutivo han aprovechado sus vacaciones para refugiarse durante diez días en un chalé de la urbanización (villa, como ellos lo llaman) Nou Alacant, frente a la playa del Carabassí, a medio camino entre Alicante y Santa Pola. ¿Por qué Alicante y no otro destino español o del resto del mundo?. "Porque nos gusta mucho. El tiempo es fantástico y la gente también", afirma Rob.

El carácter español, indica, es "más relajado" que el británico, un rasgo que ya descubrieron en anteriores visitas a Mallorca, Menorca y las Islas Canarias. "¿Ruidosos los españoles? Ellos sí que gritan", responden mientras señalan a sus retoños. Los Molly son conscientes de que la España de hoy no tiene nada que ver con la del tardofranquismo, en especial a partir de la integración en la Unión Europea, aunque este desarrollo ha deparado consecuencias negativas para los turistas. Rob y Lisa observan que en Alicante se vive bien y que las infraestructuras son aceptables, pero opinan que los precios se han disparado desde que España cambió pesetas por euros. "Ahora todo es muy caro. Muchos ingleses ya no viajan a Europa por eso", proclaman tras asegurar que el coste de vida ha alcanzado cotas similares al de su país, a excepción de la prohibitiva Londres.

Este reportaje ha sido elaborado con informaciones de Bruno Laría, Fernando J. Pérez, Maribel Marín, Oriol Aymí y Llorenç Martínez.

Durante el mes de julio España ha recibido 7,7 millones de turistas.
Durante el mes de julio España ha recibido 7,7 millones de turistas.SANTI BURGOS
Unas amigas italianas, a su paso por San Sebastián.
Unas amigas italianas, a su paso por San Sebastián.JAVER HERNÁNDEZ
Rob y Lisa Molli con sus hijos Megan y Tom.
Rob y Lisa Molli con sus hijos Megan y Tom.JOSEP LLUÍS SELLART

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