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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las cuatro paredes

Cuatro versos y tres deseos conforman el núcleo amoroso de este volumen titulado, precisa-mente, Tres deseos, recopilación de los libros de Amalia Bautista (Madrid, 1962) publicados desde 1988: "Ver el alba contigo, / ver contigo la noche / y ver de nuevo el alba / en la luz de tus ojos". En otro poema semejante se mantienen tres deseos, que consisten ahora en "poder querer a alguien, que nos quieran, / y no morir después que nuestros hijos". Es ésta una poesía en el boudoir donde se acicala el alma, manifestación de afanes limitados y de ambiciones literarias recortadas. Escribió Pascal que evitaríamos muchos males si nos resignáramos a vivir entre cuatro paredes; pero encastillarse en la intimidad y desatender lo que sucede extramuros del yo no garantiza la dicha. Desde Cárcel de amor, su primera entrega, la obra de Amalia Bautista ha ido construyendo una trinchera donde los trabajos y los días discurren, con más tribulación que gozo, en endecasílabos sin rima, con una homogeneidad rítmica atenuada algo en Estoy ausente (el título procede de un soneto en que Garcilaso equipara ausencia amorosa con en-ajenación); y donde las fábulas blancas de los comienzos anuncian tormentas sordas contra las que no sirven de refugio las hijas, el amor, la casa.

TRES DESEOS (poesía reunida)

Amalia Bautista

Prólogo de Jorge Valdés Díaz-Vélez

Renacimiento. Sevilla, 2006

208 páginas. 10 euros

La diafanidad y eficacia lírica recuerdan a Miguel d'Ors o Enrique García Máiquez; la destreza al tramar lo cotidiano con lo inopinado, a Luis Alberto de Cuenca; el arraigo y pure-za, a José Julio Cabanillas o, más cerca, Rocío Arana. El lenguaje es ceñido y transparente, y constituye un alarde de sencillez -paradoja al canto- frente a la poesía visionaria, las quiebras vanguardistas, la autorreferencialidad. Un culturalismo tamizado descongestiona apenas el confesionalismo de esta poesía, cuyas fabulaciones míticas encierran la desventura de una mujer que se degrada de Penélope a Aracne: "Pensaron que era la paciente esposa / de un héroe. La que espera noche y día / tejiendo y destejiendo. La que ignora / que nunca vuelve el mismo que ha partido. / Y sólo soy una maldita araña". El peligro de esta poesía es la reducción de lo lírico a la efusión sentimental o al golpe de efecto, cuando no a la planicie expresiva. Por fortuna, igual que el Dios teresiano anda entre los pucheros, la poesía siembra de misterio las que parecían presentarse como sobadas obviedades. Claro que para ello hace falta que, a despecho de tendencias, haya, como aquí, una poeta.

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