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Crónica:Alemania 2006
Crónica
Texto informativo con interpretación

Esta vez fue Thuram

Francia, que no fue mejor que Portugal, llega a la final con un gol de Zidane de penalti tras una portentosa actuación del central

Santiago Segurola

El recorrido de Francia, que se adivinaba penoso al comienzo del Mundial, termina el domingo en Berlín, nada menos. Contra todos los pronósticos, los franceses disputarán la final. El equipo se ha levantado contra las críticas y la desconfianza general. No ha recibido un gol en la segunda fase del torneo, han emergido sus fantásticos veteranos y ha aprovechado las oportunidades. No fue mejor que Portugal, pero nadie se acordará. Tampoco fue la noche de Zidane, ni de Vieira. Fue el partido de Thuram, un coloso que sofocó todos los incendios en su área. Portugal pagó la ausencia de un delantero de garantías. Pauleta reeditó sus pésimas actuaciones. Es un defecto que viene de lejos y que pesa gravemente sobre el equipo.

RESULTADO

PORTUGAL 0 - FRANCIA 1

A los franceses no les va llevar la iniciativa. Sufrieron más que ante España y Brasil

Ahora que el fútbol pretende estar al tanto de todas las novedades, será interesante observar el efecto invernadero sobre el juego. Al peso de un calendario demencial que examina a los jugadores en el peor momento físico, a las consecuencias de la fatiga que produce el torneo, al ataque de responsabilidad que sufren los jugadores a estas alturas del Mundial, se añade una dificultad imprevista: el trópico alemán. Un bochorno pesado, de una humedad ecuatorial, ha convertido Múnich en una especie de Manao. Portugueses y franceses jugaron en una sopa. El peaje del desgaste se apreció en casi todos los jugadores, menos en Ribéry. A Ribéry le dan cuerda y no hay quien le detenga. No conoce la pausa. Ni tampoco la claridad. Digamos que es un versión moderna y supersónica de Villarroya, aquel jugador del Madrid que quería ser zurdo, pero era diestro, que necesitaba un rival enfrente porque el campo libre le generaba el horror al vacío. Ribéry también necesita el lío para jugar. Si no lo tiene, lo busca. Es un jugador que prefiere las complicaciones. En contra de lo que pueda pensarse, el fútbol no es contagioso. Ribéry es la antítesis de Zidane. Los dos juegan en el mismo equipo, pero proceden de planetas diferentes.

En Ribéry hay más ruido que nueces. En Pauleta no hay ruido ni nueces. Portugal volvió a jugar sin delantero centro. Jugó con diez hasta que Simao sustituyó a Pauleta, bien entrado el segundo tiempo. Perdían los portugueses y no era el momento de conceder tanta ventaja a los centrales franceses. Thuram había jugado un partido perfecto, con la categoría de los grandes defensas, ayudado por la presencia de Pauleta. O sea, la incomparecencia. Hasta los últimos metros, Portugal había jugado bien. Figo se impuso con cierta frecuencia de Abidal, un lateral con más planta que recursos defensivos. En el otro costado, Cristiano Ronaldo confirmó sus progresos. La Liga inglesa le ha venido de maravilla. Ha ganado en sustancia y ha perdido en banalidad. Eso le convierte en una amenaza para cualquier defensa. Es rápido, potente y profundo. Le falta terminar las jugadas, pero se adivina un gran jugador si mantiene su crecimiento. A Portugal no le faltan buenos jugadores y carácter competitivo. Quizá ninguno le represente mejor que Maniche, jugador que difícilmente recibe el crédito que merece. Pero de nuevo fue el mejor del equipo.

Maniche complicó la vida al poderoso medio campo francés. Vieira jugó con menos comodidad que en los encuentros anteriores. Nunca se acercó al área de Ricardo y su contribución fue estrictamente defensiva. Sin la colaboración de Vieira, Zidane se quedó en tierra de nadie. Se obligó a recorridos más largos y a un desgaste que le pasó factura. En cualquier caso, siempre aclaró el panorama del equipo. Se manejó con la serenidad habitual, aliviando cualquier dificultad, una garantía de clase en medio de la tensión general. Jugó mejor en la primera parte que en la segunda, un síntoma del partido que se disputó. Francia no es un equipo que pretenda la grandeza. Ha soportado mejor la condición de tapado que la de favorito. Sufrió más ante Portugal que frente a España y Brasil. No se encuentra cómodo en la iniciativa. Le salió el alma especuladora cuando Zidane anotó el penalti.

Hasta entonces, Francia había jugado con bastante estilo. El partido fue equilibrado mientras lo estuvo el marcador. Thuram resolvía en todas las acciones defensivas, Zidane ofrecía buenos detalles y Henry asomaba como una amenaza cuando lograba girarse. Sin alcanzar el nivel esperado, Henry resultó decisivo en la victoria. Recibió de espaldas a la portería un pase complicado de resolver. Pues lo hizo. Giró el tobillo, levantó levemente la pelota y se revolvió. Demasiados problemas para Carvalho, que se fue al suelo y estiró la pierna. Trabó a Henry y lo pagó. Zidane ejecutó el penalti con serenidad y precisión. Francia estaba donde quería. Por primera vez en el torneo, Portugal estaba en desventaja. Y sin delantero centro.

El cambio de Pauleta por Simao mejoró a Portugal y llevó a los franceses más cerca de su área, donde se refugiaron en los últimos 20 minutos. Fue una mala respuesta. Lejos de evitarse el arreón portugués, se sintieron sitiados, algunas veces en situación crítica. Barthez colaboró en el susto. Portero peculiar en el mejor de los casos, acostumbra a dejar alguna perla por partido. Un error en un blocaje estuvo a punto de costarle el empate a Francia. Figo llegó para cabecear el rechace y nadie se explicó su error. El balón salió por encima del larguero. Todo el protagonismo correspondió a Portugal en los últimos minutos, entre peticiones de penaltis, imprecisiones de última hora y la perenne sensación de orfandad en la delantera. Es un equipo que necesita un delantero centro urgentemente. O sea, lo contrario que Pauleta.

Zidane festeja su gol de penalti, el que llevó a Francia a la final.
Zidane festeja su gol de penalti, el que llevó a Francia a la final.ASSOCIATED PRESS

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