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Reportaje:Personaje

La victoria del corazón

Gómez Noya gana una prueba de la Copa del Mundo de triatlón al poco de recobrar la licencia

Carlos Arribas

¿La gloria o la vida?

Mientras que para la mayoría de los mortales la pregunta, la elección, nunca se plantea más allá de la hipótesis, para Javi Gómez Noya (Ferrol, 1982), la gloria, la vida, fueron las dos únicas opciones que se le ofrecieron un día, un día real, de carne y hueso. Él, sin despreciar la vida, eligió la gloria. Él, enfermo del corazón, peleó por su derecho a competir, a nadar, a pedalear, a correr, a luchar por ser el mejor del mundo en triatlón, campeón olímpico, lo que sea. Ayer, pocos meses después de que el Consejo Superior de Deportes (CSD) le devolviera una licencia retirada por la afección cardiaca congénita que padece, dio un primer paso hacia la gloria absoluta al imponerse en la Casa de Campo de Madrid en una prueba de Copa del Mundo de triatlón.

Un vacío legal le ha permitido competir de nuevo al más alto nivel pese a su enfermedad cardiaca

"Después de todo lo que pasé, es una buena manera de volver", dijo Gómez Noya; "si me hubieran dado a elegir una carrera para ganar, habría señalado ésta". Por detrás de Noya se clasificó Iván Raña, el deportista que ha liderado la efervescencia del triatlón español los últimos años y que llegó a ser campeón del mundo en 2002.

Después de salir juntos en el primer grupo tras los 1.500 metros de natación, gracias a la ayuda de Xabi Llobet, que controló el segundo pelotón, ambos triatletas gallegos pasaron en cabeza los 40 kilómetros de ciclismo y lograron aislarse durante los 10.000 metros finales, la carrera a pie por el parque madrileño. Entre ambos se jugaron la victoria. El más fuerte fue el más joven. Entre las mujeres, Ana Burgos fue tercera.

Para Raña, que sufrió una crisis de identidad tras los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, en los que no estuvo a la altura de su condición de favorito, el segundo puesto tiene el valor del renacimiento, del premio que sella su regreso a los entrenamientos con César Varela, su técnico de toda la vida, con el que rompió temporalmente tras la decepción griega. Para Gómez Noya, la victoria tuvo el valor de marcar su nacimiento como campeón. Algo que todo el mundo sabía que era desde hace mucho tiempo.

Gómez Noya era sólo un buen nadador con una bicicleta prestada cuando Andreu Alfonso le puso a prueba en un duro repecho cerca de Gandía. "Tenía 16 años apenas", recuerda Alfonso, director técnico nacional; "sólo unos meses antes había disputado su primer triatlón, al que llegaba con unas excelentísimas referencias como nadador, y quise probarlo en un puerto junto a los mejores júniors de la época. Vino con una bici prestada y no sólo nos aguantó el ritmo, sino que en el último kilómetro nos dejó tirados. Aquel día supe que había llegado un fenómeno".

El entusiasmo fue efímero. En marzo de 1999, durante un reconocimiento médico, a Gómez Noya se le detectó una enfermedad cardiaca, una valvulopatía aórtica -válvula bicúspide- que, según el cardiólogo, no le debía permitir practicar el triatlón al máximo nivel. Un vacío legal impedía, sin embargo, retirarle la licencia y Gómez Noya siguió compitiendo después de firmar un consentimiento informado. La situación duró años, una rutina sin sentido: el "no apto" del CSD chocaba con la determinación de Gómez Noya, que se proclamó campeón de Europa júnior de duatlón -carrera a pie y a bici: no está mal para un reputado nadador- y campeón mundial sub 23 de triatlón en 2003 hasta que en 2005 se le retiró la licencia después de que la cardióloga del CSD se amparara en las últimas directrices del congreso de Bethesda, la cumbre mundial de la cardiología deportiva.

Gómez Noya, como era de suponer, tampoco se rindió. Pese a seguir entrenándose con José Rioseco en Pontevedra -donde estudia INEF tras abandonar la ingeniería forestal-, se inscribió el pasado verano en un club francés, en el que sí le permitieron competir. También siguió batallando en el plano científico, apoyado por varios cardiólogos. Finalmente, el CSD, después de que el abogado del Estado comprobara que no hay normativa legal que prohiba competir a un deportista que desea hacerlo, levantó la bandera blanca. Y Gómez Noya lo celebró ayer ganando a pocos metros de su sede.

Javier Gómez Noya cruza victorioso la línea de meta.
Javier Gómez Noya cruza victorioso la línea de meta.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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